LA CHUNGA de Mario Vargas Llosa en el Teatro Español

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Del 25 de abril al 16 de junio de 2013

 

A lo largo de sus casi cinco siglos de historia, el Teatro Español ha acogido a
los más insignes autores que ha dado nuestra lengua, ofreciendo un testimonio
preciso del talento de su tiempo. En sus tablas se ha estrenado a Lope, a
Calderón, a Tirso, a Zorrilla, a Benavente o a Lorca, por citar sólo a algunos de
estos maestros. Mario Vargas Llosa, heredero actual de los más grandes
genios de nuestra literatura, se suma hoy a esa tradición con este nuevo
montaje de «La Chunga», primera de las producciones que afrontará este teatro
de su obra dramática completa. Cumplimos así con un deber inexcusable de
esta casa centenaria: que el Español siga siendo el gran Teatro del universo de
la lengua de Cervantes.

Natalio Grueso

 

Una de las principales apuestas de Natalio Grueso al entrar a dirigir los
espacios escénicos del Ayuntamiento de Madrid fue la de poner en pie la obra
dramática del Premio Nobel de Literatura de 2010, Mario Vargas Llosa.
Cumpliendo con su palabra, el Teatro Español ofrece, el 25 de abril el estreno
de esta nueva versión de La Chunga que, dirigida por Joan Ollé, estará
protagonizada por las actrices Aitana Sánchez Gijón e Irene Escolar junto con
Asier Etxeandía, Tomás Pozzi, Jorge Calvo y Rulo Pardo.

El drama, escrito en 1986, sitúa la acción en 1945 en el viejo bar que regenta
La Chunga, donde cuatro amigos beben y juegan a los dados. Uno de ellos,
Josefino, pierde gran cantidad de dinero y ofrece en prenda su acompañante
Meche -una joven e ingenua muchacha- a La Chunga que se había quedado
prendada de ella. Ambas suben a la habitación de la dueña del bar y nunca
más se sabe de la joven. Sobre esta trama se van sucediendo las
especulaciones de unos y otros sobre lo sucedido, sus imaginaciones y sus
temores.

De esta manera, Vargas Llosa, realiza un sutil trabajo mezclando la realidad y
la fantasía aplicadas al carácter del ser humano, de lo que anhela, se imagina y
la realidad que le rodea, la verdad o la mentira y como el propio autor define:
“el teatro no es la vida, si no el teatro, es decir otra vida, la de mentiras, la de
ficción”

En pocas palabras, LA CHUNGA podría ser una historia de prostitución entre
mujeres. Por más que la pupila reclame -como una perrita infiel- la protección
de su dueña, ésta no debería enamorarse  o compadecerse de ella. Y más
cuando se ha jurado que nunca volvería a ceder ante ninguna de las máscaras
del deseo, ya que esto significaría perder la guerra.

Y, como música de fondo, cuatro Inconquistables (el cafiche, el romántico, el
pedófilo, el onanista) que juegan a dados, a canciones y a navajas mientras
imaginan, sacando a pasear a sus más sucios fantasmas, qué pudo pasar
aquella noche y en aquella habitación entre la Mechita y Chunga.

Tal vez la palabra amor no tenga entrada libre en este barecito destartalado de
los arrabales de Piura ni en el alma de aquellos que lo gobiernan y frecuentan,
pero sí la inútil nostalgia de aquello que pudo ser. Y la soledad, una
desesperada y espantosa soledad.

Joan Ollé

 

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Historia de La Chunga

Una niña que nació en un burdel, mientras éste se incendiaba, en las afueras
de Piura, una ciudad del norte del Perú, rodeada de arenales, donde viví de
niño. Ésa fue la primera idea que tuve del personaje, en los años sesenta,
cuando escribía La casa verde, mi segunda novela. La llamé la Chunga –que
puede ser un nombre o un apodo- para subrayar su origen humilde, pues así se
apellidan muchos piuranos de origen campesino. La Chunga cruzaba
fugazmente aquella historia, primero como una huérfana, años después como
una mujer dura, que regentaba un bar con mano de hierro, en una barriada
pobre de la periferia piurana.

Con ella me ocurrió algo que rara vez me ha sucedido con otros personajes
luego de publicada la historia donde aparecen: permanecía muy viva en mi
memoria, siempre presente, y con una expresión resentida, como
reprochándome haberla desperdiciado, no haber sabido aprovecharla en todas
las posibilidades que escondía.

Durante años, la Chunga iba y volvía, y yo fantaseaba con ella historias que no
llegaba a escribir porque algo les faltaba para sentir al personaje en su
totalidad. Un día, en Londres, a mediados de los años ochenta, se me ocurrió
que el medio natural de la Chunga no era una novela sino un escenario teatral.
Y, entonces, la “vi”. De inmediato, también, sentí que debía rodearla de los
“inconquistables”, esos vagos y jaranistas legendarios de mi infancia piurana,
que atronaban las chicherías con sus guitarras y sus cantos, y parecían vivir
sus vidas en las calles, dedicados a piropear a las muchachas y a agarrarse a
trompadas con cualquiera que les faltara el respeto.

En esos años yo andaba fascinado por las relaciones entre la ficción y la vida,
es decir, por esa magia a la que recurren casi todos los hombres y mujeres
para desagraviarse a sí mismos de sus fracasos y limitaciones, inventando
historias que los hacen vivir de mentiras aquellas experiencias maravillosas o
terribles que no se resignan a no tener, mientras que de este modo terminan
por volverse verdaderas. Sobre ese tema había escrito ya una novela y una
obra de teatro.

Ése es también el asunto sobre el que gira esta historia de esta obra en la que
están atrapados, como en una telaraña, la Chunga y los inconquistables. Algo
pasó allí, en ese barcito miserable, una noche de antaño, aquella primera y
última vez en que Meche, la amante de Josefino, visitó el bar de La Chunga,
algo que encandila la imaginación y los deseos de esos hombres rudos e
ignorantes, y algo que sólo sabe la Chunga, pero no lo dice y nunca lo dirá.
Porque, acaso, con el tiempo que ha corrido desde entonces y debido a sus
propias fantasías, a lo mejor ni siquiera ella lo sabe ya con certeza. La memoria
suele a menudo hacernos esa trampa: convertir las verdades en mentiras,
volver ficción la realidad.

De todas las obras de teatro que he escrito, La Chunga, desde que la estrenó
en 1985 en Lima el grupo Ensayo, dirigida por Luis Peirano y con Delfina
Paredes en el papel principal, es la que más se ha representado –en una
veintena de países- y la que nunca ha estado mucho tiempo sin volver a subir a
un escenario en algún rincón del mundo. Tal vez la explicación de esta
supervivencia tenaz sea lo universal de ese quehacer que puebla con
imágenes delatoras el ocio de los cuatro inconquistables: recurrir a la fantasía
para alcanzar a través de ella a esos escurridizos fantasmas sin los que no
podríamos  vivir y que, en la realidad, se nos esfuman cada vez que creemos
tocarlos.

 

Reparto (por orden de intervención)

 

El mono Tomás Pozzi

Lituma Jorge Calvo

José  Rulo Pardo

Josefino Asier Etxeandía

La Chunga Aitana Sánchez Gijón

Meche Irene Escolar

Escenografía      Sebastià Brosa

Iluminación                  Lionel Spycher

Vestuario       Miriam Compte

Movimiento escénico     Andrés Corchero

Diseño de sonido         Orestes Gas

Ayudante de escenografía y vestuario      Nicolás Bueno

Fotografías y diseño de cartel    Javier Naval

 

Construcción de decorado   Escenografía Moiá

Realización de vestuario      Goretti 

Ayudante de dirección    Iban Beltran

Dirección Joan Ollé

 

Una producción del Teatro Español

 

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