10 estrategias antiinfarto (I)

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140.000 muertes anuales en España por enfermedades cardiovasculares son motivo suficiente para estar alerta ante una patología en la que resulta básica la prevención y la vida sana. En esta primera entrega hablaremos de tres de las diez principales estrategias para prevenirlas.

Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en España. En este ranking luctuoso, las enfermedades de las arterias coronarias (cardiopatías isquémicas) ocupan el primer lugar. Y, dentro de estas, el infarto agudo de miocardio es la manifestación con mayor tasa de mortalidad, sobre todo cuando no se trata de forma adecuada y precoz.

El infarto agudo de miocardio (IAM) es la muerte (necrosis) de las células del corazón. Se produce cuando se obstruye alguna arteria coronaria y las células no reciben el adecuado aporte de sangre. Esta obstrucción coronaria está ocasionada por el desprendimiento de una placa de ateroma que forma un trombo o coágulo que ocluye totalmente la arteria. Si no se consigue abrir rápidamente la arteria para restablecer el riego sanguíneo, la muerte del tejido cardiaco es irreversible. En estas circunstancias, el miocardio necrótico (muerto) deja de funcionar y su lugar lo ocupa una cicatriz que no tiene capacidad de contraerse, lo que debilita el corazón.

Para abrir la arteria lo más rápidamente posible, que se restablezca el flujo sanguíneo y se reduzca al máximo la extensión del infarto, se emplean dos técnicas: la angioplastia primaria (un cateterismo urgente para intentar abrir la arteria de forma mecánica) o la fibrinolisis, que consiste en inyectar un fármaco intravenoso que rompe el trombo.

Lamentablemente, una de cada tres personas que sufre un infarto agudo de miocardio muere antes de recibir atención médica, porque el IAM se suele complicar con una arritmia letal.

A pesar de que la mortalidad por enfermedades cardiovasculares en el sur de Europa es un tercio menor que en el resto del continente y a que las tasas de mortalidad por esta causa han disminuido en España un 40 por ciento en los últimos 30 años, estas patologías son un grave problema de salud pública, por su elevada mortalidad y por el coste sanitario que suponen: en España se producen cada año alrededor de 140.000 muertes y cinco millones de hospitalizaciones por enfermedades cardiovasculares. Y los gastos que genera su asistencia sanitaria son el 15 por ciento de los gastos hospitalarios totales españoles. Pero no todo son malas noticias. Las técnicas de abordaje del infarto y la mejora de los fármacos pautados durante el ingreso y tras el alta médica han reducido mucho la mortalidad. Pero, aún así, para evitar infartos hay que prestar más atención a prevenir los factores de riesgo cardiovascular. Con los no modificables, como la edad o los antecedentes familiares, poco se puede hacer; pero sí se puede luchar contra los factores modificables, como el tabaco, la hipertensión, el colesterol alto, la obesidad, el sedentarismo o el estrés. Manejándolos bien, las posibilidades de infarto son menores. Aquí van las primeras 3 estrategias para prevenirlo.

 

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1. Conozca y controle su presión arterial

La presión con la que circula la sangre por nuestras arterias es el principal indicador de salud cardiovascular. Una tensión por debajo de 120/75 mmHg se considera normal y saludable; por encima de esas cifras, hasta 135/85 mmHg, ya se considera prehipertensión; y cuando la cifra supera esos parámetros entramos en la zona de riesgo: la hipertensión. Ese aumento de presión suele ser ‘silencioso’ y asintomático, pero produce daño en las arterias de todo el cuerpo y lesiones en órganos como los riñones, el cerebro, la retina o el corazón. La hipertensión arterial hace que el corazón se fuerce más para bombear la sangre, lo que causa hipertrofia ventricular izquierda; provoca que aparezcan las arritmias, y, en fases avanzadas de la enfermedad, que el corazón se debilite dando lugar a una insuficiencia cardíaca. Por eso es vital controlar de forma periódica la tensión arterial y seguir unas recomendaciones de dieta y estilo de vida. Así evitará que esta patología le amargue la vida y, si ya la padece, mejorar sus niveles de salud. Estas son:

  • Haga una dieta sosa. Reduzca la cantidad de sal diaria a un pellizco (1,5 gramos es lo recomendable). Evite los embutidos de todo tipo, las conservas, los frutos secos, las pastillas de caldo, las salsas embotelladas y, por lo general, todos los alimentos deshidratados y precocinados, que suelen ser muy salados. Procure tomar alimentos naturales preparados en casa (carne, pescado, legumbres, verduras…) sin añadirles sal. Si come fuera de casa, pida alimentos con poca sal y retire el salero de la mesa. Así evitará caer en la tentación.
  • Evite el alcohol. Reduzca la ingesta a menos de 20-30 gramos al día (el equivalente a dos copas de vino). Cantidades mayores favorecen la hipertensión y evitan un control adecuado de la misma.
  • Siga los consejos del médico. Si con las dos medidas higiénico-dietéticas anteriores la tensión arterial sigue alta, tome las pastillas que su médico le indique. No caiga en la tentación de abandonar la medicación para probar a ver qué pasa; si lo hace, le volverá a subir la tensión arterial.
  • Manténgase en su peso idea   l. La mayoría de hipertensos deben reducir su peso. Si lo logran, esta medida puede ser suficiente para alcanzar los niveles adecuados de presión arterial y evitar tomar medicamentos.
  • Haga ejercicio físico. Opte por los de tipo aeróbico (caminar, nadar, montar en bici). El beneficio es doble: así controlará la tensión arterial y será más sencillo que se mantenga en el peso ideal.

 

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2. Deje el tabaco

La tasa de tabaquismo española sigue siendo de las más altas de Europa: el 30 por ciento de la población mayor de 16 años fuma, lo que arroja una cifra de 14 millones de fumadores. Y eso que todos sabemos que causa uno de cada tres cánceres, el 20% de las enfermedades cardiovasculares y el 80% de los casos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), además de suponer un gasto sanitario anual de 7.695 millones de euros en España. El tabaco es la primera causa de muerte evitable en nuestro entorno y, como está demostrado, un clarísimo factor de riesgo cardiovascular porque, según los estudios, un fumador tiene cinco veces más posibilidades de sufrir un infarto que un no fumador.

Dejar de fumar es más importante para la salud cardiovascular que controlar la tensión arterial o el colesterol Y lo bueno que tiene es que el tabaco es el único factor de riesgo cardiovascular que depende exclusivamente de la voluntad de la persona para eliminarlo. Si sigue fumando, la probabilidad de morir en los próximos dos años es del 12 por ciento; en cambio, si lo deja ahora, sus posibilidades de seguir vivo en 2015 se acercan a las de un no fumador, el 98 por ciento. Si deja el tabaco, evitará el cáncer y la EPOC, y tendrá más capacidad para hacer las cosas que le gustan, practicar ejercicio físico, tener una vida sexual más satisfactoria y notará cómo su organismo rejuvenece en muchos aspectos. Pero dejar de fumar no es fácil. Por eso lo sensato es hablar con el médico para que le prescriba medicamentos que multiplican la probabilidad para dejar de fumar. Además, piense en términos económicos: haga cuentas, determine el dinero que ahorrará si deja de fumar y piense en qué podría emplearlo. Y un último consejo: no se inicie nunca en el hábito del tabaco; así nunca tendrá que dejarlo.

 

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3. Vigile el colesterol y los triglicéridos

El colesterol alto es uno de los mayores factores de riesgo cardiovascular: su presencia excesiva provoca depósitos de grasa en el interior de las arterias, lo que dificulta la circulación y hace que el corazón sufra más para bombear la sangre. Para determinar si el nivel de lípidos es elevado, el único método es un análisis de sangre, que entregará tres cifras principales: el colesterol total (una suma de todas sus fracciones) y sus dos fracciones más importantes, el colesterol HDL (o bueno), que tiene un efecto protector en las arterias, y el LDL (o malo), que favorece la obstrucción de la arterias. Y una cuarta que es el nivel de triglicéridos en sangre. Este análisis es vital en varones sanos mayores de 40 años y en mujeres mayores de 50. Pero si hay otros factores de riesgo cardiovascular (diabetes, hipertensión, tabaquismo, obesidad, antecedentes familiares, insuficiencia renal…), los controles tienen que hacerse de forma rutinaria. En función de las patologías previas y otros factores de riesgo cardiovascular, es el médico el que establece las cifras óptimas de colesterol para cada persona, aunque la Sociedad Española de Cardiología establece que las concentraciones plasmáticas de colesterol por encima de 200 mg/dl ya resultan preocupantes. Los triglicéridos, por su parte, son otro tipo de grasa que circula por la sangre y que también son un factor de riesgo coronario: lo recomendable es que sus niveles estén por debajo de 150 mg/dl.

Para controlar las cifras de colesterol, reduzca el consumo de alimentos ricos en grasas, ya sean saturadas o trans, aumente el consumo de fibra, evite el sobrepeso y realice actividad física. Y para evitar que suban los triglicéridos, además de las medidas anteriores, debe evitar el consumo de alcohol y controlar la ingesta de azúcares e hidratos de carbono. Es decir, seguir una dieta mediterránea de manual. En caso de que los lípidos en sangre estén altos, el médico le recomendará ciertos fármacos, pero estos no evitan que debamos seguir unos hábitos saludables de alimentación y hacer ejercicio.

 

Dra. Petra Sanz Mayordomo/Fundación del corazón

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