De Los Beatles a Bill Evans: Haruki Murakami le pone música a “Después del terremoto”

Por Mónica Maristain

Foto EFE

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Aficionado al jazz (tuvo un club en Tokio) desde que sus padres le regalaran un disco de Art Blakey & the Jazz Messengers, el escritor japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949) ama tanto la música como la literatura.

“Ya sea en la música o en la ficción, lo más elemental es el ritmo. Tu estilo tiene que tener un buen ritmo, natural y continuo o la gente no seguirá leyendo tu obra. Conocí la importancia del ritmo gracias a la música, y principalmente por el jazz.

Luego está la melodía, que en la literatura significa la colocación adecuada de las palabras para que sigan el ritmo. Si las palabras encajan con el ritmo de modo fluido y hermoso, no puedes pedir más.

A continuación está la armonía, los sonidos mentales internos en los que se sustentan las palabras. Y luego viene la parte que más me gusta: la improvisación libre. A través de un canal especial, la historia mana con libertad desde dentro. Lo único que tengo que hacer es dejarme llevar”, dijo en una muy difundida entrevista otorgada hace unos años al New York Times.

Autor de una obra constante y exitosa que inició cuando tenía 30 años y, mirando un partido de béisbol en la televisión, decidió ser escritor, ha vendido muchos ejemplares de una gran novela  de más de 600 páginas titulada Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.

De su pluma salieron, además, Sputnik, mi amor, Al sur de la frontera, al oeste del sol, Sauce ciego mujer dormida, Kafka en la orilla, El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, After dark y La caza del carnero salvaje.

Fue su novela Norgewian wood (Tokio Blues), titulada así en homenaje a “Madera noruega”, el famoso tema de Lennon y McCartney, el preferido de Naoko (protagonista de la historia), la que le dio fama mundial y lo ha convertido en un eterno candidato al Premio Nobel.

 

 

Su reciente libro, el compilado de cuentos Después del terremoto, dado a conocer en español por la editorial Tusquets, no es la excepción en la obra del autor en lo que a música se refiere.

En su obra, definitivamente, la música es algo más que un subtema y a menudo el escritor deja caer sus impresiones acerca de diversos géneros, entre ellos su amado jazz y el siempre repudiado pop.

 

SE LLEVÓ TODOS LOS DISCOS DE BILL EVANS

“De los estantes de cedés habían desaparecido casi todos los discos de los Beatles y de Bill Evans, a pesar de que Komura los coleccionaba desde antes de casarse”, informa el narrador del cuento “Un ovni aterriza en Kushiro”.

Precisamente, esa podría ser una buena línea del tiempo para tratar de enmarcar los gustos musicales de Murakami: la mención a uno de los mejores pianistas de jazz de la historia y los reyes de la música pop del siglo XX, el sagrado cuarteto de Liverpool a quien el autor japonés admira sin tapujos y consecuentemente.

 

 

Aunque nunca podremos afirmar con todas las letras que las estrategias y aficiones de los personajes corresponden a las del autor, es fácil adivinar que Haruki ama el jazz y las canciones de los Beatles.

Ahora bien, ¿coincide con Junko, uno de los personajes del cuento “Paisaje con plancha” en la aversión a Pearl Jam?

 

 

“¿Y qué gracia le encuentras tú a Pearl Jam? Sólo es ruido –repitió Junko –

Pearl Jam tiene 10 millones de fans en el mundo (Keisuke)”.

En una conferencia mundial sobre la glándula tiroides, la doctora Satsuki asiste a un karaoke con sus amigos, para cantar “The surfer girl”, de The Beach Boys, la legendaria banda fundada en California en 1961.

 

 

Sin embargo, en el cuento “Tailandia”, nada conmoverá más a la doctora que descubrir la afición por el jazz que tiene su chofer. Un gusto que se demuestra con la transmisión en el coche de “I Can´t Get Started”, el standard que “suena” en el libro, versionado por Howard McGhee a la trompeta y Lester Young al saxofón tenor.

 

 

SÓLO LOS DEL VIEJO JAZZ

“A mi padre le apasionaba (el jazz). De pequeña, me hacía escuchar jazz muy a menudo. Me ponía la misma melodía una vez tras otra y me hacía aprender el nombre de los intérpretes. Cuando se los decía todos sin equivocarme, me regalaba un pastel. Por eso ahora aún los recuerdo. Pero sólo los del viejo jazz. Lionel Hampton, Bud Powell, Earl Hines, Harry Edison, Buck Clayton…a los nuevo no los conozco”, dice la doctora Satsuki, quien en un momento de la historia cierra los ojos para dejarse llevar por la melodía de “I’ll Remember April”, de Erroll Garner.

 

“Justamente, Concert by The Sea, de Garner, era el disco favorito de su padre”, cuenta el narrador.

 

El oso Masakichi de un cuento infantil que “no escucha punk ni heavy metal ni esas cosas”, sino a Schubert, es otro de los apuntes musicales de Murakami en Después del terremoto, un libro con derecho a estar entre lo mejor de su obra, aun cuando su formato pequeño y sus formas breves lo alejen de las monumentales novelas a que nos tiene acostumbrados.

 

 

 

 

 

Fuente Sin Embargo

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