Alcoholismo en el deporte, el acompañante terrenal de hombres leyenda

 

paulPaul Gascoigne. Foto: Twitter

 

La fama es un lastre duro de cargar para humanos que tienen un talento deportivo notable. Personas que viven de su actividad física, son mandados al mundo en una burbuja distinta al resto de los mortales. Es ahí cuando el acceso al alcoholismo, enfermedad incurable de duro tratamiento, entra por la puerta grande de quien tiene dinero y popularidad al por mayor. El deporte de alto rendimiento, mezcla perfecta entre ser rockero y estrella de cine, es seducido a un mundo de placer esporádico de donde muchos atletas han construido parte de su historia.

 

Gazza, el inglés entre la cancha y el pub.

Un hombre amanece tirado a las puertas de un hotel en Londres con dos botellas de Ginebra vacías en sus bolsillos, suplicando por más alcohol. La noticia rutinaria de cada mañana post-fiesta, cobra relevancia cuando el susodicho es el mismo que un día hizo gritar a un Wembley repleto tras un gol de antología, el mismo que adornó con su imagen paredes de cuartos de niños en pequeñas casas británicas a un costado de la vía del tren. Paul Gascoigne (Dunston, 1967) provoca hoy lamentos por la situación de un ídolo que se volvió mortal. La adicción al alcohol mató el mito y ahogó el grito de una afición que creció queriendo emularlo al menos en los sueños. Gazza desperdició un talento como pocos. Hoy su entorno suplica ayuda, un último intento de salvarle la vida.

 

Inglaterra, cuna del futbol, tiene en Gascoigne, a uno de los jugadores con más talento nacido en las islas británicas. De sus piernas se construyó una generación que vio como la explosión en velocidad de un tipo con una destreza rítmica, manipulaba el balón como nadie. Inglaterra se entregó a los pies de Paul, que al final del día, un tarro de cerveza era sinónimo de felicidad. Hecha pública su enfermedad, el ex jugador acudió por iniciativa propia a varios intentos de rehabilitación. Al regreso del tratamiento se le veía fresco, como nuevo. La última imagen londinense, lejos del glamour de tiempos en bonanza, dieron un duro golpe a quienes se han preocupado por la salud de Paul. “Podría morir en unas semanas”, han dicho desde su entorno. El mejor jugador de Inglaterra durante los 90′s, es el lamento en común de un sociedad que ya no sabe como ayudarlo.

 

Chávez, leyenda mexicana salvado por su hijo.

“¡Campeón, se acabó el vino”, le gritaba alguien a Julio César Chávez en medio de una fiesta en pleno Culiacán. Los fajos de dólares salían del bolsillo del campeón mexicano embriagado sin saber exactamente la falta de alcohol, y sin saber a ciencia cierta que pasaba con el dinero. Durante los años 90′s, padres de familia se unieron al boom de las antenas parabólicas o el cable que les traía a sus pantallas espectáculos producidos lejos de la frontera de México. El pago por evento fue sinónimo de boxeo, y el boxeo era sinónimo de Chávez. Un negocio redondo en el que sucumbían miles de personas que añoraban ver a su héroe de guantes rojos repartir golpes al ingenuo rival que se le ponía enfrente. A Julio, la fama lo envolvió en el backstage de sus Knockouts, donde los placeres mundanos se hacían presentes.

 

Ver pelear a Chávez se convirtió en aquella década, reuniones nocturnas para ver al boxeador que coincidía con nosotros en el pasaporte. Su presencia en un ring, fue durante mucho tiempo un símbolo patriótico para el pueblo. Épocas donde el box se volvió elitista, había que cooperar para pagar el derecho de ver combatir al guerrero mexicano, o de plano ser compadre de aquel que convertía su sala en una sala de entretenimiento más. Cuando las luces del ring se apagaban, el país era una fiesta, Julio también vivía la suya con sustancias tóxicas y el alcohol que no podía faltar. Años después, él mismo aceptaría estos sucesos con “el orgullo de haber salido adelante”. Su hijo Julio Jr. el mismo que hoy vemos emulando sobre el ring a su padre, lo llevó con engaños a un centro de rehabilitación. Fueron largos cinco meses de rehabilitación. Chávez, el mejor boxeador en la historia del país, aparece hoy en televisión hablando de lo que más le gusta, el box.

 

 

chavezFoto: Twitter

 

 

El bambino del Bronx, héroe en el plato y en la fiesta.

George Herman (Baltimore,1895-Nueva York,1948) revolucionó el Rey de los deportes a principios del siglo XX. Nueva York se transformó de la mano de Babe Ruth. Nunca antes un simple jugador de béisbol puso en jaque a una sociedad que vivía el reciente nacimiento del mote “país del primer mundo”. En medio del bullicio empresarial, fue en Yankee Stadium donde la locura se desató desde el bate de un robusto estadounidense que era capaz de cambiarse de perfil dependiendo del pitcher, apuntar la dirección en la que la pelota saldría conectada por todos los aires. Sus 714 Home runs fueron un legado en forma de récord que enriqueció la historia de los deportes, pero sobre todo de la cultura norteamericana por excelencia. El fenómeno Ruth sobrepasó el diamante. La noche neoyorkina fue su segundo escenario.

 

“Babe” Ruth llegaba a los entrenamientos vestido con la misma ropa de la noche anterior, con el aroma de la juerga y los ojos envueltos en ojeras. Los dirigentes que en un principio le reclamaban, cerraban la boca cuando conectaba los roletazos y Home Runs en el entrenamiento. El talento del joven beisbolista que sin dieta alguna, puso los primeros cimientos de una historia única en la cultura de los Estados Unidos. El Rey de los deportes nació ahí, con un regordete vestido de Yankee mandando la pelota lejos del parque para el alarido de los aficionados. El sueño americano lo vivió en las desenfrenadas noches que de ningún modo repercutieron en su accionar en el diamante. Al final de su vida, un tumor cancerígeno lo adelgazó más de 30 kilogramos. Todo el poder de su brazo disminuido a los huesos. Se fue de este mundo mientras dormía, en paz por la labor realizada en el deporte, el desenfreno de las fiestas alcoholizadas y el altruismo que siempre tuvo hacia distintas causas. En tiempos de doping, una pancarta desde los estadios de la MLB, resume todo el reclamo a los actuales peloteros: “Babe Ruth sólo necesitó Alcohol y Hamburguesas”.

 

ruth Foto: Twitter

 

 

“No mueran como yo”.

George Best (Belfast,1946 – Londres,2005) fue un emblema del Manchester United. El conocido como quinto Beatle, engalanó las canchas británicas como uno de los mejores extremos en la historia del futbol moderno. El nacido en Irlanda del norte, construyó una leyenda alrededor de su nombre. La pelota en los pies era el preámbulo de una vida desenfrenada. Mujeres, alcohol y fiesta, ese mundo preferido por George de gran ingenio. “En 1969 dejé las mujeres y la bebida, pero fueron los peores veinte minutos de mi vida”, dijo ante los micrófonos quien aclaraba no haberse acostado con seis miss mundo, “son mentiras, en realidad solo han sido tres”. Best se transformó en la versión futbolistica del auge del rock que vivía la Gran Bretaña en tiempos de Paul, Ringo, George y John.

 

Una estatua posa frente a la entrada principal de Old Trafford. Tres jugadores abrazados miran al estadio del Manchester United. El escocés Denis Law, el inglés Bobby Charlton y el norirlandes George Best, jugadores míticos, fueron inmortalizados en esa escultura representativa de la Gran Bretaña y de los Diablos Rojos. Best vivió una vida llena de excesos. En la cancha, su velocidad y regates, fueron de otros tiempo. El alcoholismo le produjo severos incidentes como aparecer borracho en televisión nacional, pasar una noche de Navidad tras las rejas e incluso necesitar un transplante de hígado. El 20 de noviembre de 2005, el tabloide The News of the world público en portada una foto de best postrado en una cama entubado y amarillento a petición del mismo ex jugador. El que había dejado frases para el recuerdo, dejaba un último mensaje: “No mueran como yo”. Cinco días más tarde moriría. Una semana después, 100,000 personas salieron a la calle para acompañar el cortejo fúnebre.

 

Detrás de la gloria deportiva, la vida de seres humanos corre en el tiempo como cualquier otra. Es el mal manejo de la fama o aprovechar sus constantes beneficios, lo que invita al deportista involucrarse en el alcohol, primer puerta aún mundo de sustancias dañinas en el accionar atlético. Una enfermedad que no discrimina, se presenta en cualquier disciplina. Hay quienes salen para contar su historia, hay quienes la siguen padeciendo y están los que se quedaron en el recuerdo partiendo de este mundo por las consecuencias de su adicción. Ese recuerdo de súper hombres que lograron lo que muchos solo alcanzaron a soñar. La bebida fue ese escape a un mundo bizarro lujoso donde cualquiera pierde el sentido. El alcohol, protagonista de tantas noches, también juega silencioso en el mundo deportivo. A veces gana, otras pierde pero es igual de competitivo. George Best, días antes de morir.

 

 

georgeFoto: Twitter George Best, días antes de morir.
 

Sin Embargo

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