Una ciudad fantasma en La India

Antonio Costa Gómez

 

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Yo quería ir a Udaipur y tal vez a Jaisalmer en el desierto, pero no había trenes, ni tampoco aviones, la señora Singh del hotel Meghniwas en Jaipur hizo lo imposible pero no hubo manera,  la India estaba a punto de entrar en guerra con Pakistán, había muchos desplazamientos de tropas, se prohibió ir a Jaisalmer que estaba junto a la frontera, entonces decidí  volver a Agra, donde ya había visto en Taj Mahal,  cuando iba en autobús por la carretera polvorienta pasaban infinidad de camiones llenos de soldados en dirección a Pakistán, dije: a ver si me va a pillar este asunto en medio, en Agra entré en el hotel Royal Court que tuvo épocas grandiosas pero ahora era tristísimo y no duré ni media hora, luego fui a un hotel desperdigado en un campo donde querían sacarme dinero a cada segundo, y finalmente acabé en un hotel para trotamundos de unos hermanos gemelos atendido por unos tibetanos, aparte de ver otra vez el Taj Mahal donde se casan todas las parejas de la India visité el Fuerte Rojo,  donde me dio una diarrea que me hizo añorar el papel higiénico,  y la tumba de Itimad con sus jardines y pabellones delicadísimos, pero lo que me fascinó más fue la ciudad fantasma de Fatehpur Sikri, a unos kilómetros, que fue capital del imperio mogol entre 1571 y 1585, y luego la abandonaron totalmente, el emperador Akbar no podía tener hijos y fue a pedirle ayuda al santo sufí Chisti, luego tuvo tres hijos, como agradecimiento levantó allí su capital,  con montones de construcciones grandiosas, allí estudió todas las religiones y trató de conciliarlas todas,  levantó edificios que tenían elementos islámicos mezclados con rasgos hindúes y decoraciones jainistas, se trajo esposas de todas las religiones, una esposa turca, una portuguesa cristiana de Goa, aquello iba a ser como el lugar de la superación y la integración, aunque en otras  épocas Akbar fue más intolerante que nadie,  y años después, se supone que por problemas con el agua, el emperador abandonó aquella capital,  levantó otra en Lahore, y luego otra en Agra, y Fatehpur Sikri  quedó intacta y perdida durante siglos, los gemelos del hotel me conectaron con un taxista  que me llevara allí, como siempre me hablaba de su familia y me preguntaba por la mía, estar divorciado sonaba fatal en la India, me preguntó si quería ir a su casa y conocer a su mujer, por la carretera había un montón de muchachos jugando con monos amaestrados y pidiendo dinero, al llegar se me pegó un joven que se empeñó en ser mi guía, y yo no quería guía, siempre me gusta ver las cosas solo sin estorbos, pero el chaval no se fue nunca, me acompañó a todas partes dándome explicaciones, y al final tuve que darle algo,  eran una serie de construcciones en piedra rosada perdidas en la niebla, la niebla le daba un halo de misterio y de sueño, parecía que aquello estuviera preservado fuera del tiempo, en un espacio onírico, di vueltas por allí alucinado,  el Panch Mahal  o Palacio de las Damas levantaba sus cinco pabellones cada vez más pequeños hasta llegar al quiosco de arriba como si se construyese el aire y se jugase con lo incorpóreo y lo inmaterial,  donde las damas parecía que flotaran en su ingravidez,  era el papel adjudicado a las mujeres entonces,  la Gran Mezquita levantaba su diwan majestuoso y sus soportales laterales pero en lo alto había hileras de pabelloncitos que le quitaban pesadez y dureza,  como si las rigideces de la doctrina admitiesen variaciones y complacencias,  se miraba hacia ella sobre un suelo de mármol que le daba solemnidad a tus pisadas y te hacía salir del mundo habitual para ponerte en un sueño, dando vueltas llegabas al mausoleo del  sufí Selim Chisti ,  debió de ser un santo que le enseñó flexibilidades de actitud al emperador, y le mostró maneras de hacerse más agradable a sus reinas, para que su vida fuera más fecunda, el propio mausoleo estaba en mármol blanco con entradas de trenzados y líneas ágiles, como para indicar que no todo tenía que ser inamovible e intocable en la doctrina, que esta tenía sutilezas y vitalidades, los sufíes siempre han defendido una religión del amor y la sensibilidad más que de los dogmas,  ha habido sufíes maravillosos que eran grandes poetas en Persia y en la India , y su tumba con esa levedad producía una cierta devoción y simpatía por él, como si aquella ciudad fuera un sueño fracasado, el imposible reto de unir las religiones y las mentalidades y las razas y las maneras de ser y los portugueses saudosos con los mogoles de vértigo , por otras partes había pabellones solitarios y fantásticos, como sencillos quitasoles de piedra sobre los suelos de mármol,  como sombreros fantasiosos clavados sobre las superficies, en aquellos lugares donde debía caer el sol de una forma inhumana pero el emperador y su corte lo desarmaban con todas las fantasías, y en las noches aquello produciría sombras multiplicadas y laberínticas,  y otro edificio larguísimo tenía unos soportales interminables con columnas de grandes cornisas y argollas, en otro tiempo se supuso que aquello serían los Establos, también los caballos necesitarían un hospedaje de sueño en aquella capital solitaria que solo duró quince años, que fue casi  solo un pensamiento en mitad de las longitudes de la Historia, como una ocurrencia loca del emperador, se dijo que aquello era un capricho, pero qué capricho más lúcido,  muchas veces lo que se hace con más aparente ligereza es lo que tiene un significado más profundo y lo que retiene mejor la gracia de los sueños, pero ahora se supone que aquello serían más bien los Dormitorios de los Sirvientes, y las argollas no serían para  atar los caballos sino  para sujetar cortinas,  y se veían muchas otras construcciones por aquí  y por allá, el Salón de las Audiencias Privadas, el Salón de las Audiencias Públicas, el edificio del cortesano Birbal que según Victor Hugo parecía un joyero gigante,  el edificio del Tesoro, que otros suponían que era donde el emperador jugaba al escondite con sus mujeres, más vale este pasatiempo aparentemente banal que el de cortar cabezas de los herejes, la historia a veces es demasiado brutalmente trascendente,  el palacio  Jodh Bai con su telón de piedra  agujereado como el Palacio de los Vientos en Jaipur donde las mujeres podían mirar sin ser miradas la vida exterior como si fuese una película y comentarla a su gusto en todos sus fotogramas,  sin que la sangre de los acontecimientos les manchase las sedas, el Palacio de la Esposa Cristiana dedicado a Maryan, la cristiana que Akbar se llevó de Goa y que cambió las playas infinitas y paradisíacas de Panjim por  aquellas soledades del Norte donde el emperador extendió todas sus visiones , y todo lo rodeaba esa niebla agobiante o fascinadora según los momentos,  en algunas ocasiones yo me parecía un ser extraño y con una identidad onírica al moverme por entre aquellos retales impalpables, como si me moviera por las indefiniciones de un sueño, y los edificios salían como náufragos para definir sus formas tímidamente y luego se perdían otra vez en lo desconocido,  salían rostros de lo impreciso y luego volvían a él, y a mí me perseguía continuamente aquel tipo que me daba precisiones y datos y me contaba anécdotas, y yo pretendía no hacerle ni puñetero caso, pero era como la voz de mi sensatez  a la que a veces también pretendo ignorar,  recuerdo que el tiempo se distorsionaba, por un lado el taxista me había dado tres horas para ver aquello y yo iba agobiado de aquí para allá tratando de asimilarlo todo, de convertirlo en mi sangre, de que me surgiera fantasmal cuando menos lo esperara  una noche  junto al  Miño en Galicia ,  y quería hacer fotos que clavaran aquellos instantes misteriosamente, y luego me sobraba tiempo y trataba de que no se me fuera todo aquello, y tenía una nostalgia anticipada de aquella ciudad, y una nostalgia de aquello mismo que estaba viendo, como si se me escapara, como si quisiera volverse a su misterio y su desconocimiento,  apenas van turistas allí porque aquello está fuera de las rutas establecidas,  entonces me quedaba parado con  ojos desolados delante de aquellas construcciones  intentando coger su significado antes de que desapareciesen en la nada, aquello fue una invención  pasajera de un emperador , lo que se queda en el mirar pensativo de una persona soñadora,   que no se materializa, aquello se había materializado pero continuamente se volvía  a su niebla, pienso en aquel sufí enterrado allí con su apertura, en aquella confluencia delirante de religiones y de nostalgias, de evocaciones y de orígenes, en aquella fantasía dormida en mitad de la fantástica India.

 

 

 

 

 

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