Mourinho, “el profesor portugués”; un hombre con una profunda adicción a la victoria y a la inmortalidad

Foto: Real Madrid

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No sería extraño que José Mourinho tuviera un jardín lleno de rosas en cada casa que habita. Su madre, jardinera de profesión, seguramente lo arropó con flores, le enseñó el mundo a través de las diferentes especies de tulipanes, y le explicó la vida y la muerte como si la vida del ser humano se tratara de la vida de una flor.

Nació en Setúbal y creció al lado de una jardinera que le daba cariño desde que estaba en su vientre, y de un portero cualificado de profesión. Cuando había alcanzado la edad de cinco años, Mourinho estuvo a punto de morir si no hubiera sido por los médicos que lo salvaron de una peritonitis. Después, con algunos años más, vendrían los tiempos de formación.

Una riña con su profesor de matemáticas lo obligó a dejar la escuela durante el último año antes de ingresar a la universidad. Durante ese lapso de tiempo, su madre, María Julia, que además de jardinera trabajaba en una escuela de Lisboa, y que siempre quiso que su José estudiara administración, lo inscribió en un colegio privado que ofrecía estos conocimientos. Al primer día de clases, Mourinho se dio cuenta que no tendría ningún futuro en esa profesión, por lo que una vez que se escuchó la chicharra de salida del colegio Mourinho cogió sus cosas y se fue con su padre, que en ese entonces entrenaba al Rio Ave FC.

Al año siguiente, el portugués, de carácter difícil, regresó al colegio y se graduó. Más tarde estudiaría en el Instituto Superior de Educación Física (ISEF) y se graduaría con un diploma en ciencias motoras. De la noche a la mañana, Mourinho había cambiado su piel de estudiante por la de profesor en una escuela con jóvenes discapacitados.

Compaginaba sus dotes como maestro con los de defensa central en el Rio Ave FC, club que entrenaba su padre, hasta que un buen día a punto de debutar en el máximo circuito de futbol profesional, el presidente del equipo amenazó con echar a padre e hijo del equipo si papá Félix incluía a su hijo, un chico con carencias para jugar en esas élites balompédicas en la alineación titular. Mourinho se sentía humillado.

A la edad de 24 colgó las botas. Era momento de hacerse entrenador. La historia de José Mourinho que vendría a continuación es conocida en cada esquina. Hizo el curso de técnico de la UEFA, el inglés Bobby Robson le ofreció ser su traductor en el Sporting y luego se lo llevó al Barcelona. Luego se fue el británico y Louis van Gaal lo adoptaría en su cuerpo técnico. Pocos saben este detalle, pero el técnico holandés, allá por el 16 de mayo del año 2000, le permitió ser el entrenador del Barcelona en la final de la Copa Cataluña en donde el conjunto azulgrana venció 3-0 al Mataró, hecho que marcó su trayectoria profesional al ser el primer título que ganaría a título personal con el club al que hoy desprecia con frecuencia.

Ahí, en esas tierras  lo llaman el “Traductor”, por eso cada partido con el Barcelona se convierte en un asunto de revancha personal. Con el paso del tiempo Mourinho se ha convertido en un gestor de emociones y se ha sacado el título de doctor en persuasión.

Sus entrenamientos son simulaciones de partido, de tal manera que la tensión que se vive en el vestidor y en el campo en el día a día sube de temperatura conforme pasan los meses. Mourinho es de ciclos cortos, su personalidad y sus componentes emotivos suelen romper grupos. Si es necesario elevar el nivel de alguno de sus jugadores, es capaz de dividir el vestidor para sacar el más profundo competidor que sus pupilos llevan dentro, como lo hizo con Lampard y Terry en el Chelsea.

Mourinho es un actor de día y un hombre de familia de noche. Es un actor por excelencia, tiene tantos libretos en su escritorio como argumentos futbolísticos en su cabeza. No se detiene con nada. No lleva frenos. Ha calificado a los periodistas italianos como prostitutas intelectuales. Se ha enfrentado con Guardiola, Cruyff, Van Gaal, Wenger y compañía. Es un provocador por naturaleza, empedernido e incorregible, si no que le pregunten a la prensa española que tanto le ha atacado durante su etapa como entrenador del Real Madrid y no ha percibido un solo cambio de actitud en su carácter.

“En un mundo de hipócritas yo soy transparente y me pagan por eso”, dice sin temor a equivocarse, mientras que Wenger, el entrenador del Arsenal, lo ve diferente. “Cuando un estúpido tiene éxito se vuelve más estúpido, nunca inteligente”, argumentó el francés en una rueda de prensa.

Sandro Modeo, un escritor italiano que publicaría el libro Mourinho, el entrenador alienígena, describe al portugués como un hombre que tiene una profunda adicción a la victoria, de un deseo de alcanzar la inmortalidad. Por eso, argumenta Modeo, Mourinho siempre ha elegido equipos que tienen frustraciones extendidas que han durado varios ayeres, de tal manera que no es extraño que haya aceptado el reto de dirigir al Chelsea, con el que ganaría una liga inglesa después de 50 años de sequía. O al Inter de Milan, conjunto que no conquistaba Europa desde hacía 45 años. O al Real Madrid, equipo que necesitaba cortar de tajo la hegemonía de un Barcelona pletórico y ganar la Décima que tanto anhelaba el madridismo.

Según este escritor sus decisiones no son una casualidad, sino que van de acuerdo a la personalidad que se ha trazado a partir de la psicología. Mourinho sueña con ser inmortal, no sólo para los propios que lo aman, sino también para los extraños que lo odian.
 

Fuente: Sin Embargo

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