Atahualpa Yupanqui y la identidad nacional argentina

Por Thomas Moller Mulvad

Atahualpa

 

La figura de Atahualpa Yupanqui está muy presente en la autoconciencia de los argentinos. Entre los músicos del ámbito folclórico de Argentina se lo conoce con el apodo de Don Ata como muestra de proximidad y afecto. Su influencia en la cultura y sobre todo en la música de Argentina resulta díficil de valorar de forma exacta. Mucho se ha escrito sobre esta figura del folclore argentino que además de cantante fue guitarrista, poeta, escritor, compositor y antropólogo con un mayor interés en la música. A él se debe un alto número de poemas, varios libros y más que 1200 canciones. Atahualpa Yupanqui fue un reconocido conocedor de la vida y costumbres de los residentes del campo argentino y muchas de sus obras tenían como objetivo describir y presentar la vida del hombre rural, o sea del gaucho argentino. Además de sus canciones, la contribución más importante en este sentido son Las coplas del Payador Perseguido que cuentan la historia de un ”pobre” gaucho con una narración plena de la sabiduría popular, metáforas y un humor muy peculiar cercano a la sátira. Tiene una indiscutible influencia de Martin Fierro, el libro definitorio de la figura del gaucho escrito por José Hernández y publicado en el año 1872.

Los artículos, biografías y estudios analíticos publicados intentan explicar con argumentos diferentes cómo tal diversidad de músicas, descripciones de la vida y costumbres han sido el resultado de las experiencias de un solo individuo. Por sus numerosas contribuciones a la cultura argentina se ha convertido en una figura mítica en la autoconsciencia del país. Hoy el folclore de Argentina y la figura de Atahualpa Yupanqui están íntimamente ligados. Yupanqui se ha convertido en la personificación y punto de referencia para todo aquel que entra en el mundo folclórico argentino.

Atahualpa Yupanqui nació el 31 de enero de 1908 en el pueblo de Juan A. de la Peña en la provincia de Buenos Aires y fue bautizado cómo Hectór Roberto Chavero. Su padre, empresario ferroviario, era de ascendencia indígena y su madre tenía sus raíces en el País Vasco, y profesaba una fuerte fe católica. Cuando el pequeño Héctor tenía solamante 9 años la familia se mudó a Tafí Viejo en la provincia de Tucumán. Allí aprendió la dureza de la vida campesina y creció en un medio difícil donde coincidieron varios medios de vida.

Este conjunto de elementos han formado parte de la narrativa construida por los argentinos con respecto a su figura y como manera de explicarla. Esta mezcla de vida, gente y costumbres, lo llenaron desde muy pequeño y le dieron la perspectiva amplia de lo que eran las distintas maneras de vivir y trabajar en las tierras argentinas.

Tras la muerte de su padre en 1922 cuando Héctor tenía solo 14 años, la familia volvió a Junín y el joven se convirtió en el patriarca de la familia. En varias bibliografías sobre Yupanqui, se ha puesto énfasis en la muerte de su padre. Se ha atribuido a esta pérdida su melancolía y su anhelo por el norte, el pasado perdido y su comprensión del hombre indígena, trabajador y solitario. Esta idea, se expresa a menudo en estudios sobre él, según los cuales el padre era el símbolo del mundo campesino de los indígenas, de la coherencia con la tierra. Tras su muerte, Héctor trató de llevarlo siempre consigo. Para sus representaciones artísticas, cambió su nombre por el de Atahualpa Yupanqui con referencia a los líderes del mundo inca y manifestando así su vínculo con los herederos de la zona andina de Latinoamérica y con la época precolombina.

En los años veinte y treinta realizó varios viajes a la zona andina de Argentina y Bolivia coleccionando un material folclórico que le inspiró para componer sus más de 1200 canciones. Dentro de su catálogo de canciones se encuentran diferentes expresiones folclóricas de varias zonas argentinas, entre las que se distinguen particularmente: milongas, chacareras, zambas, vidalas y bagualas. En los años treinta empezó a despertar su conciencia política y se afilió al Partido de los Radicales tras la muerte de su líder Hipólito Yrigoyen. Después de la derrota de los radicales en 1932, Atahualpa Yupanquí se instaló en la ciudad de Tucumán donde compuso unas de sus canciones más conocidas, entre otras: Luna Tucumana. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la ideología política de Atahualpa Yupanqui, ya ateo y anti-imperialista, se acercó al comunismo y se afilió al Partido Comunista.

Con la llegada de general Juan Domingo Perón al poder argentino y luego, durante la dictadura militar del general Jorge Videla, los comunistas fueron perseguidos duramente en Argentina y Atahualpa Yupanqui decidió emigrar. Vivió muchos años en distintos países hasta que se exilió definitivamente en Francia en 1967. Aunque se distanció del Partido Comunista y del stalinismo, mantuvo el enfoque político en su obra y fue uno de los fundadores del movimiento de la canción de protesta de proyección folclórica en Latinoamérica que se unió con otras expresiones en el movimiento mayor de la Nueva Canción. Muchos de los nuevos cantantes del movimiento procedían de países latinoamericanos bajo dictaturas militares y demandaban justicia, igualdad e independencia ante la intervención de los poderes extranjeros en Latinoamérica, sobre todo de los Estados Unidos. Las canciones de Atahualpa Yupanqui se encuentran entre las más conocidas de este movimiento; particularmente las versiones realizadas por Mercedes Sosa tuvieron gran éxito en todo el mundo hispanohablante. Su vinculación política con Mercedes Sosa, ”La Voz de Latinoamérica”, amplió la repercusión de sus canciones y le dio más fuerza política.

Toda la música de Atahualpa Yupanqui tiene una instumentación sencilla: él mismo canta acompañado por una guitarra. Además tiene una aparencia muy fuerte que añade a la música un aspecto de la comprensión de la música. No es cualquiera quien canta estás canciones, es Don Ata con toda su fuerza. Al no salir de lo esperado logra construir sobre sí una autenticidad en su música. Es interesante hablar sobre el contrato invisible que se forja entre el cantante y el público de la música folclórica que asiste a sus conciertos. Y como el público nunca recibe algo nuevo y sorprendente, va percibiendo que Atahualpa Yupanqui es un auténtico intérprete de la música folclórica de Argentina. Un elemento muy importante a este respecto es la amplitud de tradiciones musicales en la que basa sus canciones. Los ritmos usados vienen de todos los rincones la República Argentina que no tienen ningúna historia común pre-nacional. De esta manera Atahualpa Yupanqui sintetiza en sí mismo las distintas tradiciones y es capaz de ofrecer la idea de que hay una coherencia histórica y cultural en las tierras argentinas y que él mismo es la personificación de esta relación y de la música tradicional de Argentina. De alguna manera construye una idea de comunidad histórica en Argentina en base a distintas tradiciones pre-colombianas, y lo hace de una manera muy creíble porque expresa gran autenticidad en su aparencia y en su voz. Atahualpa Yupanqui narra en sus canciones la historia de los argentinos y de sus privaciones con tanta consecuencia y con tanta convicción e intuición que hoy en día se reconoce cómo el intermediario más grande de la cultura folclórica de Argentina y una pieza indispensable en el gran rompecabezas que es la identidad nacional argentina.

En los años 80 tras la vuelta de la democracia, su popularidad en Argentina creció e hizo varios viajes y conciertos a su país de origen. Atahualpa Yupanqui falleció en Francia el 23 de mayo de 1992.

 

 

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