Hay médicos y médicos.

Por Juanjo Fernández Torres

 

    mascaras en calle Mi hija siente que, físicamente, su corazón late más rápido de lo normal y un chequeo médico somero determina que, sí, su corazón es mucho más ágil que el promedio. Un cardiólogo, que atiende a cientos de pacientes en el sistema municipal de salud de Lima, le diagnostica un grave problema cardíaco congénito. De acuerdo a un simple electrocardiograma que sostiene en sus manos, le asegura que ella ya ha sufrido varios infartos sin percatarse. Su salud está en un estado tan grave que debe renunciar a su trabajo en la altura del Cusco y hacerse muchos estudios -obviamente muy caros- que se realizan exclusivamente en la clínica privada limeña donde el médico portador de la mala noticia complementa su horario. Este cardiólogo, a sus tiernos 28 años ya es accionista del centro médico privado que nos recomienda gracias a su aporte de una moderna máquina importada de pruebas especiales del corazón, por lo que puede hacer un descuento especial a sus pacientes. Éxito.

     Dos semanas y varios estudios después, otro cardiólogo, que atiende a miles de pacientes en el sistema hospitalario estatal del Perú y no es accionista de ninguna empresa hospitalaria, recibe a mi hija y le explica que la posibilidad de que ella tenga la afección cardíaca que el joven y exitoso médico del párrafo anterior le indicó es de 1 en 1´000,000 y que, a simple vista de un nuevo electrocardiograma -sumado al anterior y los otros estudios-, ella nunca tuvo problema alguno fuera de su rinitis alérgica, típica de los habitantes de la húmeda Lima. El médico, ya entrado en años de amplia experiencia, dedica 30 minutos de su precioso tiempo para explicarle a mi ahora aliviada hija, con lujo de detalles, por qué su corazón se agita sin estar enferma y cómo ponerlo en vereda con simples cambios de rutina. Tampoco escatima tiempo, ya en tono coloquial, para buscar las razones por las que algunos de sus colegas de las nuevas hornadas de la medicina en el Perú son tan adoradores del dios dinero. Ética.

     Unos días después, una cardióloga intervencionista, que desarrolla procesos innovadores en quirófanos del sistema privado de hospitales en los EEUU, viendo un simple electrocardiograma enviado por Internet, le corrobora a mi hija que no tiene ningún problema cardíaco ni tuvo infarto alguno en su vida, qué ocurrencia. La cirujana, mexicana de nacimiento y crianza, es una eminencia en la práctica pero sin suficiente voz en la edición de artículos científicos de publicaciones especializadas pues sus grandes éxitos en el quirófano son eclipsados, quizás, por su acento hispano al hablar inglés o la omnipresencia de sus colegas cazadores de logros ajenos. Coraje.

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