ESCENAS CAMPESTRES: LAS GRANJAS DE CADÁVERES

Por Joaquín Castro. Juez sustituto

Esto me recuerda a Bill Clinton (nacido William Jefferson Blythe III el 19 de agosto de 1946 en Hope, Arkansas, cuadragésimo segundo presidente de los EEUU; lo de Clinton vino luego, a los quince años, al adoptar el apellido de su padrastro) cuando le preguntaron si había tenido relaciones sexuales con la becaria Monica Lewinsky, y no se le ocurrió nada mejor que responder “primero, defíname relaciones sexuales”. Aparte de la mejor salida por la tangente de la década, uno se encuentra en una tesitura parecida al tratar temas como el de esta sección, la decoración, qué marco abarca y qué contenido cabe en dicho marco; primero una definición de decoración, y luego a tratar de encajar dentro de ella y de la mejor manera posible un tema, un artículo o una humilde foto, ver si entra o no en el contexto y todo eso; en otras palabras: tengo una duda, seño. Yo, el del fondo, el que levanta la mano.

La duda es: ¿es la jardinería parte de la decoración? No está en el interior de las viviendas, cierto; uno no necesita un jardín para vivir, también cierto; mientras que sí necesita los muebles de su casa, otra vez cierto; y en los muebles se conserva la comida, se guarda y ordena la ropa, y se evita que se deterioren las pertenencias más preciadas. Cierto, cierto, todo cierto. De acuerdo, no tiene una utilidad directa, inmediata, en eso se diferencia la jardinería de la decoración; pero por otro lado, la jardinería es espacio (y espacio público en gran parte), donde al final del todo hay que organizar la vida en sociedad, el hombre en relación con el espacio que ocupa como en decoración: la jardinería es sobre la deambulación de ciudadanos que pasean, practican deporte o se comunican, se reúnen y desarrollan actividades en todos y cada uno de los parques y jardines del planeta. Y eso hay que decorarlo, ya sea con una humilde silla de exterior o con la propia vegetación como ornamento, grandes árboles, parterres y fuentes y todo eso. La jardinería, entonces, es también decoración, decoración de exteriores. Como el ministro.

En definición del DRAE: “arte y oficio del jardinero”. La jardinería o el arte y la práctica de cultivar los jardines. Consiste en cultivar, tanto en un espacio abierto como cerrado flores formando arriates, árboles, hortalizas o verduras, ya sea por estética, por gusto o para la alimentación y en cuya consecución el objetivo económico es algo secundario. El término «jardinería» aparece documentado a finales del siglo XIII; pero no es sino hasta el Siglo XVIII cuando alcanza un mayor rango con la publicación del célebre tratado titulado «Teoría y práctica de la jardinería», de Dézallier d´Argenville. Anteriormente, Olivier de Serres, agrónomo, escribió en 1599 «El Teatro de la Agricultura y Cuidado de los Campos» detallando todo lo que se necesita para cuidar, enriquecer y embellecer la casa rústica. Es un arte antiguo, entonces; un arte antiguo y noble, extenso en el conocimiento acumulado a lo largo de los siglos. No es como la medicina forense, cosas modernas. Porque sí, es algo moderno esto de los forenses: salvo porque en el Siglo XIII hubo un majadero en China llamado Son Ci que escribió un manual sobre el tema (“La redención de las malas obras”, circa 1247 D.C., no consta edición en español; es el primer estudio sobre la descomposición de los cadáveres que se conoce), no ha habido más noticia sobre el temita hasta la segunda mitad del Siglo XX. En otras palabras: hace sólo 40 años un forense apenas tenía los mismos conocimientos sobre el fenómeno post-mortem que cuando vivía Son Ci.

La verdad es que durante siglos a nadie se le había ocurrido investigar lo que pasaba con un cuerpo muerto, cómo se descomponía, cuándo se desmembraba, cuánto tardaba en convertirse en esqueleto, si influía en ello la temperatura, el terreno o la forma de morir. Por eso William Bass (nacido William Marvin Bass III el 30 de agosto de 1928 en Staunton, Virginia, EEUU), un antropólogo forense estadounidense dedicado a la docencia y a colaborar con la policía y el FBI, decidió crear el Complejo de Antropología Forense de la Universidad de Tennessee (Forensic Anthropology Center Department of Anthropology, 250 South Stadium Hall, Knoxville, TN USA 37996-0760);  más conocido bajo el nombre de ‘La granja de cadáveres’.

Es tal cual dice su nombre: es una granja, y está llena de cadáveres. Al cabo del año, decenas de finados son transportados a este lugar. Los cuerpos de, básicamente, personas fallecidas sin identificar, o sin que un familiar los reclame, son expuestos al aire libre y se someten a todo tipo de condiciones: son semienterrados, metidos en agua, embalsamados, encerrados en el maletero de un coche (algo que sólo aquí y en las películas de Scorsese se puede hacer sin acabar en la cárcel), mutilados, expuestos al sol, a la sombra, metidos dentro de un ataúd, ahorcados e incluso quemados.

Como se puede imaginar, la imagen de putrefacción (con insectos necrófagos incluidos) no es muy agradable. Sin embargo, forma parte de la vida y debe ser objeto de estudio, es algo que forma parte del proceso de la vida, que alumbra zonas de conocimiento hasta ahora oscuras y que ha permitido avanzar en técnicas de investigación criminal. Y luego, que los capítulos de C.S.I. durarían diez minutos, qué caramba, no darían mucho de sí.

En este granja de Knoxville, entonces, se da un ejemplo espléndido de decoración de exteriores inquietante.

A los efectos de reproducir una amplia panoplia de circunstancias, los científicos de la Universidad de Tennessee disponen los cadáveres en diversos lugares, en variadas posturas. Hay cadáveres sentados en sillas, apoyados contra un árbol como Tom Sawyer, con los pies a remojo en un arroyo; y la granja dispone de diversa vegetación, reproduce diversos ambientes vegetales, es como digo inquietante: muertos sentados alrededor de una mesa de jardín, muertos apoyados en una cabañita; muertos junto a una vereda de fresnos… es la decoración de un mundo natural, real, lleno de cuerpos de sin vida, como si el tiempo se hubiera suspendido; como dice la canción de Fangoria, viendo la vida pasar (“miro la vida pasar”, 2004, del CD “Arquitectura efímera). Literalmente.

 

Tiene un fin práctico, pero parece tener un punto perverso esta jardinería para los no-vivos. Se mantiene en la granja un cuidado similar al de otros jardines, como se ve en la foto que acompaña a este artículo, una praderita que tiene hasta una picket-fence; pero sin que nadie disfrute las ventajas de esta cuidada granja; sabemos que el recortado césped de las praderas no servirá para permitir una reparadora siesta al aire libre, pero visto con ojos no avisados aparece como que sí, que la cuidada valla o el recortado seto están separando fincas, dividiendo el espacio de personas que en realidad ya han muerto, y que, ellos sí, son parte de la decoración de la granja. La decoración de la granja de cadáveres del doctor Bass.

Y un dato increíble: lo primero que aparece al entrar en la página web del Complejo de Antropología Forense de la Universidad de Tennessee es un aviso que dice: “no se organizan visitas guiadas”.  Prefiero no pensar por qué se han visto abocados a poner ese aviso. Por cierto, mi hija va a una granja escuela el próximo jueves con su colegio.

Tengo que preguntar qué le van a enseñar.

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