Quiero mostrar que Abraham Lincoln era un hombre y no un monumento: Steven Spielberg

Por Mónica Maristain

 

 Foto: Especial

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Este viernes llega a nuestro país Lincoln, la aventura cinematográfica de Steven Spielberg, un consumado autor de filmes trascendentes como La lista de Schlinder, con la que ganó su primer Oscar y El Color Púrpura –con la que perdió 11, es decir, todas las nominaciones a las que estaba considerado- y de “churros” venerables como E.T. y Jurassic Park.

 

Este año, el director de 66 años, podría llevarse una tercera estatuilla dorada a casa y establecer un récord en los Oscar si es que el filme protagonizado por Daniel Day-Lewis vence en las 12 categorías a la que está nominado, lo que no resulta un dato irrelevante para un viejo lobo de la industria cinematográfica como este judío magnánimo llamado a menudo y no muy imaginativamente “El Rey Midas de Hollywood”.

 

La historia del decimosexto presidente de los Estados Unidos y particularmente de todos los entresijos que rodearon la institución de la Enmienda 13 que acabó con la esclavitud en dicho país, es una apuesta personal para Spielberg, quien desde niño se ha sentido obsesionado con la figura de Abraham Lincoln.

 

“Recuerdo haber tenido cuatro o cinco años cuando vi por primera vez el Monumento a Lincoln y haber estado terriblemente asustado por el tamaño de la estatua en esa silla, pero entonces me fui acercando poco a poco y quedé completamente cautivado por su rostro. Nunca olvidaré ese momento. Me dejó preguntándome acerca de ese hombre sentado muy arriba de mí en esa silla”, dice el cineasta en una entrevista de prensa distribuida por la Twentieth Century Fox.

 

“Lincoln guió a nuestro país a lo largo de sus peores momentos y permitió que los ideales de la democracia sobrevivieran, además de haber asegurado el fin de la esclavitud. Quería hacer un filme que mostrara cuán multifacético era el hombre. Fue estadista, líder militar, pero también padre, esposo y hombre que siempre estaba en un absoluto estado de introspección.

 

Quería contar una historia acerca de Lincoln que evitara los errores tanto del cinismo como de la pleitesía al héroe y serle fiel a la inmensidad de quién era y a la intimidad de su vida, así como a los ángulos más delicados de su naturaleza”, agrega.

 

Al director y a su guionista Tony Kushner (el responsable de Munich, en 2005) les llevó 10 años encontrar una historia precisa alrededor del prócer estadounidense, centrada en los últimos cuatro meses de vida del mandatario que muriera asesinado en el Teatro Ford, cuando tenía 56 años, uno menos que el protagonista del filme.

 

“Nos enfocamos en los últimos cuatro meses de la vida de Lincoln, porque lo que consiguió en aquella época fue verdaderamente monumental. Sin embargo, queríamos mostrar que él mismo era un hombre y no un monumento. Sentimos que nuestra mejor oportunidad para hacerle justicia a esta persona inmensamente compleja era representarlo en medio de su batalla más difícil: la autorización de la Enmienda 13 en el piso de la Cámara de los Representantes”, afirma Spielberg.

 

 

“Mis películas se cuentan con mayor frecuencia a través de imágenes, no palabras. Pero en este caso, las imágenes pasaron a un segundo plano ante las increíbles palabras de Abraham Lincoln y su presencia.”, confiesa el director.

 

A su tiempo, el guionista Tony Kushner asegura que “probablemente nadie más hubiera podido dirigir Lincoln y haberle dado vida con todo su humanismo y, al mismo tiempo, contar una historia que llamará la atención a una gran cantidad de gente, ya que no sólo es una película biográfica. Esta película le ofrece a la gente un Lincoln perdurable. Espero que inspire a la gente a creer nuevamente en la posibilidad del liderazgo”, afirma.

 

 

Sin embargo

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