Las historias del arte: Amistad, amor y muerte. Picasso y Casagemas

Por Ruth Cereceda

La amistad, el amor y la muerte. Una inspiración para las artes, con terribles consecuencias para la vida real. Una combinación de la que parece que no hemos aprendido nada, a juzgar por las noticias que todos los días pueblan los telediarios.

A pesar del horror, la amistad, el amor y la muerte se convierten en temas románticos una vez los pasamos por el prisma del hacer artístico. Carlos Casagemas, amigo de juventud de Pablo Picasso, se suicidó por un amor no correspondido. Y Picasso a su vez, deprimido y apenado por la muerte de su amigo, dio luz a algo sin precedentes en la historia del arte: el periodo azul (1901-04).

Sin embargo, el barniz del tiempo puede limpiarse con paciencia y cuidado, y es así como los verdaderos colores de la obra de arte salen a la luz.

Cervecería Els Quatre Gats, c.1900.

Cervecería Els Quatre Gats, c.1900.

Pablo Picasso y Carlos Casagemas se conocieron hacia 1898 en la cervecería barcelonesa Els Quatre Gats, lugar de reunión de la bohemia vanguardia modernista catalana. Ambos tenían 18 años, ambos querían ser pintores y ambos deseaban viajar a París. Se hicieron buenos amigos y compartieron borracheras, ligues y aventuras en el Barrio Gótico de la Barcelona de entre siglos.

En octubre de 1900 los dos amigos viajan finalmente a la ciudad de la luz y la vanguardia artística. La ocasión se la brinda la inclusión de una obra de Picasso en la Exposición Universal de ese año. En París, se alojan en casa de Isidre Nonell, pope del Modernismo catalán y a quien también habían conocido en Els Quatre Gats. Una vez instalados, se les une el joven pintor y amigo Manuel Pallarés, y los tres juntos entran en contacto con el círculo de artistas españoles y con el ambiente artístico de la ciudad; estudian el trabajo de Signac, Toulouse Lautrec, Van Gogh o Gauguin; y se convierten en asiduos de los clubes y burdeles más de moda de la noche de Montmartre.

En una de esas noches de juerga conocen a tres amigas, modelos jóvenes y guapas muy conocidas entre los artistas españoles, y que respondían a los nombres de guerra de Odette, Germaine y Antoinette. Las tres parejas -Picasso con Odette, Casagemas con Germaine, y Pallarés con Antoinette- terminan compartiendo casa, cama y pasiones en el estudio prestado por Nonell. Días de vino y rosas… hasta que Casagemas comete la imperdonable torpeza de enamorarse de Germaine y pedirle matrimonio.

Picasso. Retrato de Germaine Gargallo (1900).

Picasso. Retrato de Germaine Gargallo (1900).

Germaine, que a todo esto ya estaba casada, rechaza al joven pintor. Para un rato de diversión estaba bien, pero el chico lo tenía todo: sin donde caerse muerto, medio alcohólico y enganchado a la morfina, además de feo e impotente, no resultaba muy interesante para un compromiso a largo plazo. Ante la negativa, el pobre Casagemas se queda hundido, y comienza a obsesionarse con la modelo. Picasso decide invitarlo a pasar las navidades en Málaga, a ver si así se le pasa un poco el disgusto, pero este no levanta cabeza: la escribe continuamente, se pasa el día llorando y dándole vueltas al tema. Picasso acaba hartándose de su amigo y le pide prestado a su tío para comprarle un pasaje de vuelta a Barcelona, y así librarse de él.

Pasadas las navidades, Picasso se va un tiempo a Madrid y Casagemas vuelve a París. Intenta volver con Germaine, pero ésta ya había pasado página y estaba con el escultor Manolo Hugué, por lo que le rechaza de nuevo. Desesperado, el joven organiza una cena con sus amigos en el Café de L’Hippodrome, a modo de despedida. Cuando parece que se levanta para decir unas palabras, saca una pistola y apunta a Germaine. Falla el tiro, pero seguidamente se dispara en la sien. Casagemas muere el 17 de febrero de 1901.

Picasso se entera de la noticia al cabo de unos días y siente un gran pesar, pero no tanto como para desplazarse a París al entierro, ni a Barcelona para asistir al funeral. Pintará, eso sí, una serie de retratos de Casagemas muerto, entre los que destaca el del Museo Picasso de París en el que, a modo de homenaje, copia la pincelada de Van Gogh.

La muerte de Casagemas (1901). Museo Picasso, Paris.

La muerte de Casagemas (1901). Museo Picasso, Paris.

Algún tiempo después del suicidio, concretamente en el mes de mayo, Picasso decide volver a París. Allí no sólo se instala en el que había sido el estudio de su compañero de correrías, sino que pasa de Odette y, en un arranque de clase y elegancia, inicia un tórrido romance con Germaine. Picasso y Germaine pasan juntos el verano de 1901, y es sólo una vez que el verano se acaba, que las pasiones se apagan y la relación comienza a enfriarse, cuando Picasso se centra de lleno en su periodo azul, caracterizado por la tristeza causada por la muerte de su amigo y, quizás, por algún que otro sentimiento de culpa y arrepentimiento.

El caso es que es entonces cuando Picasso pinta Evocación. El entierro de Casagemas. Para la obra se inspira en el Entierro del Conde Orgaz, de El Greco, y divide el lienzo horizontalmente en dos zonas. En la inferior representa la vida terrenal, en la que dispone el cuerpo sin vida de Casagemas, rodeado por nueve figuras entregadas al llanto y la pena. En la zona superior crea una visión del paraíso en la que libera el espíritu atormentado de su compañero y, de paso, exorciza algunos de sus propios demonios, al darle aquello que no tuvo en vida.

En su paraíso particular, Casagemas aparece montando un caballo blanco y con una figura femenina desnuda que se aferra a él de forma desesperada: Germaine. El disfrute de la pasión que al joven le fue negado en vida, queda representada por medio de otras tres figuras femeninas desnudas, ataviadas únicamente con unas sensuales medias que les llegan a medio muslo. Para terminar, una madre con dos hijos pequeños demuestran la capacidad reproductora del joven, que en el cielo queda liberado de la maldita impotencia.

Evocación. El entierro de Casagemas (1901). Centro Georges Pompidou, Paris.

Evocación. El entierro de Casagemas (1901). Centro Georges Pompidou, Paris.

Cierto es que ni la pasión de Casagemas, ni el desamor de Germaine, ni la indiferencia de Picasso nos son nuevas. Es una historia vieja y usada que todos hemos visto, vivido y repetido. Pero qué bonito sería el poder reinventar el pasado en un cuadro y convencernos de que en una vida distinta, existió la opción de conseguir aquello que ansiamos para ser completa y definitivamente felices.

 

Octubre, 2013

 

 

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