Cuando la música ya no se escucha

 Por: Héctor Anaya

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   Si alguna finalidad considero que debe tener la música es la de crear sentimiento de pertenencia al grupo y la defensa de determinados mensajes. Por desgracia, en la actualidad se imponen los ritmos y decaen las letras con mensaje, importa el sonido y se aparta el sentimiento, se muestran los cuerpos esqueléticos o los rostros plastificados y se ocultan las voces profundas. ¿Qué nos está pasando? ¿Acaso hemos dejado de apreciar la música, esa música de verdad capaz de movilizar a una sociedad o de unir a un pueblo? Quiero aclarar que por movilizar no me refiero a marcarse el «sumamente complicado y artístico» paso del No rompas más o del Aserejé.

    Ahora que los jóvenes estamos en una edad absorbente en la que nos urge encontrar modelos de referencia o ideales que marquen nuestra vida, ¿de verdad queremos que sea un latino «papichulo» que cante a su morena mientras esta pide más gasolina quien nos cale?

Ya sé que es difícil resistirse a algo tan interesante como que Katy Perry nos cuente su primera experiencia lésbica al besar a una chica,  o que Shakira  nos informe de lo «loba» que es y de que «esto es África». Sin embargo, llamadme loco, creo que se puede lograr.

Tampoco creo necesario que se deba de escoger a un Góngora o Cervantes como compositor, pero sí que como consumidores de cultura musical, deberíamos escoger aquello que de verdad nos transmita algo más que unas cuantas frases forzadas cuyo único fin es lograr la rima. Me viene a la cabeza, al pensar en esto, la fabulosa letra del grupo español MClan: Te fuiste a Moscú/me dejaste sin menú/soplándole a la sopa fría/como un esquimal/al que le ha sentado mal/la sopa fría. Sin la menor duda, Bécquer o Vicent Andrés Estellés hubieran quemado sus poemas por considerarlos mediocres al haber oído esta letra.

No quiero que parezca que, únicamente, se puede escuchar algo similar a la Nova Cançó. Solo que dentro del género que nos guste, pensemos bien en lo que escuchamos y no solo en lo que oímos. Porque oír es fácil (basta con centrarse en los instrumentos y el ritmo), pero escuchar requiere entrenamiento, para ser capaz de interpretar qué defiende el compositor o qué se nos quiere transmitir. Para coger destreza podemos practicar al principio con algo fácil de entender: os recomiendo a Ámbar, Yurena o Tamara (ya no recuerdo su nombre) y su No cambié, o a Las Supremas de Móstoles y su Eres un enfermo.

En definitiva, que pese a que cualquier tipo de música es aceptable (ahora soy yo quien me llamo loco por considerar los ejemplos anteriores como música), solo pido a quien haya aguantado leyendo hasta aquí que reflexione sobre la música que escucha, porque inspirándome en Hipócrates diré que somos lo que escuchamos.

twitter: hectoranaya94

 

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