La música pop huele a muerto aburrido

  • Dice Noel Gallagher, de Oasis, que los años dorados de los Beatles, The Who y los Kinks no volverán jamás
  • Según el guitarrista de Oasis, el consumidor de música consigue hoy en día lo que quiere y eso es malo porque “no sabe una mierda”
  • Apple, la mayor empresa de la historia de la humanidad, no era más que una dictadura ilustrada gobernada con mano de hierro por Steve Jobs

 

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Por Cristian Campos

 

Hace poco más de un año, la revista musical Q Magazine publicó una suculenta entrevista con Noel Gallagher, el guitarrista de la banda británica Oasis. Oasis murió en 2009, pero Noel Gallagher sigue concediendo unas entrevistas de toma pan y moja. Entrevistas, por cierto, disfrutables incluso por aquellos que jamás soportaron a Oasis. Porque Noel Gallagher tiene la misma mala leche que el hotentote de su hermano Liam (el cantante de la banda), pero también un par de docenas de neuronas más y ese tipo de fina perspicacia con la que de vez en cuando te sorprenden tipos a los que en circunstancias normales considerarías unos ostrogodos de mucho cuidado.

 

En la entrevista, Noel Gallagher dio su opinión sobre la industria musical actual y dijo cosas como estas: «Los Beatles, The Who, los Kinks… Eso ya no existe y no se repetirá jamás. A mediados de los años noventa, los propietarios [de la escena musical] eran las bandas y un pequeño grupo de fans. Ahora la industria la dirige el consumidor, así que la música va allí donde el consumidor quiere que vaya. No vamos a tener otro punk, otro acid house u otro britpop. Eso es un hecho. Porque el consumidor consigue lo que quiere, y el consumidor no sabe una mierda. Si durante la era del rock progresivo le hubieras preguntado al consumidor qué era lo que quería para el año siguiente, jamás te habría dicho ‘quiero a Johnny Rotten‘. Y el consumidor que en 1986 estaba metido hasta las orejas en el jodido tecno-pop no te habría dicho ‘quiero una nueva droga, luces parpadeantes, ritmos techno y máquinas de humo’, ¿verdad?».

 

El consumidor no solo no sabe
lo que quiere, sino que ni siquiera
sabe lo que podría llegar a desear si quisiera.

 

Es exactamente lo mismo que, de una u otra manera, decía Steve Jobs cada vez que le preguntaban: si le pides su opinión a los consumidores acabaras produciendo la misma basura que ya han producido otros antes que tú porque lo que la gente quiere es precisamente la misma basura que ve cada día a su alrededor. O lo que es lo mismo: el consumidor medio no solo no sabe lo que quiere, sino que ni siquiera tiene la imaginación suficiente como para saber lo que podría llegar a desear. Y por eso Steve Jobs jamás diseñó un solo producto de Apple a toque de pito del último estudio de mercado. De lo acertado de su filosofía hablan a las claras los resultados contables de Apple.

Que a nadie se le escape la moraleja: la mayor empresa de la historia de la humanidad, la de mayor éxito, la más admirada, odiada e imitada, fue, al menos hasta la muerte de Jobs, una sana dictadura ilustrada.

La entrevista con Noel Gallagher me ha venido a la cabeza leyendo las listas de los mejores discos del año que han empezado ya a publicarse en las revistas musicales y las secciones de cultura de los diarios nacionales e internacionales. Lo mejor que se puede decir de los discos de esas listas es que son un hatajo de chorradas intrascendentes: más de lo mismo a cargo de algunas pocas viejas glorias y banalidades engreídas obra de adolescentes sin mayor talento conocido. Y digo que lo mejor que se puede decir de ellos es que son intrascendentes porque si encima de malos fueran trascendentes la cosa ya sería como para lanzar los altavoces por la ventana.

La idea de la muerte de la música pop lleva dando la matraca prácticamente desde 1950. Es decir, desde su mismo nacimiento. Por supuesto, aquí juega con potencia el déjà vu generacional. Nadie que haya disfrutado de Mercury Rev o de los Flaming Lips en los años noventa va a valorar a los actuales Arcade Fire tanto como lo hará un veinteañero de hoy en día. A su vez, nadie que haya disfrutado de Joy Division, los Talking Heads y Television a finales de los años setenta habrá disfrutado de los grupos de la década de los noventa tanto como lo hicimos los veinteañeros de la época. Pero lo cierto es que Joy Division ya sonaban absurdos a oídos de los que habían crecido con Led Zeppelin, Bob Dylan, The Doors, The Who y los Beatles. Un paso atrás más y nos encontramos con Frank Sinatra ciscándose en el rock ‘n roll: «La música rock la hacen deficientes que cantan letras maliciosas, lascivas. Es la forma de expresión más brutal, nauseabunda, desesperada y viciosa que he tenido la desgracia de escuchar». El reino de Sinatra no es de este mundo, pero sus dotes como adivino no superarían el aprobado justo: «Yo a esa mierda de música llamada rock ‘n roll no le doy ni cinco años de vida». Para Sinatra, el rock era, sin necesidad de mayores matices, una música para «cretinos y matones».

 

No hay grupo o cantante
en las listas de lo mejor de 2013
cuya carrera musical vaya más
allá de dos o tres discos.

 

Sinatra se equivocaba en el plazo pero no en el hecho en sí de la caducidad de la música pop. No hay grupo o cantante en las mencionadas listas de lo mejor del año 2013 cuya carrera musical vaya más allá de dos o tres discos. Hagan la prueba: échenle un vistazo a esas listas (aquí tienen un buen puñado de ellas) y busquen un solo grupo nacido a partir del año 2000 que cuente con una carrera ni siquiera remotamente similar a la de las grandes bandas clásicas de los sesenta, los setenta, los ochenta y los noventa.

Y dirán ustedes «el hecho de que un grupo no haya grabado más de dos o tres discos no implica que carezca de talento». Habría mucho que discutir sobre eso, desde luego, y la historia de la música pop está repleta de artistas brillantes con apenas un disco o dos… al lado de cientos de grupos extraordinarios con carreras musicales de décadas. Lo que parece indiscutible es que la irrupción de Internet en el ecosistema musical ha modelado la forma en la que los aficionados consumen su música. Los discos a los que antes se les dedicaban días de escucha intensiva, sobre los que se escribían cientos de artículos y decenas de libros, de los que se hablaba durante años, de los que se analizaba hasta la última coma de la última frase de la última canción de la cara B y que acababan convertidos en puro mito son ahora una reliquia del pasado.

Por otro lado, es ridículo pretender que el hecho de que los grupos sean incapaces de aguantar su carrera en pie más allá de unos pocos años por las peculiares circunstancias del mercado musical actual no va a acabar influyendo de una u otra manera en su nivel de compromiso, en su visión de la escena musical, en su relación con ella y, por supuesto, en su calidad. Un mercado con reglas, ritmos e incentivos diferentes a los de los años sesenta, setenta, ochenta y noventa atrae a profesionales diferentes a los de los años sesenta, setenta, ochenta y noventa.

Si eso es bueno o malo ya lo decidirán los adolescentes de 2013. A mí su música, la actual, me parece en general, y con algunas excepciones notables pero jamás sobresalientes, de una insondable banalidad. Llamarla música retro es insultante. Del retro al refrito va el mismo trecho que va de la influencia al plagio o de la creatividad a la fotocopia. También me parece de una tristeza casi infinita que ninguno de esos adolescentes vaya a disfrutar de la música con el mismo nivel de implicación emocional con el que yo he disfrutado de Sonic Youth, de Nick Cave y sus Bad Seeds, de Fugazi, de los Smiths, de New Order, de Slayer, de The Cure, de los Feelies, de los Cramps, de los Pixies, de David Bowie, de Fleetwood Mac, de la Velvet Underground, de Pavement, de Pulp o de R.E.M. Y eso sin entrar en otro tipo de terrenos mucho menos alejados del pop de lo que se podría pensar a primera escucha: Jacques Brel, Scott Walker, Burt Bacharach, Kurt Weill

Si yo fuera uno de esos adolescentes, me cabrearía fuerte.

 

 

[ZoomNews]

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