«Solo de flauta», de René Rodríguez Soriano. Un libro hecho de acordes de poesía.

Solo de flauta, Rodriguez Soriano

Por Teresa R. Hage

“Escribo para espantar dinosaurios y otras sierpes de bífidas ponzoñas, para lavarme del tedio, la envidia y la desidia. Voy con el sentimiento en ristre, a toda marcha, y un detector de adulaciones siempre a mano” –dice de sí mismo René Rodríguez Soriano y de inmediato nos atrapa sin remedio en su escritura.

René Rodríguez Soriano (Constanza, 1950) es uno de los autores dominicanos contemporáneos más reconocidos internacionalmente. Galardonado con el Premio Nacional de Cuentos Casa de Teatro (1996), el Premio Nacional de Cuentos José Ramón López (1997) y el Premio Nacional de Literatura UCE 2007 y 2008, es autor de una importante obra poética y narrativa en la senda de Neruda, Cortázar o César Vallejo: Raíces con dos comienzos y un final (1977- 1981), Canciones rosa para una niña gris metal (1981), Muestra gratis (1986), Todos los juegos el juego (1986); Su nombre, Julia (1991), La radio y otros boleros (1996), Queda la música (2003), Sólo de vez en cuando (2005), Apunte a lápiz (2007), Betún melancolía (2008), y El mal del tiempo (2008), entre otros.
Con el escritor Ramón Tejada Holguín publicó: Probablemente es virgen, todavía (1993), Y así llegaste tú… (1994), Blasfemia angelical (1995) y Pas de deux (2008).  Y con el poeta Plinio Chahín, Salvo el insomnio (2002).

Desde 1998 reside en Miami, donde desempeña una importante labor de difusión y promoción de la literatura latinoamericana en general, y dominicana en particular, a través de la revista digital MediaIsla en la que colaboran escritores de todo el mundo.

Solo de flauta (Alfaguara, 2013), su último libro, es una selección de noventa y un relatos breves denominados por su propio autor cuentemas (mitad cuento, mitad poema). La obra se estructura en siete secciones, de temática y técnica narrativa diferentes, que condensan trece relatos cada una con los que el autor construye siete bellísimas piezas literarias:“Juegos raros”, “Renombre de la nada”, “Mahler y otras falacias”, “Historia de colores”, “Cuaderno de pasiones”, “Libro de cabecera” y “Fotos de Familia”.

Un libro hecho de fragmentos de memoria, de emociones y conmociones, de “sentimientos en ristre”, un libro que es un regreso a las dos patrias del escritor: a su pueblo Constanza y a su infancia: “En este libro hay mucha gente muy querida, historias que alguna vez y de algún modo me marcaron. Es un libro que viaja en el tiempo y en el espacio” -dice el autor para quien el libro es también “en cierto modo una fiesta, una celebración de la palabra y el lenguaje”.

Rodríguez Soriano ha ido edificando desde los años noventa este libro de nostalgias por el que circulan y se dejan oír muchas voces y muchas historias, escuchadas, imaginadas o soñadas pero todas reencontradas en un solo lenguaje y una sola mirada, el lenguaje de “mil tonalidades” de Rodríguez Soriano y la mirada inocente del niño que fue en la Constanza de su infancia: “desde hace algunos años -aunque suene mal pensar la patria ausente por razones ambientales- daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente (…) varias figuras de su historia, montañas y tres o cuatro ríos.»

A la espera de que Alfaguara distribuya en España Solo de flauta, les dejo aquí uno de los hermosos cuentemas de «Mahler y otras falacias».

 

PARADA SIETE

                    En algún lugar del mundo hay una ca-

lle, transeúntes y casas y edificaciones con colores

y dimensiones que te atraen. En algún lugar del

mundo caminas, te detienes, sonríes y oyes al-

guna música. En otro lugar del mundo, a veces

llueve, sale el sol, hace relativamente frío; te pin-

to y te busco en la nervadura de mis dedos que te

piensan. Pincel en ristre, ensayo mil tonalidades,

fundo colonias cromáticas de peces y libélulas en

los descampados y las celosías. ¿Qué dimensión

tendrían mis manos, con qué pericia cruzarían sin

despertar el tigre de las aguas quietas de tus ojos?

Mi torpe condición de conductor de mariposas

me frustra y desespera, ¿podré, sin ensuciar las

teclas de tu risa, tejer con armonía los sonidos y

el tiempo para hablarte y que me oigas? ¿De qué

color se sonrojan los lirios o los tulipanes, cuan-

do pasas por algún lugar del mundo?

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