Comienza la Máslenitsa: El Carnaval Ruso

Por Gueorgui Manaev

Máslenitsa, Boris Kustodiev, 1919.

 

Máslenitsa, es conocida como el carnaval ruso. Se trata de una antigua fiesta eslava de origen pagano que se mantuvo tras la cristianianización. Se celebra una semana antes del inicio de la Cuaresma. La tradición marca que hay que comer blinis, finas tortas de harina, huevo y leche, que simbolizan el sol.

Todo el mundo en Rusia celebraba la Máslenitsa: desde las familias más pobres, que pasaban todo el año ahorrando dinero para celebrar la fiesta de la primavera y la fertilidad, hasta la familia imperial, que organizaba desfiles, bailes y todo tipo de divertimentos de la alta sociedad. A pesar de que la celebración de esta fiesta en la ciudad se distinguía mucho de la del campo, en ambas había un denominador común: una tradicional desmesura en la comida y la bebida. Hace cien años, el periódico Moskóvskie Védomosti publicó un artículo humorístico sobre la celebración de la semana de la Máslenitsa en Moscú. Rusia Hoy ha rescatado esa crónica de hace un siglo que reproducimos en nuestra revista, incorporándole, para ilustrarlo, algunas de las obras que el  pintor y escenógrafo ruso Boris Kustodiev (1878 – 1927) dedicó a la citada festividad.

La gran Máslenitsa, primer día… En algún lugar están preparando blinis. Se comenta que son los primeros blinis. Y ya se sabe que los primeros no valen nada, la sartén todavía no está bastante caliente. Bueno, de todos modos habrá quien se los coma. Para esto va muy bien el aguardiente Nezhinski. Los blinis los comen los de derechas y los de extrema izquierda. Después de los primeros blinis se levantan tambaleándose: o bien porque son los primeros, o bien porque el aguardiente les ha hecho flojear las piernas.

Segundo día. La situación empeora. Se preparan blinis de harina de trigo, de trigo sarraceno y de ambas, con y sin levadura. Las anfitrionas se han visto obligadas a comprar salmón y caviar negro prensado. Con el caviar de verdad sólo pueden soñar. A todos los progresistas se les ha dado caviar rojo (de salmón). El de salmón blanco está claramente escondido por alguna conspiración y no es nada fácil de encontrar.

Los expertos en gastronomía llaman al esturión “consejero mayor del Estado”, y a los blinis que lo llevan “blinis del general”. A pesar del ánimo de mantener cierta sobriedad, por todas partes comienza una amistosa y suave degustación de aguardientes, vodka inglés, licor de hierbas, vodka polaco, absenta y licor de grosella. Por las calles aparecen sujetos pensativos con la mirada perdida, aunque por ahora se mantienen firmes en su caminar.

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Máslenitsa, Boris Kustodiev, 1920.

 

Días tercero y cuarto. Blinis, blinis y más blinis. Obstrucción general y estricta de los estómagos. Creciente demanda de los medicamentos imprescindibles para tratarla: coñac de Shustovy, madera de Kashin, aguardiente Gorbunov o vino peleón pan ruso.

Los nacionalistas beben whisky y cerveza inglesa. En una asociación de abstemios de provincias se han emborrachado todos sus miembros, con su presidente a la cabeza. F.I. Ródichev (político, diputado de la Duma Estatal) y el cochero de un alto dignatario apostaron quién podía comer más blinis y beber más vodka. Ganó el señor Ródichev. V.A. Maklakov, que había apostado por el cochero, perdió todos sus honorarios…

La embriaguez de los blinis comienza a actuar sobre el sistema nervioso. En una calle tuvo lugar un conflicto entre un grupo entero de intelectuales. Al principio se pensó que se trataba de una pelea entre intelectuales de izquierdas y de derechas, pero finalmente resultó ser una pelea entre borrachos sin ideología de por medio. Los medicamentos de las licorerías y tiendas han dejado de causar un efecto positivo en el organismo, de modo que la gente ha comenzado a pasarse gradualmente a las hojas de menta y la soda.

Días quinto y sexto. Divertida parodia de la torre de Babel: lo hombres están empezando a hablar en lenguas incomprensibles; el dios Baco los ha confundido al ver que la pirámide de los blinis que se han comido podría equivaler a dos torres de Babel.

Algunos ciudadanos no saben pronunciar ya las palabras “papá” o “mamá”; algunos, al hablar, más que hombres parecen peces. Se siguen comiendo blinis y blinis. Los más listos, que buscan con su mirada penetrante en el oscuro futuro, tienen miedo a pasar hambre. Se sigue bebiendo y bebiendo.

Los restaurantes donde se sirven los blinis por alguna razón parecen barcos zozobrantes. En las calles se ve todo tipo de cuerpos: algunos en movimiento, otros tambaleándose, otros caminando de lado, otros ‘medio muertos’ y otros sin apenas poder moverse. En las casas sigue habiendo banquetes de blinis y se oye gran variedad de discursos. El agravamiento del estado de los estómagos ha comenzado a influir en las cabezas. Algunos oradores, al pronunciar sus brindis, confunden nombres y acontecimientos.

Séptimo y (¡por suerte!) último día… Las llamas se van extinguiendo, las flores se marchitan…  Las flores de los banquetes de blinis… La orgía se convierte en dieta. Los blinis sugieren ideas de una venganza cruel. Muchos se han entregado a un caos provocado por el odio hacia la glotonería.

 

Máslenitsa, Boris Kustodiev, 1916.

 

Por ejemplo, según el acta policial de un inspector de policía de extremadas cualidades literarias, en el restaurante Yágodka un comerciante progresista, al parecer, condenando la gula imperante en Rusia y haciendo apología de un severo ascetismo, destrozó una botella contra el suelo y fue esparciendo una gran cantidad de huevas de caviar. Es posible que el redactor del acta policial pecara de una concisión extrema, por lo que no hay que pensar que el inspector tomó al comerciante por un esturión… No, aquí hay algo más profundo, o quizás más debido a la borrachera.

La Máslenitsa concluye con melancólicos suspiros y plegarias de arrepentimiento:

-Por favor, póngame col fermentada… ¡Y salmuera de los pepinillos, que es buena para la resaca!

 

Fuente: Rusia Hoy

 

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