El beso eterno

Por Sandra Ferrer

 

perfil1En el majestuoso castillo del Belvedere, en una sala oscura, imponente, descansan dos amantes abrazados en un beso eterno. Ella, con el rostro ladeado y los ojos cerrados, intenta no caer a un precipicio que no se ve pero se intuye. Él, la abraza y la besa, la sujeta para que no caiga.

El beso es probablemente la obra más famosa del pintor austriaco Gustav Klimt. Y posiblemente de las más misteriosas. Pintada en 1907, se expuso por primera vez en la Exposición de Arte de Viena de 1908. Titulada entonces «Los Amantes» la obra fue adquirida por el ministro de Educación y con el tiempo terminó en el Museo de Arte del Belvedere de Viena.

Los expertos llevan desde entonces especulando sobre los protagonistas del hermoso lienzo. Una de las teorías más defendidas es la que asegura que él es el mismo pintor y ella Emilie Flöge. La hermosa mujer intenta no caer a un precipicio que podría ser el símbolo de una relación a la que la pareja nunca quiso o nunca pudo lanzarse.

beso-klimtEmilie formó parte de la vida de Klimt desde que su hermano Ernest se casara con Pauline Flöge. La amistad entre Emilie y Gustav se convirtió en relación profesional cuando el artista ayudó a la joven emprendedora en los diseños de los vestidos que comercializó junto a su otra hermana Helene en la tienda de moda Schwestern Flöge.

Emilie, una hermosa y elegante dama de la alta sociedad vienesa terminó posando en varias ocasiones para el pintor y se sintió atraída por el mundo bohemio que Klimt representaba. Pero nunca se supo a ciencia cierta si Emilie y Gustav llegaron a ser amantes. Es de todos conocido que el pintor mantuvo muchas relaciones amorosas, o simplemente pasionales, con algunas de sus modelos. Pero la relación con Emilie nunca se definió. Pasaron largas temporadas juntos en Viena y en Attersee, fueron confidentes y amigos, pero no queda claro si realmente se convirtieron en amantes.

Cuando Gustav Klimt se encontraba en su lecho de muerte a la única persona que pidió ver fue a Emilie. Ella le sobrevivió durante más de treinta años en los que vivió la tristeza y vacío de la pérdida de muchos de sus seres queridos. Entre ellos Gustav. Cuando Emilie fallecía un 26 de mayo de 1952 se llevaba con ella para siempre el secreto de uno de los cuadros más admirados y alabados de la historia del arte.

 

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