Antoni Tàpies. Del objeto a la escultura (1964-2009)

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• Comisario: Álvaro Rodríguez Fominaya

• Fechas:  4 de octubre 2013-19 de enero 2014

• Patrocina: Iberdrola

 

El Museo Guggenheim Bilbao acoge, en el año en que se cumple el primer aniversario del fallecimiento del artista, Antoni Tàpies. Del objeto a la escultura (1964–2009), la primera revisión completa y en profundidad de una de las facetas más reveladoras de un artista fundamental de la segunda mitad del siglo XX: su producción de esculturas a lo largo de casi cinco décadas.

La exposición, que cuenta con el patrocinio de Iberdrola, reúne cerca de cien obras, desde sus primeros objetos y assemblage de mediados de los años sesenta y setenta, hasta las tierras chamoteadas y bronces más recientes, incluyendo la última escultura que firma el artista en el año 2009.

La práctica escultórica y objetual es un aspecto central en la evolución artística de Antoni Tàpies y aparece con intensidad a lo largo de todo su recorrido vital, formando un corpus único y autónomo. Antoni Tàpies.

Del objeto a la escultura (1964–2009) descubre, como subraya Álvaro Rodríguez Fominaya, comisario de la muestra, “la constante preocupación de Tàpies por el problema escultórico a lo largo de toda su trayectoria, situando, por primera vez, a su escultura frente a sí misma”.

Organizada de manera cronológica y temática a lo largo de la segunda planta del Museo, la exposición combina piezas de rasgos monumentales con otras de pequeñas dimensiones, alternando el desarrollo temporal de las mismas con el análisis de los temas, materiales y técnicas utilizadas por el artista, permitiendo al espectador una certera aproximación al universo escultórico de Antoni Tàpies: desde su idea del muro hasta la representación recurrente de objetos cotidianos como sillas, camas, calaveras o libros.

Antoni Tàpies. Del objeto a la escultura (1964–2009) es la cuarta gran exposición que los Museos Guggenheim dedican a uno de los artistas españoles más internacionales tras la comisariada por Carmen Giménez en el Museo Guggenheim del Soho neoyorquino en 1995; la gran retrospectiva comisariada por Lawrence Alloway en el Museo Guggenheim de Nueva York en 1962; y la presentación de la Colección

Permanente Chillida-Tàpies: Materia y Pensamiento visual que acogió el Museo Guggenheim Bilbao en 2001, comisariada por Petra Joos, y que, posteriormente, se exhibió en la Deutsche Guggenheim Berlin en 2002.

Tàpies realiza sus primeros objetos autónomos y claramente tridimensionales a mediados de los años sesenta. Sin embargo, no será hasta los años ochenta cuando el término “escultura” se introduzca formalmente en su vocabulario.

 

Desde los años sesenta

La muestra se inicia en las salas clásicas del Museo con la producción realizada por Tàpies a mediados de los años sesenta y en los años setenta, un período de gran actividad política para el artista, en el que incorpora a su investigación objetos cotidianos que no solo remiten al Arte Informal, sino que están en sintonía con otras corrientes conceptuales que se desarrollan de forma paralela, como el Arte Povera, pero que también tienen su raíz en el Dadá y el Surrealismo.

Este aspecto se evidencia en algunas piezas con las que arranca la exposición como Cadira i roba (Silla y ropa, 1970), Pila de plats (Pila de platos, 1970) o Armari (Armario, 1973) que inauguran, en la trayectoria de Tàpies, el lenguaje de los objetos-assemblage, creados a partir de muebles, papel, ropa, serrín o madera. La diversidad de recursos simbólicos que caracteriza estos trabajos abre para el artista numerosas vías de investigación, como ejemplifican las obras Farcell (Hato, 1970) o Cartó corbat i corda (Cartón curvado y cuerda, 1970).

Para Tàpies, el collage es el antecedente directo de sus esculturas. En Rotllo de tela metàl·lica amb drap vermell (Rollo de tela metálica con trapo rojo, 1970) y en Maqueta per a “Núvol i cadira” (Maqueta para «Nube y silla», 1988) utiliza la malla metálica y el alambre, metales maleables que actúan como eje que define el espacio y se contraponen a elementos de naturaleza orgánica, que retomará también en  décadas posteriores.

 

Primeras tierras chamoteadas

A principios de los años ochenta se produce un cambio significativo en el proceso creativo del artista que deja atrás temporalmente los assemblage y se adentra en el territorio de la cerámica, produciendo en el año 1981 sus primeras obras en este medio.

El escultor Eduardo Chillida desempeña, junto al marchante y galerista Aimé Maeght y el ceramista Joan Gardy Artigas, un papel fundamental en este descubrimiento. La muestra acoge algunas de sus primeras obras en este material como Cub (Cubo, 1983) o Díptic (Díptico, 1983), realizadas en el taller de Artigas en Gallifa (Cataluña). Posteriormente, el artista trabajará en el taller de la galería Lelong en Grasse, con lacolaboración del ceramista Hans Spinner.

De todas las posibilidades que ofrece la cerámica, Tàpies se centró en la tierra chamoteada, que es una combinación de arcilla con fragmentos de cerámica cocida y molida. Esta mezcla le permitía realizar esculturas de gran tamaño resistentes a cambios climatológicos como la gran Sabatilla, (Zapatilla, 1986), de más de dos metros de largo, que domina el centro de la sala.

El artista también experimenta en esta época con otros materiales y técnicas cerámicas, como el esmalte, el gres y la porcelana. En trabajos como Llit (Cama, 1988) o Divan  (Diván, 1987) podemos observar la manera en que aplica esmalte sobre la tierra chamoteada, una labor que realiza habitualmente con pinceles, escobas o esponjas. Sobre esos objetos el artista realiza en la mayoría de las ocasiones inscripciones caligráficas o de signos por medio de esmeriladores o, incluso, de los dientes de una llave. Estos signos, como aclara Alvaro Rodríguez Fominaya en el texto del catálogo, “no actúan como elementos de interpretación, no sirven como ‘desveladores’ sino como ‘veladuras’ que agregan un significado privado a estas piezas”.

A la pregunta “¿Qué es la escultura?” que formula Jean Frémon en el libro La poétique de la matière, Tàpies responde de manera explícita: “¿Por qué no, por ejemplo, treinta kilos de arcilla modelados en forma de premolar, revestidos a toda prisa con un esmalte blanco que aún parece estar goteando?”

Es también en esta época cuando el artista traslada a la escultura parte de su inventario simbólico. Obras como T tombada (T tumbada, 1986) y Cub-creu  (Cubo-cruz, 1988), por ejemplo, remiten al más puro imaginario Tàpiesiano.

 

De la tierra al bronce

Una de las grandes salas de contornos curvilíneos del Museo acoge importantes ejemplos de madurez de la obra tridimensional de Tàpies, mostrando tanto su dominio de la tierra chamoteada, como sus primeras incursiones en el bronce La butaca (1987) y Matalàs (Colchón, 1987) que presiden la sala son algunos ejemplos), cuya producción inicia en el año 1987 en la fundición catalana Foneria Vilà, en Valls. El artista trabaja con ambos materiales a través de un conjunto de obras en las que repite una serie de objetos y motivos cotidianos como libros y cráneos.

Entre los assemblages tridimensionales creados a partir de muebles a partir de los años setenta se encuentran las sillas, otro de los temas que el artista desarrolló con gran profundidad. En los años ochenta Tàpies retoma este tema.

La muestra acoge una serie de sillas realizadas en cerámica y producidas en Grasse, Francia, donde el artista trabajaba junto al ceramista Hans Spinner, que resumen, de manera sucinta, parte de su universo simbólico como Cadira coberta (Silla Cubierta, 1988) donde se aprecia una oreja y una “T”; Cadira amb barra (Silla con barra, 1988), que incluye un elemento horizontal que transforma la silla en una “T” y Cadira (Silla, 1987), que muestra la inscripción de una cruz. En todas ellas, utiliza el esmalte sobre la tierra chamoteada, una técnica que supone una cierta accidentalidad, porque el calor puede producir variaciones en los colores y cambios en la textura, aspectos que interesaban mucho al artista.

Junto a estas obras se muestra la bañera que Tàpies ejecutó en 1988. La bañera, un objeto generalmente circunscrito al espacio privado e íntimo, cobra una nueva significación al trasladarse al espacio semipúblico del museo. Por su parte, el cesto, representado en este caso en cerámica, reaparece más tarde en diversos bronces de los años noventa.

 

Tapias, muros, puertas

La idea del muro, una noción fundamental en el espacio iconográfico de Antoni Tàpies, también está representada en una selección de obras de la muestra que se reúnen bajo el epígrafe “Tapias, muros y puertas”. De todas ellas, Tríptic (Tríptico, 1991) y Composició (Composición, 1991), realizadas en hormigón refractario, reflejan la aproximación del artista a una abstracción de carácter constructivo.

“Si tengo que hacer la historia de cómo se fue concretando en mí la conciencia de este poder evocador de las imágenes murales, he de remontarme muy lejos. Son recuerdos que vienen de mi adolescencia y de mi primera juventud encerrada entre los muros en que viví las guerras”. Así explicaba el artista en su artículo “Comunicación sobre el muro” del año 1969 la ambivalencia y los múltiples significados de sus muros:

«¡Cuántas sugerencias pueden desprenderse de la imagen del muro y de todas sus posibles derivaciones!

Separación, enclaustramiento, muro de lamentación, de cárcel, testimonio del paso del tiempo; (…) ¡Y tantas y tantas cosas que parecían emparentarme con orgullo a filosofías y sabidurías tan apreciadas por mí!».

También en relación con esta cuestión aparecen en su trabajo la temática de las puertas que realiza tanto en cerámica o bronce como Porta II (Puerta II) de 1987, Porta (Puerta) del mismo año, en bronce; o, incluso, la más literal Mur (Muro, 1991).

Puertas y muros se levantan cargadas de simbología ante la mirada espectador.

 

El verano de 1993

En 1993 Antoni Tàpies presenta la instalación Rinzen -“despertar súbito” en japonés- en el Pabellón de España de la 45ª Bienal de Venecia, donde participa junto a la artista vasca Cristina Iglesias. Una obra de protesta y reflexión sobre los efectos de la guerra de los Balcanes con la que gana el León de Oro.

Tras concluir esta pieza, el artista afronta el verano de 1993 con energía renovada y, en su estudio del Montseny, crea una serie objetos que suponen un retorno al assemblage en su estado más puro como Capçal i metall (Cabecera y metal), Paquets metàl·lics (Paquetes metálicos) o L’hora del te (La hora del té), todas ellas realizadas en el año 1993. Este impulso se plasma en la muestra que realiza en 1994 en Londres con el título Antoni Tàpies: A Summer’s Work en la que exhiben las obras creadas a raíz del giro que toman sus esculturas con motivo de su participación en la Bienal.

En cierto modo, estas nuevas piezas recogen todo su pasado puesto que guardan relación con aquellos primeros objetos de los años setenta, y, al mismo tiempo, también proyectan hacia el futuro su praxis artística al introducir nuevas texturas y elementos en sus esculturas.

 

1995–2009

La exposición se clausura con una serie de esculturas que van de 1995 a 2009, recorriendo la producción final del artista hasta tres años antes de su fallecimiento, momento en el que Tàpies despliega con contundencia una extrema variedad de recursos técnicos y de materiales que ha ido acumulando a lo largo de décadas.

En este período el artista no se conforma con recrear técnicas experimentadas años atrás sino que alterna materiales y procesos con gran rapidez produciendo al mismo tiempo assemblage, bronces y cerámicas, agregando nuevos elementos a su lenguaje. En el bronce, trabaja con pátinas y formatos nuevos como en Caixa i cadira, (Caja y silla 1999); en la cerámica, contrapone lo mineral y lo orgánico y el gres frente a la tierra —Creu invertida (Cruz invertida, 2002)—; y, en los objetos, genera nuevas perspectivas y volúmenes como en Composició amb Cistella (Composición con cesto, 1996).

En cambio, permanecen fijas las constantes que dibujan su imaginario: los signos, las grafías, las cruces, las matemáticas, lo rural, lo cotidiano y lo familiar. En uno de sus últimos textos, Tàpies nos transmite esta cita de Shih-t’ao: “Yo hablo con mi mano, tú escuchas con tus ojos”.

La última escultura que produce el artista en el año 2009: Trill (Trillo) cierra una muestra, que reivindica el Antoni Tàpies escultor, una de las facetas menos conocidas pero, al mismo tiempo, más relevantes del gran genio catalán.

 

Espacio didáctico

El espacio didáctico de la muestra presenta al visitante los hitos más destacados de la vida del artista, con una mención especial a aquellos relacionados con su producción escultórica. Por otro lado, se destaca la faceta de Tàpies como creador vinculado a la esfera pública, destacando proyectos como Rinzen, Núvol i cadira o Mitjó, entre otros, que, aunque fueron creados para espacios públicos, están vinculados con las obras de la muestra por el uso de la misma técnica, los materiales utilizados o a las ideas que los generaron.

 

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Catálogo

Tres ensayos firmados por Álvaro Rodríguez Fominaya, comisario de la muestra, Tony Godfrey y Anatxu Zabalbescoa introducen en Antoni Tàpies: del objeto a la escultura (1964-2009)  la producción tridimensional del artista catalán en este este catálogo, que incluye casi un centenar de reproducciones, además de textos breves a cargo de los artistas Miroslaw Balka, Cristina Iglesias, Marjetica Potrč yJessica Stockholder sobre obras concretas del creador catalán. Este volumen también cuenta con una cronología y una biografía y un glosario realizado por María José Balcells.

 

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