¿Gula o bulimia?

 

Por Francisco Traver Torras

Más mató la gula que la espada

Adagio castellano

Si bien la anorexia mental es una enfermedad bien acreditada por la historia de la medicina la bulimia es sin embargo una enfermedad relativamente nueva. Fue descrita en 1979 por G. Russell en mujeres americanas como una siniestra variedad de la anorexia mental; desde entonces su prevalencia no ha hecho más que aumentar penetrando todas las culturas y todas las clases sociales, es posible afirmar que la bulimia es una enfermedad omnipresente en todo el mundo opulento y hasta podríamos hablar de una pandemia mundial. Los trastornos alimentarios que incluyen anorexia y bulimia son el grupo de enfermedades más frecuentes en adolescentes y ninguna niña o adolescente se halla a salvo de ella incluyendo a las niñas árabes, que hasta hace poco se pensaba que estaban a salvo de esta enfermedad; ellas dejan de ser inmunes cuando son educadas en una cultura europea. La probabilidad de sufrir un trastorno alimentario no depende pues de la raza, la etnia o de la clase social sino de la cultura.

La bulimia es un trastorno que  se caracteriza por una disconformidad con el propio cuerpo, que se da sobre todo en chicas y que se caracteriza por una conducta que oscila entre la deprivación alimentaria, los atracones de grandes cantidades de comida en poco tiempo de una forma compulsiva (con sensación de perdida de control) y más tarde por maniobras compensatorias de tipo purgativo, unas veces es el ejercicio físico intenso, otras el vómito y menos frecuentemente el uso de laxantes.

En ocasiones no vamos a contemplar la secuencia completa privación-atracón-vómito, sino que se establece el vómito directamente como medida de adelgazamiento, en otras vamos a encontrarnos con personas que comen grandes cantidades de comida sin recurrir a ninguna medida de compensación, en realidad estas formas incompletas de bulimia siguen siendo bulimia (hambre de toro) y aunque se las conoce con otros nombres (trastorno por atracón o binge eating) en realidad hay pruebas de que estamos hablando de variantes personales de un mismo trastorno. Esta es la idea original de Russell para el que la anorexia, la bulimia y el atracón representarían las tres modalidades de una misma enfermedad, con independencia de si se dan en una persona con bajo, normal o sobrepeso.

Lo que llama la atención es que la bulimia sea una enfermedad nueva ¿lo es? seguramente no, es posible que la bulimia, es decir el atracón seguido de vómito con sensación o no de perdida de control existiera desde siempre. Sucede que a veces nuestra conceptualización de las enfermedades cambia el nombre a conductas que otrora tenían otro sentido, es muy posible que esto haya sucedido con la bulimia. Hoy el motivo más frecuente por el que una persona se pone a dieta es precisamente la razón de tipo estético pero en otro tiempo es muy posible que existieran otros motivos, como los espirituales o la gula a secas.

La gula no es una enfermedad sino un pecado capital, la diferencia que existe entre ambas conductas tan parecidas es que mientras la gula se considera un vicio que persigue un exceso de placer (el placer de comer), a la bulimia se le sustrae de entrada esta posibilidad: es bien sabido como la secularización del mundo dejo muchas conductas sin etiquetar y que lograron con el paso del tiempo ser catalogadas por la psiquiatría que es el cajón de sastre permanente de la secularización de las conductas humanas.

O dicho de otra forma: la amortización de lo pecaminoso dejó al hombre sin poder nombrar conductas que otrora caían dentro de la condena moral o religiosa y estas conductas se medicalizaron, pasaron a ser especies psiquiátricas o jurídicas o las dos al mismo tiempo.

Pero este cambio de ubicación del placer de comer, convirtió un goce dionisíaco en una instancia alienada, algo que sucedió con todos y cada uno de los goces que el hombre había inventado mientras era dominado por las creencias religiosas y que pasaron así de ser transgresiones a convertirse en compulsiones, sucedió con el hábito de beber, con el juego, con el consumo de drogas e incluso con el crimen. Sin referentes morales que transgredir y sin pecados que purgar el ser humano termina por transformar un placer en una compulsión, en algo que se siente como alienado, como un impulso irresistible y donde el placer hay que ir a buscarlo en última instancia a una confesión que algunos de los pacientes -los más lúcidos- hacen cuando se les interroga y cuya única recompensa de tan peligrosa conducta es el adelgazamiento que aparece como el único fin que la purga pretende encontrar ninguneando el hecho de que en la bulimia lo esencial no es tanto la purga sino el atracón.

Naturalmente darse atracones de comida y al mismo tiempo mantener una figura estilizada son dos fines incompatibles entre sí, solo algunas bulímicas muy “profesionalizadas” lograr alternar los dos placeres como sucedía en las antiguas bacanales romanas donde los individuos vomitaban sólo por el placer de poder atracarse otra vez.

Es la esencia del nihilismo, ese lugar que habitamos desde Kafka y Dostoievsky hasta aquí y pasando por Ernesto Sábato. Una posición de rebeldía que nos impulsa a no creer en nada más que en ese estúpido subjetivismo emotivista que señala como bueno aquello que nos parece bueno y como no deseable aquello que aparece como lejano o inaccesible. Es como si el hombre secular hubiera sido incapaz de encontrar una ética laica que le permitiera vivir en un mundo sin propósito, sentido, objetivos, verdades o valores.

En realidad la bulimia es una conducta intencional (el vómito y los atracones son autoprovocados) pero absolutamente despojada de una finalidad una vez se ha convertido en un hábito. Llega un momento en que el vómito o el atracón ya no se hacen por hambre, placer o por un intento de adelgazar sino simplemente se usan como tranquilizantes genéricos indiferenciados, cualquier situación de la vida es el pretexto para que el individuo se atraque o vomite sin importar la cualidad del estado mental que esté sintiendo. Es entonces cuando el ciclo atracón-vómito ya no produce ningún placer y es entonces cuando los pacientes consultan, quizá después de 10 o más años en que mantuvo su enfermedad en secreto.

Es precisamente en este secreto donde nos encontramos de bruces con los rastros de lo sagrado y de su transgresión.

Las preguntas que a continuación deberíamos hacernos son estas

1.-¿por qué las personas no somos capaces de dejar de hacer algo que hacemos y que sabemos que nos perjudica? o esta otra:

2.-¿cómo es posible que una persona siga comiendo a pesar de encontrase saciada, por qué comer más de lo que se necesita?

3.-¿qué sentido tiene darse esas grandes comilonas seguidas de un sentimiento informe de culpabilidad?

A la primera pregunta se puede responder diciendo que un hábito es un condicionamiento y que los seres humanos somos muy sensibles al condicionamiento clásico, comer, morderse las uñas, fumar o beber en exceso son conductas condicionadas como otros cientos de conductas banales que repetimos todos los días y que no son más que condicionamientos que hemos adquirido en nuestros procesos de aprendizaje, basta repetir cualquier cosa un número de veces indefinido para que esa cosa pase a constituirse como un hábito es decir como una conducta estereotipada. Una conducta condicionada durante muchos años es además muy resistente a la extinción: dejar de comer en exceso o dejar de vomitar son tareas heroicas que pueden llevar muchos años de desaprendizaje.

La segunda pregunta se responde entendiendo que comer no es solo la acción que hacemos para nutrirnos, se trata de una conducta social que sirve para establecer relaciones sociales entre la familia y los iguales, comer es en nuestra especie -sobre todo- compartir, pero además hay otro elemento muy importante que está relacionado con el hecho de comer.

  • Comer en exceso hace a las personas menos atractivas de acuerdo con el molde estético imperante en la actualidad y también menos eficientes.
  • Comer es una conducta que depende de uno mismo y que de alguna manera está relacionada con la adquisición de control, comer o dejar de comer pueden sustituir a miedos, ansiedades o zozobras de abandonarnos en manos de otras personas, comer puede ser un buen remedio contra el aburrimiento y el vacío. Es seguro que todos los seres humanos prefieren “fabricarse” un sufrimiento diseñado a su medida que aceptar cualquier disciplina que proceda del exterior. El Yo es el supremo Amo de nuestra época nihilista y el emotivismo su culto.

Dicho de otra forma no siempre el comer está relacionado con el hambre sino con el deseo de abandonar en esa guerra larvada de la popularidad entre muchachas que compiten en el mercado sexual, una especie de venganza que vendría a decir “no es que sea poco atractiva es que soy bulímica”. Es así como algunas recomponen su autoestima dañada. En otras ocasiones sin embargo comer tiene otra función: la función de anestesiarse frente a ansiedades sin nombre que no alcanzamos a vislumbrar. Al depender del control voluntario de la intencionalidad el hecho de comer opera como un narcótico en su sentido más farmacológico: no sentimos más que hambre puesto que el resto de las necesidades psicológicas han sido desplazadas y obturadas por el exceso de apetito. Lo único que aparece en la mente y en los sueños es comida.

En realidad el hambre excesiva es un engaño de los sentidos especializados en una única paleta de percepciones corporales. Se trata de una demanda, no de una necesidad por más que las bulímicas se encuentren igual de desnutridas que sus hermanas anoréxicas pues la buena nutrición es algo que va más allá del peso y que tiene que ver con una alimentación completa, variada y suficiente.

Por ultimo nos queda responder a la última pregunta, ¿por qué la culpabilidad?¿de qué se sienten culpables las bulímicas?

Sucede por dos razones: el atracón se vive siempre con una perdida de control puesto que el individuo en realidad quisiera ponerse a dieta pero no puede llevarla a cabo pues cada intentona es seguida por un fracaso que debilita la fe en las propias capacidades y devuelven al individuo una sensación de ineficacia y de inconsistencia. Pero esta pérdida de control no explica la culpa ¿culpa de qué? En realidad la culpa es un sentimiento muy poco laico, es la responsabilidad la depositaria laica de la culpa religiosa.

Es precisamente el hecho de haber transmutado la gula en una enfermedad la que debilita la responsabilidad individual y la que arroja en brazos de la culpa numénica algunas de nuestras conductas de las que seguimos siendo responsables por mucho que las sintamos como algo enajenado.

En conclusión la bulimia es otro ejemplo de cómo un pecado dejó de serlo quedando el pecador sin posibilidad de redención.

En su lugar ofrecemos un tratamiento.

 

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