La avenida Andrássy en Budapest: un paseo por la historia húngara.

Por José Rasero

El cambio continuado en las denominaciones de esta avenida ha unido su propia historia no solo a la de toda la ciudad sino a la de todo el país.  Así lo refleja el escritor húngaro  (nacido en Budapest en 1929)  Imre Kertész  (Premio Nobel de Literatura en 2002) en La bandera inglesa: «…en la entonces todavía existente alameda de la avenida Andrássy, luego Stalin, luego Juventud Húngara, luego República Popular, etcétera…”.

Tras su inauguración en 1886 la vía se llamó simplemente Avenida (aunque algunos afirman que fue Avenida del azúcar, Sugar út), para posteriormente tomar el nombre de uno de los principales artífices de la independencia húngara (primer presidente de Hungría tras el compromiso con Austria -Ausgleich- de 1867, y posteriormente ministro de Asuntos Exteriores del gobierno imperial), el conde Gyula Andrassy, gran impulsor de este proyecto urbanístico. Al término de la II Guerra Mundial, tras la llegada comunista, se rebautizó como ‘Avenida de Stalin’. Los dirigentes políticos de la época decidieron más adelante llamarla ‘Avenida de la Juventud Húngara’ y, unos años después, en 1956, tras la primera rebelión contra el régimen impuesto por la Unión Soviética, ‘Avenida de la República Popular’, nombre que permaneció ya durante toda la era comunista hasta que, tras la caída del muro, y convertida Hungría en 1990 en democracia parlamentaria, retomó el inicial nombre de Andrássy út.

 

Moulin Rouge

 

Concebida y diseñada siguiendo las ideas urbanísticas del afamado arquitecto Miklós Ybl, y trazada entre 1872 y 1886, la avenida alcanza una longitud de casi tres kilómetros, uniendo el centro de la ciudad (Erzsébet tér) con la Plaza de los Héroes y el Parque Municipal. Es, sin duda, una de las joyas del urbanismo de finales del XIX y principios del XX, cuando una pujante Budapest rivalizaba con los grandes bulevares de París y Berlín y con la majestuosidad de Viena.

Casa del Terror

 

Hoy en día la avenida y sus alrededores concentran gran parte de la vida cultural de la ciudad, las tiendas más exclusivas (solo igualadas por ‘la otra calle’ de Budapest: Váci Utca) y   algunos de los mejores restaurantes, además de ser  toda una guía de los estilos arquitectónicos de finales del XIX y principios del XX, lo que justifica que la UNESCO incluyera la calle (junto a la línea de metro que la atraviesa) en su lista del Patrimonio de la Humanidad.

Si iniciamos nuestro paseo desde la plaza de Isabel (Erzsébet tér) nos veremos inmersos en un auténtico boulevard: gran arboleda, pulso vital y urbano, mansiones y palacios reconvertidos en viviendas, comercios de lujo y gran cantidad de terrazas de cafés y restaurantes. Esto será hasta llegar a la plaza Oktogon, a partir de la cual la avenida se vuelve más señorial, con igual presencia quizá de palacios y mansiones, aunque en este caso en su mayoría abandonadas y necesitadas de una urgente rehabilitación, desapareciendo casi todo tipo de actividad comercial y dándonos una sensación como de andar por un extrarradio algo fantasmal (aunque sigamos en pleno corazón de Budapest).

 

Avenida Andrassý

 

La artería budapestina ofrece numerosos  atractivos culturales, museísticos y también gastronómicos. El edificio más importante es sin duda la Ópera, la gran obra maestra de Miklós Ybl.  Construido entre 1875 y 1884 en estilo renacentista, fue financiado por el emperador Francisco José I y alcanzó el relieve y la importancia de los grandes coliseos líricos de Viena o París. Es una visita obligada. Justo enfrente se encuentra el edificio de la antigua Escuela de Ballet Estatal. De estilo ecléctico, el  Dreschler  (llamado así en recuerdo del café que en sus inicios se abría en la planta baja), ha sido reconvertido hoy en día en hotel.

A pocos metros encontramos la calle Nagymezó, conocida como el Broadway de Pest, ya que en ella se agrupan varios teatros, la Opereta, la Casa de los Fotógrafos Húngaros o el Moulin Rouge de Budapest. Es un lugar muy frecuentado por artistas, lo que le da cierto aire bohemio. Muy cerca, Liszt Ferenc Tér es una de las plazas más animadas y de moda de la capital húngara, concentrándose en ella una espectacular y variada oferta gastronómica.

Continuando con nuestro paseo nos toparemos con La Casa del Terror, edificio donde se perpetraron las atrocidades de las dictaduras fascista y comunista.  ‘Andrássy út  60’ fue primero la sede del partido fascista, para acoger después a la temida policía política estalinista. Hoy es un museo consagrado a todas las víctimas de la represión política y en el exterior podemos apreciar –con natural  desazón- algunas de sus fotografías.

 

Boulevard

 

El Museo Franz Liszt, por su parte, expone documentos y objetos personales del gran compositor húngaro, mientras el Museo Ferenc Hopp -ya en la parte señorial de Andrássy- alberga piezas y cerámicas de arte asiático.
Para un merecido descanso nada mejor que la pastelería Lukács. Durante años fue el café de uso exclusivo para la policía secreta comunista. Hoy, su aire decadente (espejos, sillas doradas, mesas de mármol, lámparas de lágrimas de cristal) y sus deliciosos pasteles pueden ser disfrutados sin mirada sospechosa alguna que nos intimide.

Por si todo lo anterior fuera poco, bajo la avenida Andrássy transcurre la línea de metro más antigua del continente europeo. La actual línea 1 fue inaugurada en 1896, dentro de las celebraciones del Milenario de la Nación húngara. Sus estaciones han sido restauradas y se les ha devuelto la original imagen que tuvieron en el siglo XIX. Sus vagones, más pequeños pero con mucho más encanto que los modernos, nos llevarán hasta la plaza Vörösmarty, donde podremos reponer fuerzas  en la histórica pastelería Gerbaud.

 

 

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