Atrás queda Praga

Por Francisco de Paula Pestaña Parras

 

Te observaba de lejos, en aquel colchón sobre el suelo alejado del mío. Hacía casi un día me abandonaste en un café del barrio judío aunque me permitieras pasar la noche en tu casa sabiendo que no tenía adonde ir. Para consolarme dijiste que siempre quise conocer esta ciudad sin reparar en que el único país que amaba era tan pequeño como la manta que nos cubría. La misma que te envolvía entonces. Ella te convertía, vista desde allí, en ese arrecife hasta donde nadas tantas veces de pequeño pero que años después, de vuelta a la playa, eres incapaz de recordar a qué animal te evocaba su silueta.

Al acercarme a la ventana frente a la antigua comisaría comunista, me di cuenta que era casi diciembre y toda Praga se me seguía resistiendo a nevar. Supe entonces que no nevaría hasta que me fuera. Tampoco lo hizo la noche anterior, cuando caminaba borracho sin preocuparme los carteristas del Puente de Carlos ni las promesas de calma que a esas horas el Moldava ofrece a los bohemios.

Me asignaron un departamento vacío en el tren de regreso. Allí pude continuar leyendo un libro que ya me era absurdo y mirar por la ventanilla un paisaje que sospeché me odiaba. Daba lo mismo, las vías siempre me parecieron cicatrices.

En ese vagón me pregunté también si todo lo que fuimos no será pronto anécdotas que contar al nuevo amante al que otorgues el privilegio de agotarte. Discúlpame, pero es que no puedo olvidar tu comportamiento en la despedida. No deberían negarse a nadie los besos de estación; todos tienen algo de última voluntad.

Llego a casa, confín cercano, y busco en la emisora música para deshacer maletas. Julio Sosa canta “Mano a mano” por la radio y suena a conjuro. Me digo que te sobreviviré, que con el tiempo serás apenas ese dolor de herida vieja las noches que el frío aprieta. Tu nombre en salpicaduras de llanto, manchando la camisa que llevaba durante la sucia reyerta de olvidarte, pero nada más.

Antes de eso quiero decirte algo aunque no lo creas, aunque te haga reír, aunque lo tomes como la última ocurrencia de este escritor de tercera que una vez te quiso en cuerpo y sombra: Sé que Praga se construyó para cercarnos.

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