De lo grotesco a lo sublime: la mutación de bruja en femme fatale

Las mujeres van todas delante;
porque en tratándose de ir a casa del Diablo,
la mujer tiene mil pasos de ventaja

Johan Wolfgang von Goethe, Fausto

 

©Ira Tsantekidou - Imagenes de mujer. La femme fatale-006©Ira Tsantekidou- La femme fatale

 

Cristina Urrutia Aldrete

 

Los humanos tienden a ser contradictorios por naturaleza. Apoyan ideas que, de conocer bien, jamás apoyarían; algunos lloran en la dicha y otros ríen en la tristeza; los padres educan a sus hijos para que no mientan y, sin embargo, les mienten. Pero creo que de todas sus contradicciones, una de las más curiosas es el gran interés que sienten por lo prohibido; inclinación que, al mostrarse, logra de forma extraña y paradójica cancelar la restricción.

Piénsese en un ser hermoso, seductor e independiente a un punto tal que sea casi imposible no sucumbir ante sus encantos. En nuestros tiempos, ese ser, encarnado la mayoría de las veces en una mujer, recibe el nombre de femme fatale. Se trata de un personaje que busca gozar de su libertad hasta el extremo, curioso y que mediante la seducción, la manipulación y el miedo, adquiere el poder suficiente para conseguir lo que desea.

La femme fatale atrae tanto a hombres como a mujeres. Ellos la quieren física o emocionalmente; ellas anhelan poseer su personalidad. No obstante, en épocas pasadas no siempre se vio a la femme fatale como prototipo de mujer perfecta. Durante mucho tiempo se le conoció con el nombre de bruja y tuvieron que pasar siglos enteros para que se llevara a cabo la transición bruja-femme fatale. Basado en el manejo de tres disciplinas (la historia, la literatura y el arte), este escrito tiene el fin de narrar, muy brevemente, ese peculiar suceso.

Antes de exponer la historia de la bruja, tenemos que comenzar con una breve digresión sobre el diablo, ya que sin este personaje la bruja jamás habría existido.

Todo empezó cuando, alrededor del siglo IV, la religión católica alcanzó una expansión importante[1]. En esa época, con el fin de evangelizar a las civilizaciones paganas, se creó la imagen de un ser que era maldad pura; este ser, curiosamente, reunía atributos de deidades paganas: el tridente de Poseidón y la metamorfosis de Loki fueron sólo algunas de ellas. Es por este tipo de características que aquellos paganos no tuvieron en un principio miedo del Príncipe de las Tinieblas. Lo tuvieron hasta que el catolicismo concibió la grandiosa idea de colocar ese concepto abstracto de maldad encarnado en el diablo en algo más terrenal y, ¿por qué no?, colocarlo en un ser humano que, según el pensamiento medieval, sólo obedecía a los impulsos de su matriz y por tanto era más propenso a caer en las tentaciones de Satanás, en pocas palabras, la mujer[2]. Es aquí donde podemos observar una manera muy inteligente de controlar políticamente a la sociedad. Me refiero a utilizar una confrontación, se puede decir, imaginaria, entre el bien y el mal representados por el clérigo y la bruja, respectivamente; es decir, un control sutil bajo la ideología de una salvación y exterminio del mal.

Algunas personas tienden a confundir a la bruja con la hechicera, pero son conceptos totalmente antagónicos, los cuales me tomaré libertad de definir. El hechicero, como el concepto lo denota, puede ser hombre o mujer. Su magia reside en el verbo, es decir, hace encantamientos verbalmente para modificar aquello que desea; por su parte, la bruja es un personaje femenino que por fuerza, para considerarse como tal, debe tener un pacto con el diablo (sin equidad alguna, como son todos los pactos de este tipo) para que él le ayude con los maleficios y la magia[3].

La problemática de las brujas comienza en el siglo X, cuando las mujeres eran las mayores evangelizadoras gracias su carácter benévolo, totalmente contrario al carácter belicoso de los hombres[4].

La verdadera complicación vino cuando Odón de Cluny llevó a cabo su reforma, la reforma cluniacense, en la cual a las monjas se les prohibieron muchos privilegios y se comenzó a discriminarlas seriamente. Las cosas empeoraron cuando en la reforma carolingia los monasterios fueron divididos en masculinos y femeninos, y con esto se difundió la enseñanza a los monjes de que las mujeres eran «una fuente de corrupción que debía ser evitada»[5]. Esto porque, desde el Imperio Romano de Occidente, se creía que Adán y Eva, en un principio (cuando se encontraban en el Edén) eran seres asexuados, y que había sido Eva quien, al tomar el fruto prohibido, trajo consigo el destierro del Paraíso y con ello la práctica del sexo[6]. Se trataba, quizá, de una excusa para limitar el gran poder que en ese entonces, gracias a la evangelización, tenían las mujeres.

La situación del sexo femenino continúo en estos parámetros durante algunos años, y fue en el siglo XV cuando comenzó a haber una increíble curiosidad por el estudio de los demonios, que se llegó a convertir en una ciencia, la demonología, y con ello también surgió la caza de brujas.

Para entonces el cuerpo era considerado un tema estrictamente prohibido, especialmente el de la mujer, debido a que la mayoría de los médicos consideraban 1) que todo aquello que entraba en contacto con la menstruación era destruido, y 2) que las personas tenían «humores» (entiéndase esto como salud) que, si llegaban a  desequilibrarse, podían degenerar en enfermedad. De ahí que se declarara, indiscretamente, que los humores de las mujeres eran fríos y húmedos y que, por tanto, en las curaciones quedaba estrictamente prohibido comer alimentos fríos, haciendo una clara alusión a la mujer como un mal e incluso como portadora de muerte[7].

Es así como empieza el mito de la bruja. Para distinguirlas de las mujeres «normales» había que hacer numerosas pruebas, pero la más importante para que se pudiera denunciar a alguien por brujería era su participación en algún aquelarre. Lo curioso es que antes de que a esta fiesta se le diera una connotación de maldad, se trataba de una celebración religiosa que se llevaba a cabo las noches de sábados, en donde los fieles se servían de un libro al que después se le llamaría «libro herético»[8]. A estas fiestas también se les conocía también como sinagogas, y en ellas, según lo clérigos medievales, se rendía culto al diablo, quien  aparecía en forma de gato negro o mono, y los participantes besaban el trasero del animal, después comían y exhumaban esqueletos que generalmente pertenecían a niños, y ya para rematar, copulaban al azar[9].

Una vez que se tenía a una mujer bajo sospecha de brujería, se le aplicaba un examen atroz en cual se buscaba o bien una protuberancia o una marca dejada por la garra del diablo a la hora de tener relaciones sexuales con la enjuiciada[10]. La marca era buscada exhaustivamente en su cuerpo. Si, tras una primera exploración, la marca no era encontrada, se procedía a afeitar todo el cuerpo (pues, curiosamente, la prueba se ocultaba, la mayoría de las veces, en las secciones pudorosas) y, en casos extremos, cuando ninguno de los dos métodos anteriores daba resultados, la acusada era sometida a un método en el cual se le pinchaba el cuerpo con una larga aguja en áreas específicas. Si, al sentir la penetración, la mujer sangraba pero no hacía gestos de dolor, se le declaraba automáticamente bruja y seguidora del diablo. Sólo hasta ese momento se le pedía una confesión. Si se negaba o si afirmaba no ser una bruja, sus inquisidores le aplicaban la tortura[11]. Según las confesiones que se tienen registradas de brujas «verdaderas», la mayoría de ellas coincidía en una cosa: el diablo tenía el pene grueso y su semen era helado. Una prueba se encuentra en el siguiente diálogo referido en Historia del diablo. Siglos XII-XX, de Robert Muchembled:

 

A propósito del Diablo:
—Dice que es un gran hombre negro, que ella supone que es el espíritu maligno, vestido de negro con un puñal sobre la espalda y un penacho negro en su sombrero.
—¿Cuánto tiempo hace que le ha hecho la susodicha marca?
—Dice que puede haber sido hace cuatro años, y que eso la hizo sentirse enferma durante dos días enteros.
—¿En qué lugar el llamado Taupin [su diablo] se le apareció?
—Dice que fue en el aquelarre […].
—El llamado Taupin la habría conocido [carnalmente], ¿cuántas veces y en qué lugar?
—Dice que él la conoció una sola vez en un lugar descampado de Champaignes, cerca de Thillot mientras [ella] permanecía fuera de la vivienda de Nicolás Godel el joven, y que le causó un gran daño, sintiendo un gran frío y grandes dolores, como si le hubieran puesto espinas entre las piernas, de tal suerte que estuvo enferma quince días.
—Además, dice que se siente muy pesarosa [desconsolada] por haber ofendido a Dios como lo ha hecho, no pidiendo hacer otra cosa que hacer sus penitencias y morir.[12]

 

Pero aun así, y a pesar de todo, algunas acusadas admitieron haber sentido placer, más del que cualquier hombre les hubiera podido dar.

Antes de pasar a lo que creo que es la  época en que se comienza a pensar a la bruja como un ser erótico, me gustaría hablar de un elemento importantísimo que caracteriza a nuestro personaje, tanto así que el día de Halloween una niña no puede ser una «bruja» sin tenerlo, y eso es la escoba.

El mito de que las brujas pueden volar se remonta al año de 1440, cuando a Martin Le Franc, secretario del antipapa Félix V, en un momento de ocio, se le ocurrió escribir un extenso poema llamado Champion des Dames, el cual contiene una descripción explícita de brujas volando sobre escobas[13].

Sur ung bastonet s´en aloit

Veoir la synagogue pute

Dis mille vielles en un fouch [une troupe][14]

Dado este extenso breviario cultural, pasemos al examen de la transición bruja-femme fatale en el arte y la literatura, partiendo del imaginario colectivo de los artistas del Quattrocento alemán, quienes fueron los primeros en representar a la bruja desnuda, dando inicio a la creación del modelo de la femme fatale.

Comencemos con Hans Baldung Grien, el principal expositor de este tema en su arte.

 

baldung093Hans Baldung «Grien», «La muerte y una mujer», 1518-1520.

 

En esta imagen se puede apreciar una clara conexión de la desnudez del cuerpo femenino con aquello que se considera pecado, o en este caso, como vemos, su conexión literal con la muerte. Es decir, la desnudez de la mujer se volvió una fuente constante de temor.

 

Dos-brujasHans Baldung «Grien», «Dos brujas», 1523.

 

Aquí la representación de la mujer  es muy diferente. Las mujeres de esta pintura no se muestran asustadas ni por asomo; al contrario, pareciera que la fémina que nos da la espalda nos estuviera viendo con una mirada retadora. Debajo de ambas mujeres hay un macho cabrío (clara representación del diablo) que observa al espectador con profundos ojos amarillos. Es aquí, creo yo, donde brota la imagen de la mujer –y con ella de la bruja– como un ser que es en cierta manera «libre» de realizar las prácticas de su predilección, sin por ello dejar de ser un símbolo fatalista.

 

la-muerte-vestida-de-soldadoNicolas Manuel Deutsch, «La muerte vestida de soldado lansquenete besa a una joven», S. XV

 

En esta obra de Nicolas Manuel Deutsch (artista nacido en Basilea, Suiza y, como se puede apreciar, seguidor de la misma temática de Griens) nuevamente se advierte a la figura femenina atrayendo la desgracia total. Sin embargo, la situación es muy diferente en comparación con La muerte y una mujer, de Griens. En la obra de Deutsch, la mujer no tiene expresión alguna de terror en su rostro; por el contrario, corresponde a la muerte con un beso y además la invita a que introduzca su mano en su entrepierna. Con esto nos podemos dar cuenta de que la mujer ya no es sólo concebida como imán de la desgracia; ahora ya no le importa acarrear infortunios y usa esa «funesta» capacidad para satisfacer sus deseos. Una de las características principales de la femme fatale, como mencioné antes, es satisfacerse únicamente a sí misma.

Si bien muchas de las obras que se crearon durante esta época evocaban a la mujer desnuda para, precisamente, educar acerca de lo que estaba prohibido, algunas otras fueron creadas por el puro placer erótico del artista. Cabe aclarar que los personajes antes mencionados no son los únicos expositores del tema; se encuentran, entre otros, Durero, Lucas Cranach y Hans Franck.

La imagen de la bruja también se retoma en la literatura que, al igual que las obras pictóricas, buscaba educar de alguna manera. Tal es el caso de Hansel y Gretel, cuento de hadas alemán donde todavía podemos apreciar la concepción medieval de la bruja como un personaje horrendo al que le gusta ingerir niños; un ejemplo más sería el de Blancanieves (otro cuento de hadas alemán), con una bruja aterradora que hace un bálsamo para envenenar a la desventurada Blancanieves, pero déjenme recordarles que, antes de convertirse en un ser malvado, esa bruja era una hermosa reina que quería tomar venganza por no ser la más bella del reino; es decir, una lucha de poder en donde a la reina no le importa lo que tenga que hacer con tal de ganar: toda una femme fatale.

Ya mucho después tenemos un caso peculiar: El maravilloso Mago de Oz, novela de Lyman Frank Baum en la cual hay una bruja malvada y fea (Elphaba Thropp), pero curiosa y sorprendentemente también está su contraparte, una bruja bonita y buena (Locasta y Glinda: la dualidad siempre existente). Es entonces cuando se plantea la posibilidad de ver a la bruja como un ser bueno, o como un ser que actúa independientemente, otra característica de nuestro ya renombrado personaje.

Para concluir, quisiera retomar a tres artistas contemporáneos que, debo admitir, son de mi predilección, los cuales representan constantemente al personaje del que tanto he hablado, pero ya no de una manera medieval, sino con un bagaje histórico en el que se muestra a una mujer que es capaz de tenerlo todo y conseguir que cualquier persona se postre a sus pies, sin perder su maldad pura.

 

victoria-frances-witch-halloweenwebVictoria Francés, «Cauldron», 2004.

 

Creada por Victoria Francés, ilustradora española, esta obra nos muestra a una bruja que si bien no ha perdido del todo sus connotaciones medievales como son el caldero, el tetragamatón[15] y la capa, posee características novedosas como la juventud, la hermosura y una mirada desafiante, incluso una mirada que es capaz de infundir miedo.

 

NightmareCris Ortega, «Nightmare», 2008.

 

Esta imagen un tanto perturbadora de Cris Ortega, artista digital española, nos enseña a una mujer con atributos diabólicos que nos haría pensar que se trata de un súcubo[16], pero no por eso pierde su belleza. Lo que hace esta artista es conjuntar las características que conforman a una bruja de manera que parezcan obvias; no obstante, también representa nítidamente la belleza y seducción de una femme fatale. Lo diabólico y lo bello se conjuntan de manera evidente en esta representación.

 

 

30117-royo-black-tinkerbell-luis--large-msg-117744245962Luis Royo

Por último tenemos a Luis Royo, artista español que nos impresiona con sus trazos perfectos y una temática bastante erótica. Es justo en esta imagen que podemos apreciar a una femme fatale en toda su expresión, una mujer fuerte, seductora, sin olvidar sus rasgos diabólicos que son las alas y con una actitud de indiferencia hacia lo que pasa debajo de ella. Ésa es la actitud correcta de una mujer fatal, un «no me importa que todo el mundo se esté derrumbando mientras yo me encuentre bien».

Como podemos ver, la lista es infinita; las mujeres podemos ser musas o mujeres fatales, o incluso ambas, pero lo cierto es que siempre inspiraremos al hombre para crear sus quimeras.

NOTAS


[1] Robert Muchembled, Historia del diablo. Siglos XII-XX, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 20

[2] Ibíd., p. 29.

[3] Elia Nathan Bravo, Territorios del mal. Un estudio sobre la persecución europea de brujas, México, UNAM, 1997, p. 10.

[4]Kay  McNamara, Hermanas en armas, Cambridge, Editorial Herder, 1996, p. 190.

[5] Ibíd., p. 196.

[6] Alfonso Mendiola Mejía (comp.), Historia antigua de Europa. Cristanización del Imperio Romano, México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 1994, p. 159.

[7] Robert Muchembled, Op. cit., p. 29.

[8] Ibid., p. 51.

[9] Ibid., p. 52.

[10] Elia Nathan Bravo, Op. cit., p 35.

[11] Robert Muchembeld, Op. cit., p.81.

[12] Citado en Robert Muchembled, Ibíd., p. 81.

[13] Ibíd., p.52.

[14] «Sobre un palo de escoba van/ Hacia la sinagoga puta/ Diez mil viejas en tropa».

[15] Conocida también como Estrella de los magos o Estrella de las cinco puntas, el tetragramatón es un símbolo relacionado con la magia y con lo divino. Con una punta hacia arriba simboliza a Dios, de cabeza, es decir, con dos puntas arriba al diablo.

[16] Súcubo e íncubo: se trata del diablo en persona hecho mujer u hombre respectivamente, que se aparece para tener relaciones sexuales con los humanos.

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[Cuadrivio]

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