¿Cuántas veces he sido un dictador?

Por Javier Vayá

Articulo-015-715x10241-150x150Me topo navegando por internet con la noticia o, mejor dicho, el comentario de que Eduardo Galeano renegaba ahora de su obra Las venas abiertas de América Latina, algo que no sé muy bien hasta qué punto es cierto o en qué contexto pero que tampoco me parece demasiado importante o reseñable. La obra está ahí y seguirá perdurando durante años por encima de la opinión tardía de su autor y por más que la derecha, con su patetismo y oportunismo, no haya dudado en enarbolar las reticencias de Galeano hacia su obra como prueba irrefutable de que ellos tienen razón.

Aceptando como cierta o no manipulada esta noticia, no me sorprende, ni me resulta escandaloso o motivo de decepción que el gran escritor uruguayo dude ahora de la validez de esta obra, considerada una de las cumbres de la izquierda, de la denuncia y de la lucha por la igualdad de los pueblos oprimidos y saqueados de Latinoamérica. No en vano estamos ante ese mismo escritor que escribió uno de los textos breves que más me sobrecogieron en el momento de leerlo por todo lo que tiene de certero y valiente. Dicho texto se titula Guerra de la calle, guerra del alma y comenzaba con la rotunda pregunta; ¿Cuántas veces he sido un dictador?

Imagino que conocerán el texto, en él Galeano se formulaba a sí mismo esta y otras terribles preguntas, intentando en un ejercicio de honestidad brutal señalarse el primero para con ello señalarnos a todos. Cuántas veces nos creemos en posesión de la verdad, cuántas despreciamos no solo a los semejantes, también al amigo o a la persona amada creyendo que solo nuestra razón es válida, cuántas veces, aunque sea en nombre de lo que consideramos totalmente justo o tremendamente deleznable, intentamos aplastar al rival, humillarlo aunque sea con vehemencia. Es más, Galeano también se preguntaba cuántas veces había negado la libertad y la palabra, condenado a otros por no ser como él o de cuantas personas se había sentido dueño.

Por eso, volviendo al principio, no solo no me molesta que el autor de Las venas abiertas de América Latina no esté muy convencido tantos años después de la validez de su obra sino que lo celebro. Celebro la duda, el titubeo, el alejamiento de la verdad absoluta, del pensamiento único y correcto por mucho que hoy en día puedan parecer debilidades intolerables. Deseo dudar, contradecirme, ser rebatido, valorar y sopesar porque es la única manera posible en este mundo de hoy en día de apartarse del ruido y la furia para poder discernir la cada vez más premeditadamente empañada realidad. Tal vez si todos realizáramos tan sano ejercicio nos iría mucho mejor. De modo que por mi parte quiero pedirles disculpas por las veces en las que desde esta columna fui un dictador.

 

 

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