LEYENDO EL MUNDO CON LOS PIES: Nueva Zelanda, muy al norte de la isla norte.

Por Ruth Cereceda

Si te piden que pienses en lugares a los que siempre quisiste viajar, es muy probable que Nueva Zelanda se encuentre en tu lista. Un país pequeño, poco poblado, seguro, con paisajes espectaculares y grandes posibilidades y facilidades para mochileros. Es verdad que no es un destino barato pero, a cambio, la amabilidad de la gente y la falta de picaresca te premia en muchas ocasiones con transportes y pernoctas gratuitas.

Bay of islands, vista aérea.

Bay of islands, vista aérea.

La isla norte es la más densamente poblada, y en la que hay mejores infraestructuras en cuanto a transporte público. Sin embargo, para llegar a los rincones más bellos y singulares, hay que contar con transporte privado. Por esa razón, me decidí a disfrutar del país en caravana. Hay muchos servicios de alquiler de caravanas, casi todos englobados bajo un puñado de empresas, con lo que, pese a la aparente diversidad de oferta, se aseguran de que los precios sean estables. Así todo, al pedir varios presupuestos on-line, casi todos intentarán darte un precio algo más bajo que el resto, por lo que no está de mas bucear  y tantear un poco a varias empresas, antes de reservar (www.campertravel.co.nzwww.escaperentals.co.nz).

Al norte del país, en la costa Este, se encuentra uno de los destinos turísticos más populares de la isla: bay of islands. Es una de las bahías mas bellas del mundo; cuenta con unas 150 islas con playas de arena y multitud de pequeñas calas –de piedras generalmente-, donde atracar el barco y pasar el día en total soledad. La vida marina de estas aguas cristalinas, que van desde el turquesa más brillante al azul más profundo, es muy variada e incluye ballenas, delfines, pingüinos y peces espada entre otros, que pueden verse con facilidad.

Paihia, en bay of islands.

Costa este de Nueva Zelanda.

Hay muchas opciones para disfrutar de la bahía, pero la más popular es la de alquilar un barco. En el país con el mayor porcentaje del mundo de barcos por habitante, las opciones son casi infinitas: en el caso de alquilar un velero, puedes hacerlo con o sin tripulación, con la comida incluida o no, por horas o por días, etc. (www.bay-of-islands.co.nz), y así atracar donde te apetezca y pasar el día nadando, buceando y tomando el sol. Pero si un velero privado se sale de tu presupuesto, el ferry turístico te dará un paseo de unas tres horas por la bahía. Este sale de Paihia, una pequeña ciudad que sirve como referencia administrativa a toda la zona, y que en verano puede resultar algo bulliciosa; el pequeño y somnoliento pueblo de Russell, de gran belleza, es la primera parada. Después, el barco sale a mar abierto hasta llegar a un islote rocoso llamado hole in the rock. Si la mar está en calma, los barcos intentan  pasar por el agujero -que es toda una experiencia-, para después volver poco a poco, y deleitándote con las vistas, a Paihia. Sea cual sea la opción que elijas, podrás disfrutar de los delfines y los pingüinos, que suelen acercarse y acompañar a las embarcaciones durante un rato, aunque tendrás que estar atento para verlos, en especial a los pingüinos, que son rapidísimos en el agua, y pasan junto al barco como cohetes. Las ballenas tampoco son difíciles de ver -y la verdad es que su tamaño impresiona-, aunque depende un poco de la hora, de la época del año y de cómo esté el mar.

Hole in the rock

Hole in the rock

Aún mas al norte, en la península de Aupouri, se encuentra la población de Kaitaia, desde la que se accede a la playa de las «noventa millas». Como su nombre indica, es una playa de unos 140 kilómetros de largo que se encuentra en la punta más septentrional de la isla. Es curioso que en esta parte del país, además del inglés y el maorí, la lengua dálmata es bastante común, pues el área fue un importante destino migratorio para este grupo étnico, e incluso encontrarás que los carteles están escritos en los tres idiomas. Toda esta zona es relativamente salvaje, en comparación con el resto de la isla, y puedes atravesar las noventa millas de la playa sin ver un alma[1].

Playa de las 90 millas.

Playa de las 90 millas.

De hecho, en Kaitaia te avisan de que si tienes algún problema y tu vehículo se queda atascado en la arena, lo más probable es que suba la marea y lo pierdas, antes de que pase por allí alguien que pueda ayudarte. Nosotros tuvimos mucha suerte, pues nos quedamos atascados con la caravana y sólo al cabo de un buen rato pasó por allí un trabajador que se dirigía al faro de cabo Reigna en un todo terreno, con el que nos ayudó a salir del atasco. El cabo Reigna se encuentra al final de la playa y de la península, y desde aquí se puede disfrutar de una vista sobre el lugar donde se encuentran el mar de Tasmania y el océano Pacífico, que es simplemente increíble. Realmente te sientes en el fin del mundo.

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Faro de cabo Reigna.

En el camino de vuelta de la playa, a la altura de bay of islands, pero en la costa Oeste, encontrarás el puerto de Hokianga, una zona de turismo interior, pero muy poco desarrollada, con poblaciones muy pequeñas y extensas zonas de paisaje virgen. Las grandes dunas de arena dorada son lo más característico de la zona, y la visita merece mucho la pena.

Hokianga harbour con las características dunas de arena al fondo.

Vista del puerto de Hokianga, con las características dunas de arena al fondo.

Para llegar al último lugar que os traigo hoy hay que continuar hacia el sur por la carretera de la costa: se trata del Waipoua forest. Situado muy cerca de Hokianga, es el mayor de los bosques de kauri de la isla. El árbol del kauri es una especie conífera subtropical, endémica de la isla norte, que llega a alcanzar proporciones gigantescas. El camino de acceso al bosque es muy llamativo por la densidad de la vegetación -que crece sin control y se come la carretera al menor descuido-, y por la intensidad y variedad de sus tonos verdes. Para preservar el bosque se han instalado una serie de pasarelas por las que hay que desplazarse obligatoriamente, sin opción a salirse del camino. Pese a que no me gustan demasiado, estas medidas son necesarias, pues lamentablemente hay mucho cafre por el mundo que se dedica a dejar constancia de su paso por estos parajes, grabando mensajes en las cortezas y arrancando ramas de recuerdo.

Acceso al Waipoua forest. © Cezary Kasprzyk.

Acceso al Waipoua forest. ©Cezary Kasprzyk.

Nosotros nos quedamos a dormir en el bosque, en una pequeña zona destinada a campistas, por la que nadie nos cobró nada. Al día siguiente nos levantamos muy pronto e hicimos una marcha hasta un mirador, desde donde pudimos contemplarlo en toda su extensión, con la niebla despegándose lentamente de las altísimas copas, mientras que el sol salía por el Este, como si realmente fuese el mundo el que estuviera naciendo en ese momento. Creo que pocas veces he visto un espectáculo semejante.

Waipoua forest. © Cezary Kasprzyk.

Waipoua forest. ©Cezary Kasprzyk.

Agosto, 2013


[1] Siempre, claro está, fuera de la temporada alta, en que la playa se llena de autobuses turísticos que convierten la zona en una romería.

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