La final de Wimbledon, una deuda pendiente para Djokovic y Murray

Por Francisco Espinosa

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Novak Djokovic se golpea el pecho soltando un grito de euforia con toda la grada de la cancha central de pie aplaudiendo. El número uno del mundo acaba de disputar el partido de semifinales más largo en la historia de Wimbledon. Cuatro horas y 43 minutos de un juego épico que se quedará en los libros del mítico torneo británico. El serbio, el atleta perfecto para el tenis según sus propios colegas, se sacó de encima a un enjundioso lleno de talento como lo es Juan Martín del Potro.

En una ida y vuelta sin respiro, Del potro se olvidó del duro golpe en su rodilla izquierda que estaba vendada. El argentino propuso un partido que pocos esperaban. Se hablaba de la superioridad de Nole sobre el ocho sembrado del torneo. Wimbledon dejó gratas sorpresas este año con la ausencia de favoritos tradicionales en estancias definitivas. En semifinales, Djokovic y Murray sobrevivieron a las circunstancias.

Nole llegaba a cada pelota que el potente brazo de del Potro disparaba, Juan Martin subía a la red y alargaba el punto para beneplácito de la grada. El serbio que se desliza como nadie en el césped, tiene la elasticidad de un gimnasta que combina con la fortaleza física de un atleta de alto rendimiento. Estas características lo hacen uno de los jugadores más completos del circuito. Elogiado por sus propios rivales, Nole domina el ranking en base a su tenis. Un juego que lo hace distinto a los demás.

Juan Martín se supo inferior en el papel y se dejó la vida. A los dos tenistas les bastaron casi cinco horas para volverse eternos. Wimbledon agradeció el gesto con su gente de pie, que esperaba más el duelo de su héroe local Andy Murray. Nole aplaudió al argentino que se despidió antes del público, después regalo hasta las toallas que la organización le da y se unió al derrotado sabiéndose finalista. Abandonaron la cancha juntos rindiéndole tributo al juego.

 

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EL PATRIOTISMO EN JUEGO

Miles de aficionados se arroparon con la bandera británica mientras Andy Murray calentaba para enfrentar al polaco Jerzy Janowicz que lloró luego de ganar su puesto en esta semifinal. Murray se convirtió en símbolo desde el año pasado cuando ganó la medalla de oro en esa cancha venciendo al suizo Roger Federer. La esperanza británica en la raqueta de un escocés que se ha metido en la élite del tenis, algo que desde los tiempos de Tim Henman, no tenía ilusionados a los de la isla.

Fueron cuatro sets, con una pausa de 20 minutos después del tercero para que el techo de la arena se cerrara. Algo que Murray reclamó fuertemente. “Todavía no está oscuro”, gritaba quien tenía el ritmo del partido. La pausa animó un poco a Janowicz que se espabiló un poco en su vestuario para darle pelea a Andy. Sin embargo, la cita estaba pactada. El empuje de la gente pudo más que las ganas del “visitante”. Murray acabó el partido con un país al pendiente de su raqueta. El pase a la final tiene en vilo a una sociedad obsesionada con el patriotismo deportivo.

Fred Perry fue el último británico que se llevó el título en 1936. Una estatua de él está en los caminos que arropan a los complejos tenísticos del All England Club. Ante la estatua, miles de aficionados se toman fotos lanzándole plegarías para que este año sí pueda ser. Murray no aspira a una estatua propia al lado de Perry, pero el título es una obsesión que comparte con toda su gente. Este domingo, se enfrenta a Djokovic en un duelo clásico del tenis moderno. Nole quiere el trofeo que obtuvo en 2011, Murray desea fervientemente lo que hace más de 77 años se le arrebató a la afición británica.

 

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Fuente: Sin Embargo

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