Frustraciones científicas bajo la piel enferma de un revolucionario

Por Guillermo García

Marat, el hombre que odió al padre de la química

 

El día 13 de julio se cumplieron 220 años de la muerte de uno de los más célebres personajes de la Revolución francesa, Jean-Paul Marat, cuya primera vocación fue la investigación. Su faceta de científico le ocasionó desengaños que acrecentaron su ira contra el químico Lavoisier. Además, una afección cutánea que le causaba horribles picores también pudo influir en su carácter violento.

 

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Un cuerpo pálido yace asesinado en una bañera. El brazo inerte cuelga, y las manos sin vida sostienen una carta y una pluma… Es Jean-Paul Marat, icono y mártir de la Revolución francesa, tal y como lo retrató su amigo Jaques-Louis David en 1793.

Marat fue asesinado por Charlotte Corday el 13 de julio de aquel año, hace 220 años, y ha pasado a la historia como un importante activista de la revolución en el periodo conocido como el reinado terror, elaborando listas negras y utilizando su afilada pluma en el periódico que él mismo fundó, L’Ami du peuple (El amigo del pueblo).

Según algunos historiadores,
el artículo que escribió Marat
denunciando a Lavoisier sentenció
al padre de la química a morir guillotinado

Esa es su faceta más conocida, pero su vida también estuvo marcada por la ciencia. Llegó a ejercer la medicina y protagonizó una historia de venganza, celos y traición con el químico Lavoisier que ha sido objeto de controversia histórica.

 

Marat científico

Marat estudió Medicina en Francia y ejerció la profesión en Inglaterra y en París, donde trabajó como médico de importantes aristócratas. Se interesó por las propiedades curativas de la electricidad, realizó experimentos en física y publicó una memoria sobre la electricidad médica.

“Tal como ocurrió con otros personajes, Marat estuvo envuelto en polémicas sobre temas científicos y médicos: la efectividad de sus tratamientos, sus ideas sobre el fuego o la reproducibilidad de sus experimentos”, señala a SINC José Ramón Bertomeu, químico y profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Valencia.

Su carrera científica no fue muy destacada, pero sirve para contextualizar su periplo vital, en el cual es relevante la figura de otro científico, Antoine Lavoisier, considerado padre de la química, cuya aportación es tan amplia que harían falta muchas páginas para relatarla. “Realizó nuevas interpretaciones sobre la combustión, la respiración animal y la calcinación de los metales y desarrolló investigaciones cuantitativas sobre la composición de las sustancias químicas”, señala Bertomeu.

También fue miembro de la Ferme Générale –organización recolectora de impuestos– y de la Academia de Ciencias de Francia, dos instituciones que no contaban precisamente con las simpatías de los revolucionarios. «La Academia de Ciencias tenía un nivel excepcional, ya que sus miembros no lo eran por ser nobles, sino por su inteligencia y dedicación a la ciencia”, dice Adela Muñoz, catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla y autora de una biografía de Lavoisier.

 

La muerte de Lavoisier

La vida del químico no tuvo un final menos trágico que la de Marat, y murió guillotinado en 1794. Según Muñoz, “lo que lo mató fue su ingenuidad”. La investigadora afirma que muchos “lo señalaban por su pertenencia a la Ferme y a la Academia y por su gran riqueza, pero él estaba tan enfrascado en sus experimentos sobre la bioquímica de la respiración, en idear el sistema métrico decimal y en realizar un inventario monumental de la riqueza de Francia, que no se le ocurrió ponerse a salvo. Estaba convencido de que la República no podía prescindir de uno de sus más fieles servidores, muy posiblemente el más brillante y honesto”.

En 1791 Marat escribió en su periódico un artículo atacándole, hecho que, según Muñoz, sentenció a Lavoisier: “Denuncio al corifeo de los charlatanes, al maestro Lavoisier, hijo de un terrateniente acaparador, aprendiz de químico, […] miembro de la Academia de las Ciencias, desleal administrador de la Comisión Alimenticia de París, y el mayor intrigante de la actualidad”. Con estas palabras ponía Marat a Lavoisier en el punto de mira.

Además de sentir celos
del químico, para Marat el
Antiguo Régimen tenía que
ser borrado y Lavoisier era
uno de sus representantes

Las razones para señalarle podrían tener que ver con una enemistad personal que muchos historiadores achacan “al rechazo, en el pasado, de un trabajo de Marat por parte de una comisión de la Academia de las Ciencias de la que formaba parte Lavoisier”, indica Bertomeu.

“El trabajo en cuestión estaba dedicado a los estudios sobre el fluido ígneo, que Marat consideraba que podía observarse mediante experimentos. En esos años era un tema polémico, y el asunto provocó un incidente que condujo a la descalificación de sus trabajos, con el impulso de varios académicos, entre ellos Lavoisier”, añade el investigador.

 

Los celos de Marat

Por su parte, Muñoz asegura que es “más que probable que Marat sintiera celos y envidia de Lavoisier, pues este desarrolló la carrera que le habría gustado a Marat”, aunque no cree que ese fuera “el único componente que le impulsó a escribir su artículo. El Antiguo Régimen tenía que ser borrado y, según Marat, Lavoisier era uno de sus representantes”.

Bertomeu cree que existe “cierta leyenda negra alrededor de Marat”, y asegura que los datos apuntan a que la relación entre él y Lavoisier fue “más bien escasa”. “Las tareas de recaudación de impuestos originaron odios que estuvieron detrás de la ejecución de sus responsables, entre ellos Lavoisier. No creo que fuera una cuestión de enemistad personal ni de celos”, asegura.

El hecho de pertenecer a la Ferme Générale le había reportado a Lavoisier una fortuna considerable, que invertía en equipar su laboratorio –uno de los más avanzados y caros de Europa–. La razón que llevó a Lavoisier a formar parte de esa odiada organización era que le daba tiempo y dinero para dedicarse a ciencia, su principal pasión. Pero el 8 de mayo de 1794, Lavoisier y otros 23 miembros de la Ferme fueron guillotinados en lo que hoy es la Plaza de la Concordia de París.

Se dice que el presidente del tribunal que lo juzgó pronunció la frase “la República no necesita sabios ni químicos, el curso de la justicia no debe parar”, aunque Bertomeu opina que tanto esta frase como el episodio de Marat “han sido empleados para señalar los peligros de la incursión de la política en la ciencia y reclamar una total independencia entre ambas”, cuando realmente “no tienen fundamento en el registro histórico y forman parte de una leyenda negra que debería ser analizada con detalle para conocer los intereses que la han impulsado”.

 

La enfermedad 

Otro de los aspectos de la vida de Jean Paul Marat que ha sido motivo de debate científico es la enfermedad que padecía. En el momento en el que fue asesinado, Marat estaba tomando un baño, como hacía muy a menudo, para aliviar el intenso picor que le provocaba una afección cutánea. En el cuadro de David se puede ver además su cabeza envuelta en un paño empapado en vinagre que utilizaba también como remedio.

“Existe cierta leyenda negra
alrededor de Marat”, asegura
José Ramón Bertomeu, profesor
de Historia de la Ciencia

El dermatólogo Pablo Coto-Segura, del Hospital Universitario Central de Asturias, asegura a SINC que la enfermedad de Marat “sigue siendo un misterio y nunca se resolverá”.

El médico chileno Jaime Cerda, por su parte, publicó en 2010 un artículo en la Revista Médica de Chile en el que explica que el comienzo de la enfermedad “se remontaría entre tres y cinco años antes de su muerte”, y añade que “comenzó a agravarse, comprometiendo su calidad de vida y forzándole a permanecer por largas horas sumergido en una bañera”, que llegó a convertir prácticamente en su despacho.

A lo largo de la historia, diferentes expertos han sugerido distintos diagnósticos, como eccema, sarna o dermatitis seborreica. El propio Marat creía que había contraído la enfermedad en las alcantarillas y sótanos en los que hubo de esconderse cuando era más joven, y algunos de sus enemigos “esparcieron el rumor de que se trataba de una erupción sifilítica”, escribe Cerda.

Varios especialistas coinciden en el diagnóstico de dermatitis herpetiforme, “una hipótesis plausible con los síntomas y signos referidos por los historiadores”, reza el artículo.

 

Intolerancia al gluten

Cerda explica que, al igual que la enfermedad celíaca, “la dermatitis herpetiforme presenta como sustrato fisiopatológico una intolerancia intestinal al gluten”. El problema para Marat fue que hasta 1884, casi un siglo después de su muerte, no se haría la primera descripción clínica de esta enfermedad.

Marat tomaba largos y
numerosos baños para aliviar
el picor provocado por una
afección cutánea desconocida

Sin embargo, Coto-Segura apuesta por “una enfermedad cuyo cuadro clínico comenzase por las ingles y con afectación del sistema nervioso central, que podría haber alterado su personalidad ya complicada, y eso cuadraría con una histiocitosis de células de Langerhans”. Según el dermatólogo, “suele acompañarse de polidipsia –aumento de la sed–, y es conocido que Marat bebía mucho a lo largo del día, fundamentalmente café”.

El especialista apunta también que la “cronicidad de la enfermedad y la posible afectación del sistema nervioso parecen estar relacionadas con su carácter violento”. Posiblemente “tanto las circunstancias históricas como su temperamento jugaron un rol, total o parcial, en la génesis de la enfermedad y esta, a su vez, afectó a su carácter”, apunta Cerda.

¿Habría sido otro el curso de la historia si Marat no hubiese tenido la piel enferma? Quizás su artículo no habría sido tan incendiario y Lavoisier se habría librado de la guillotina. Al menos el químico vivió lo suficiente para dejar un importante legado. Tal y como dijo el matemático Joseph-Louis Lagrange, “se tardó solo un instante en cortarle la cabeza, y quizá no basten cien años para que surja otra igual”.

 

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