Historias de pasión, locura y muerte : Dalí y Gala

Por Juan Carlos Boveri

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Elena Dimitrievna Diakonova era una rusa nacida a finales del siglo XIX que viajó a una clínica en Suiza para curarse de tuberculosis. Cuando salió de su internamiento conoció a algunos hombres, no eran los primeros para ella. Su vida sexual era muy agitada, tenía veinte años y le gustaba divertirse. También le gustaba el arte, ya que había sido criada en una familia de intelectuales. Con pintores y escritores mantenía romances que se sucedían uno tras otro. Era la clase de mujer que no tiene ningún inconveniente en fotografiarse desnuda ni estar en una cama con dos hombres. Pero su lado espiritual la llevó a enamorarse de un poeta que será uno de los más importantes del siglo: Paul Éluard. Él la introdujo en el círculo de los surrealistas y ella aprovechó para tener algunas aventuras con André Breton, el jefe del movimiento, Max Ernst y algunos más.

En ese tiempo se convirtió en una musa para los surrealistas. Éluard terminó casándose con ella y le sirvió de inspiración para muchos de sus poemas de amor. Tuvieron una hija, Celine, y, a pesar de las infidelidades de su esposa, el poeta se mantuvo a su lado. Ella abandonó su nombre ruso y, simplemente, se dejó llamar Gala.

 

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Sin saberlo, al menos de forma consciente, Éluard alimentó los deseos de Gala. Muchas veces le habló de Salvador Dalí como un pintor de inmenso talento y muy buen mozo. No solamente hizo esto sino que la llevó a la pequeña aldea española de Cadaqués donde estaba Dalí. Claro, se trataba de una reunión en la que había otros amigos surrealistas, Luis Buñuel, entre ellos. Al verla Dalí no tuvo ningún otro interés que conseguir a Gala.

Dalí pertenecía a una familia de importancia con bastante dinero. Gala le llevaba once años y era una mujer de una vida sexual muy liberal. Seguramente una relación con ella le traería problemas al pintor, pero no pareció importarle. Para llamar la atención de Gala hizo cosas raras: se manchó la camisa con sangre, se puso estiércol en las orejas para tener un olor atractivo, se metió flores en cada una de las orejas y otra en la nariz. Le dio resultado. Gala se separó de Éluard y se fue con Dalí.

Como se preveía la relación con Gala provocó que el padre lo desheredara. A él no le importaba. Todo lo que quería en el mundo era a Gala. Estaba perdidamente enamorado de ella. Y no había dudas de que ella también lo estaba de él. Esto provocaba una clase de relación amorosa muy especial y bastante extraña considerando la potente sexualidad de Gala y el que Dalí era homosexual.

 

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Dalí ya tenía su musa inspiradora privada. Ella a su artista. Por supuesto lo representaba, encargándose de todos los negocios. Ella manejaba el dinero y la vida de Dalí. Lo que Gala, la esposa-madre, decía era lo que él aceptaba. Salvador aseguraba que gracias a ella había evitado la locura y la muerte. Él había pensado que estaba destinado a morir joven.

Claro que en el matrimonio (se casaron en 1932, incluso por iglesia) ocurrieron cosas poco habituales. Una de ellas fue que el matrimonio jamás se consumó, es decir, Dalí y Gala nunca mantuvieron relaciones sexuales con penetración. Esto, según el pintor, se debía a que ella era una diosa y no podía ser mancillada.

Mientras Dalí no tocaba a su mujer-diosa, ella se acostaba con una gran cantidad de hombres y de mujeres. Pero nunca lo engañó. Siempre le dijo con quién se acostaba e, incluso, tuvo muchos actos sexuales que Dalí presenció. Era una de las cosas que más deleitaba al pintor: ver cómo penetraban a su mujer.

 

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Gala presentaba sus amantes, siempre muy jóvenes, a Dalí. Él los recibía con mucho afecto y se encargaba de hacerles regalos muy generosos. Como él y su esposa dormían en cuartos separados, algunas noches, el pintor golpeaba a su puerta. Gala, acostada con alguno de sus amantes, dejaba entrar a su marido para que pudiera contemplar sus coitos.

Cuando se ha estudiado la personalidad de Dalí, los psicólogos han afirmado que padecía de candaulismo, una variante del voyeurismo. El término candaulismo deriva del nombre del rey Candaules, que obligó a su mujer a desnudarse frente a un esclavo. El candaulismo consiste en exponer desnuda a la persona que se tiene como pareja a la mirada de otro con una intención sexual y a llevarla a cometer actos sexuales completos en muchos casos. Por supuesto el objetivo es lograr excitación sexual que no se consigue de otra forma que no sea así. Esto, dicen, le pasaba a Dalí. Lo más probable es que fuera Gala la de la idea. Lo que Gala hacía sexualmente con Dalí no era nuevo para ella, ya lo había hecho mucho antes de él. Simplemente Dalí y ella realizaban sus juegos amorosos como mejor les parecía. A ella le gustaba que la mirasen o estar con varios hombres y mujeres a la vez. Él disfrutaba mirando y, de vez en cuando, al ser penetrado por otro hombre.

 

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Salvador y Gala estuvieron juntos toda su vida. Eran inseparables. Ella lo ayudó en todo lo que pudo y él hizo lo mismo por ella.

Dalí la inmortalizó en muchas obras de arte que realizó y, de una manera poco usual, la amó profundamente. Gala sintió lo mismo por él. Quizás resulte difícil entender que dos personas tengan un matrimonio así. Pero, se entienda o no, ellos se quisieron intensamente, vivieron juntos cincuenta años y solo se separaron cuando Gala murió, en 1982.

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