LOS ESPACIOS DEL ARTE: HAGIA SOFIA DE CONSTANTINOPLA

Por Ruth M. Cereceda

Hagia Sofía
Estambul, Turquía (532-37 d.C.)

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Fuente de imágenes: http://estambul06.blogspot.co.uk/

 

Como estudiante de Historia de Arte, pocos lugares me llamaban la atención tanto como la antigua capital de Imperio Romano de Oriente: Constantinopla. Sin conocerla, su belleza, exotismo y misticismo personificaban la esencia romántica del cercano oriente, unida a la sensación de poder y grandiosidad que transmiten los más importantes centros políticos y culturales de las civilizaciones antiguas.

La ciudad, fundada por el emperador Constantino hacia el año 330 y situada a orillas del Bósforo -punto de contacto entre Europa y Asia-, fue conocida como la Reina de las Ciudades, por su tamaño y riqueza; o la Encrucijada del Mundo, por servir como nexo de unión de las rutas comerciales marítimas entre Europa, Asia y África.

Su diseño responde a la política imperial y religiosa de su fundador. Su escenografía, marcada por la monumentalidad de unos edificios destinados a ceremonias religiosas y de estado, y por el Mese, o gran paseo procesional central, hizo de ella una segunda Roma de características espaciales únicas y sin precedentes.

La historia de Constantinopla, desde su fundación hasta su declive tras el saqueo sufrido a manos de los Cruzados en 1204, aúna periodos de prosperidad y riqueza con otros de gran agitación social y destrucción. A pesar de ello, durante la Edad Media se convirtió en la ciudad más grande y próspera de Europa, sólo igualada por la Córdoba islámica.

Y si Constantinopla era la ciudad, Santa Sofía era la iglesia.

 

Etimología:

– Constantinopla: del griego Κωνσταντινούπολις, Konstantinúpolis, y del latín Constantinopolis – la ciudad de Constantino.

– Hagia Sofía o Santa Sofía: del griego Άγια Σοφία, y del latín Sancta Sophia o Sancta Sapientia – Santa o Divina Sabiduría.

 

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Fuente de imágenes: http://www.estambul.es/

 

La iglesia de Hagia Sofía fue encargada por el emperador Justiniano I el Grande (483-565), con el objetivo de eclipsar a todos los demás edificios religiosos jamás construidos. Mayor que cualquiera de las iglesias de Roma, Santa Sofía fue durante siglos la iglesia más grande de la Cristiandad.

El encargo recayó en los arquitectos Isidoro de Mileto y Artemio de Tralles. Ambos, conocidos físico y matemático y herederos de una tradición arquitectónica muy lejana de la fábrica romana, crearon una estructura de una genialidad que sorprende por su disimulada sencillez estructural.

La planta se presenta como un espacio rectangular que encierra un rectángulo, en cuyas esquinas se sitúan cuatro grandes pilares que soportan el peso de la bóveda. Ésta descansa sobre cuatro pechinas (triángulos curvilíneos que forman el anillo de una cúpula con los arcos sobre los que se apoya) que surgen de los pilares. Hacia el Este y el Oeste de la cúpula, se disponen dos semicúpulas del mismo diámetro que la central, y bajo éstas varios grupos de cúpulas de menor tamaño.

Las matemáticas eran consideradas como la ciencia más elevada en este periodo, y no es casualidad que los arquitectos elegidos para la empresa fueran maestros en esta disciplina. Artemio de Tralles describió la estructura de Santa Sofía como la “aplicación de la geometría a la materia sólida”. Sin embargo, el enorme espacio de su interior no permite al simple ojo humano evaluar la exquisitez de sus proporciones y la geometría de sus volúmenes; los límites de los mismos se encuentran bien disimulados, gracias a la interpenetración que se produce entre los diversos espacios. Originalmente, el ambiente de su interior se encontraba además enriquecido por el esplendor de la luz que entraba por los ventanales de la cúpula, y que se reflejaba en toda su superficie, decorada con mosaico dorado.

 

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Fuente de imágenes: http://www.estambul.es/

 

En el exterior, la iglesia no presentaba una fachada principal, a diferencia de la tradición arquitectónica romana, sino que era su silueta lo que llamaba la atención desde cualquier punto de la ciudad. De hecho, esta silueta externa es lo único que hubiera visto un habitante de aquella Constantinopla que, a diferencia del turista moderno, nunca hubiera sido admitido en su interior. La iglesia no se diseñó para cumplir con la función de lugar de oración comunal de las tempranas basílicas cristianas, sino que era la sede del Patriarca ortodoxo de Constantinopla. Su uso estaba limitado exclusivamente a la corte, y a la realización de ceremonias imperiales y rituales bizantinos (coronaciones, etc.)

Todas las características del edificio, aún hoy en día, responden a las desarrolladas por la arquitectura Bizantina en su desafío al ideal cásico de regularidad y uniformidad. La función de los volúmenes queda enmascarada, y el exterior de los edificios se diseña de forma que guarde el núcleo central interior, en el que la falta de iluminación natural crea un espacio oscuro, indeterminado y, aparentemente, confuso: un secreto por descubrir y disfrutar.

Tras la ocupación otomana de la ciudad, en 1453, la iglesia fue reconvertida en mezquita (de este periodo datan los cuatro minaretes y los contrafuertes exteriores) y sirvió como modelo para la realización de muchas otras, como la Mezquita Azul (1609-17), también en Estambul. Desde 1935 se ha utilizado como museo.

Mayo, 2013.

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