Tesoros sumergidos de leyenda (I)

La búsqueda de tesoros es tan antigua como el momento en que el hombre decidió conferir un valor a los metales oro y plata, bien por su escasez o porque le atrajo su brillo. El resultado final es que todos soñamos con tesoros de leyenda, con las historias de grandes galeones cargados de riquezas y atacados por piratas codiciosos de fortunas fáciles o hundidos por terribles tempestades.

Sobre los piratas ya me despaché a gusto en otros artículos que escribí para esta revista. Ahora voy a hablar sobre los segundos, los galeones hundidos.

Si alguno de ustedes ha pensado que ésta es una fiebre de nuestros tiempos, se equivoca. Desde el mismo instante en que la Corona española organizó las Flotas de Indias, contó con equipos de rescate.

 

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Por Elena Bargues

 

Los rescates en los siglos XVII y XVIII

 

La flota de julio de 1715.

La rocambolesca historia de un rescate.

El 30 de julio de 1715 una tempestad hizo naufragar parte de la flota en el Canal de la Bahamas. Para rescatar el tesoro hundido se envió un equipo de buceadores a cargo del sargento mayor don Juan del Hoyo Solórzano. Construyeron un almacén para lo que fueran recuperando en lo que hoy día se conoce como Cabo Cañaveral.

La noticia no tardó en extenderse y trescientos filibusteros ingleses atacaron el almacén, que sólo defendían cincuenta españoles, y se llevaron 350.000 pesos. Hoyo Solórzano salió en su persecución junto con dos corsarios españoles: Pedro Hatter y Matías de los Ríos, pero se les escapó. En represalia por esto, se unieron los corsarios españoles de La Habana, Santiago y Tierra Firme y cayeron sobre los ingleses establecidos en la costa de Campeche. Apresaron 22 embarcaciones y dos fragatas, Stafford y Anne.

Tras este robo, el sargento del Hoyo tuvo que regresar a España por lo que el recate se paralizó. Una banda de piratas aprovechó para construir un fortín en un cayo de Florida para guardar lo extraído.

Ignorando lo que sucedía, don Manuel Miralles envió una fragata para reanudar los buceos y fue recibida a tiros. El 1 de septiembre de 1718 se puso en marcha una expedición para desalojarlos a cargo de don Manuel Miralles y el veedor de buceo don Diego García. Se armaron seis balandras con patente de corso con ayuda del gobernador de Cuba, don Gregorio Guazo Calderón. El día 25 se inició el combate contra los filibusteros a los que apresaron cinco balandras, 180.000 pesos y noventa y ocho esclavos negros diestros en el buceo.

Se protegió fuertemente la zona de buceo y se reanudaron las labores de rescate.

 

Nuestra Señora de la Concepción

Un rescate a plazos

En 1641, la nave insignia de la Flota de Indias zarpó de Veracruz con rumbo a la península. Sorprendida por una tormenta, fue arrojada contra un arrecife y se partió, a unos 130 km al norte de Santo Domingo. Se sabe que transportaba una fortuna, aunque no se han conservado los manifiestos de la carga. Los españoles no consiguieron localizar los restos del naufragio para recuperar el cargamento a causa de la longitud del arrecife de coral, unos 65 kilómetros.

concepcion1En 1687, cuarenta y seis años después del naufragio, un capitán de la marina mercante de Boston, William Phipps, obtuvo información del lugar del hundimiento. Puesto en conocimiento del segundo duque de Albermarle, organizó una expedición de salvamento. Con dos buques bien armados, Phipps levó anclas hacia la Santo Domingo. Allí se hizo pasar por comerciante mientras rastreaba el arrecife con buzos nativos. Encontró el pecio y durante cincuenta y nueve días recuperaron más de 29.000 kilos de monedas, barras y planchas de plata, unos 11 kilos de oro y algunos sacos de piedras preciosas. En su libro de bitácora describió con todo lujo de detalles la posición del Concepción. Se dirigió a Londres donde fue recompensado con una parte del botín, un título de caballero y, más tarde, con el gobierno de la colonia de la Bahía de Massachusetts. El arrecife Abrojos pasó a llamarse Arrecife de Plata.

Pero sólo había recogido una parte del tesoro. Burt Webber, un buscatesoros que llevaba diecisiete años persiguiendo su sueño, dio con el cuaderno de bitácora de Phipps. Negoció con la República Dominicana el 50% de lo que encontrase a cambio de una licencia exclusiva para explorar el arrecife de Plata, protección y almacenamiento de objetos en la base naval de Santo Domingo.

Comenzó en enero de 1977 y hasta el 30 de noviembre de 1978 no lo halló. Sin embargo, no fue el tesoro legendario lo que obtuvo, aunque no estuvo mal: mil quinientas monedas, planchas de plata, trozos de porcelana del periodo Ming, candelabros y varios objetos de plata.

 

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