Juanjo Pastor: “La música es parte del ser humano y si no la aprendemos, estamos perdiéndonos una parte de la vida”

Por: Gloria Serrano Solleiro

“Como todas las tardes, la barca-correo anunció su llegada al Palmar con varios toques de bocina. El barquero, un hombrecillo enjuto, con una oreja amputada, iba de puerta en puerta recibiendo encargos para Valencia, y al llegar a los espacios abiertos en la única calle del pueblo, soplaba de nuevo en la bocina para avisar su presencia a las barracas desparramadas en el borde del canal. Una nube de chicuelos casi desnudos seguía al barquero con cierta admiración. Les infundía respeto el hombre que cruzaba la Albufera cuatro veces al día, llevándose a Valencia la mejor pesca del lago y trayendo de allá los mil objetos de una ciudad misteriosa y fantástica para aquellos chiquitines criados en una isla de cañas y barro”.

Con estas líneas comienza “Cañas y Barro”, la entrañable obra de corte naturalista del escritor Vicente Blasco Ibañez, considerada una de las mejores novelas en español del siglo XX. Y así también comenzamos esta charla con un chicuelo de Catarroja, ahora ya convertido en todo un hombre, que con la honestidad en la mano nos comparte sus recuerdos de tierra, campo e infancia. Es una espléndida tarde lluviosa de septiembre en la capital yucateca, ideal para nutrir el espíritu con la belleza del encuentro, con ese diálogo que sale desde adentro, el que solo se vive cara a cara y que da por resultado narraciones intensamente humanas:

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En tus propias palabras dinos quién eres y a qué te dedicas:

JP: Bueno, soy Juanjo Pastor. Soy músico desde los seis años, cuando comencé a estudiar. Vengo de Valencia, España y actualmente soy el corno principal de la Orquesta Sinfónica de Yucatán.

Juanjo, eres originario de Catarroja, ¿qué recuerdos tienes de este lugar?

JP: Es mi pueblo natal. Sobre todo pienso en los amigos, la familia, mi infancia, mi juventud y un poco mis orígenes… muy bellos recuerdos.

 Catarroja es un pueblo dedicado principalmente a la agricultura y la pesca, ¿qué nos puedes decir de esto?

Es muy interesante, porque Catarroja está muy cerca de Valencia, a menos de 10 kilómetros de distancia hacia el sur, digamos que como de aquí a Umán, el primer pueblito después de Mérida. Se dan como tú dices la agricultura y también la pesca. Al sur de Valencia hay una laguna que se llama la Albufera, es un lago que está justo al lado del mar y donde desembocan un montón de ríos. Esta laguna colinda con catorce pedanías y doce pueblos y uno de ellos es el nuestro, donde también hay un puerto en el cual mucha gente vive de la pesca. La Albufera da pie a inundaciones en terrenos aledaños que han basado la agricultura en el cultivo del arroz; digamos que si de algo es famoso Valencia, es por su paella y sus arroces. Entonces, podemos decir que mi pueblo es una de las comunidades con más actividad agrícola en este sector.

¿Qué significa para ti este “Pequeño mar”?

JP: La Albufera es parte de mi alma. Cuando vas allá es obligado tomar una barca e ir desde la Albufera, cruzando hasta El Palmar. Para mí es casi como una peregrinación, como la que se hace cuando se toma el Camino de Santiago. Además es una tradición muy antigua esta de empujar las barcas con la percha, un palo alargado; se hacen carreras de barcas y todo, también con la vela latina, que es característica de esta zona. Son las mismas barcas, pero tienen una vela enorme. Alrededor de esto se hacen concursos y un montón de actividades. Otra cosa también muy importante para mí es la banda de música de mi pueblo, la Sociedad Musical “La Artesana de Catarroja”, que es donde se reunían algunas gentes mayores y aficionados a la música sobre todo, como mi abuelo, quien me llevaba cuando yo era un niño, y es ahí en este lugar donde aprendí a leer y escribir música. En esa época había coro, banda juvenil, orquesta juvenil, banda sinfónica; en fin, toda una serie de actividades alrededor, era una gran familia. Y en el año 82, es cuando me decidí por tocar el corno, con ocho años de edad apenas ya salgo en la banda con este instrumento. Ese año fuimos más de 30 músicos los que nos presentamos por primera vez y en los años siguientes 35 y 29, creo; o sea que en 3 años casi se incorporaron 100 músicos en la banda, fueron años muy fructíferos para la música.

¿Y en qué momento decides dedicarte profesionalmente a la música?

JP: Pues en realidad casi al terminar mi carrera. Fíjate que como antes se estudiaba desde muy joven, muchísima gente tenía acceso a la música a temprana edad. Entonces muchas de las veces terminabas de estudiar la carrera (de esto eran 8 años de estudio en Conservatorio, en el caso del corno) y obtenías un título con el cual ejercer de maestro o de profesional en cualquier orquesta o conservatorio. Cuando pasó esto yo tenía 15 años de edad, estaba terminando mi bachiller. Era como, bueno, ¿y ahora qué hago con este papel? Esa fue mi primera pregunta, pero a los pocos meses empecé a trabajar con mi primer contrato en la Orquesta de Valencia y eso es lo que me fue enseñando un poco la vida, el aplicar todo lo que había aprendido a muy temprana edad. Después también trabajé en el Conservatorio de Valencia “José Iturbi”. Todo esto, así como trabajos en escuelas de música y bandas de diferentes pueblos, fue la experiencia que viví antes de llegar a Mérida.

¿Has tocado en el Teatro Auditorio de Catarroja?, ¿cómo fue esta experiencia?

JP: Sí, sí y sabes, fue hace muchos años y no en el nuevo, sino en el anterior que estaba en la Casa de Cultura; era una sala muy chica, como que no cabíamos todos allá. Ahora es que recién se construyó el TAC (el Teatro Auditorio de Catarroja), que sí lo he visitado, pero aún no he tenido la oportunidad de tocar allá y la verdad es que me encantaría. De hecho es uno de mis próximos proyectos, presentarme allá en alguna fecha que sea compatible con mi trabajo acá.

Imagino que tu gente, la familia, los vecinos y amigos te recuerdan tocando siempre un instrumento. ¿Cómo es ese reencuentro cada vez que vuelves?

JP: Bueno, todos obviamente se alegran mucho cuando te ven. Pero como dices, siempre me han visto con el instrumento y me lo recuerdan como anécdota. Cuando pasas por allá no hay quien no te diga “¿te acuerdas cuando el instrumento era más grande que tú o cuando mi hijo te tenía que ayudar para cargarlo porque tú no podías?”, es el típico comentario de la gente que me ha visto nacer en este aspecto como músico.

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Cuando escuchas la palabra “Valencia”, ¿en qué piensas?

JP: Mira, que se me enchina la piel. La palabra Valencia es muy poderosa para mí, pues es toda mi juventud, los años de Conservatorio, los amigos, muchos recuerdos. Es el lugar donde me presento por primera vez al público como profesional. Son muchas y buenas historias.

Valencia es considerada la Capital Cultural del Mediterráneo y Capital Europea e Internacional de la Cultura, ¿cómo la percibes en este sentido?

JP: Valencia, en relativamente poco tiempo, se puso a la vanguardia de toda Europa y también a la cabeza del mundo con la Ciudad de las Artes y las Ciencias (Ciutat de les Arts i les Ciències, en valenciano). Esta construcción quizás es la que más ha dado a conocer a la ciudad a nivel global. Hoy en día tenemos la suerte de contar con esas instalaciones que tienen la última tecnología en salas acústicas, museos, el oceanográfico, l’hemisfèric, (un cine con pantalla IMAX). Y por otra parte, Valencia siempre se ha caracterizado por la mezcla de culturas. Antes estuvieron los árabes y los romanos y toda esa mezcla todavía se conserva, está muy candente, muy viva entre la gente. Todo el mundo conoce las historias de la época, que Valencia estaba totalmente amurallada; tiene unas puertas que todavía se conservan, una ciudad romana que es preciosa…Todas esas cosas son los vestigios de una época de grandeza. El centro de Valencia habla mucho de la multiculturalidad que ha vivido durante los últimos 30 siglos.

Vayamos un poco del centro a la periferia. Salgamos de Valencia para recorrer otros sitios. Comencemos por la Cullera, ¿qué te dice este nombre?

 JP: Cullera es un pueblo de playa muy bonito porque además tiene montaña. Allí pasé mis primeras fiestas de adolescente, pues tocaba muchas veces en una de sus bandas y muchos amigos veraneaban allá.

 ¿Utiel?

 JP: Utiel es una comarca de muy buen vino, de denominación de origen. También tengo buenos amigos de allá que estudiaron conmigo en el Conservatorio.

¿Xátiva?

 JP: Guardo muy gratos recuerdos de Xátiva, porque es un lugar emblemático, un pueblo-ciudad que tiene un castillo romano importantísimo y en el que he tenido la suerte de tocar. Además uno de mis mejores maestros, Paco Perales, es nativo de Xátiva.

 ¿Cómo fue ese concierto?

JP: Fue un concierto veraniego con la Orquesta de Valencia, ya que por el clima generalmente no se presentan las orquestas al aire libre en otra época del año. Es un escenario muy, muy bonito que tiene su anfiteatro; imagínate, como que de repente te transportas a otra época. Si no recuerdo mal, interpretamos música española y la reacción de la gente fue magnífica. En el verano en Valencia es muy típico que haya festivales de música clásica, no solamente en Xátiva. Es una semana de conciertos al más alto nivel, de solistas internacionales que también van a dar clases. Alzira, Torrent u Oliva por ejemplo, son otros pueblos que tienen grandes festivales de metales. Digamos que ya es una cosa muy típica y concurrida por el público.

Entonces, ¿otra característica del valenciano es su gusto por absorber la cultura en todas sus manifestaciones?

JP: Sí, yo creo que el valenciano es una persona muy abierta y en eso se parece mucho también al yucateco. Somos como muy de calle, de salir y hablar con la gente, de estar muy receptivos con todo lo que llega de fuera. En ese aspecto yo creo que Valencia es una de las ciudades en las que hay más apertura en cuanto a recibir cosas de otros lugares.

¿Y qué me dices de Alboraya?

JP: La horchata de chufa. Es la bebida procesada del fruto de una planta que tiene un sabor muy peculiar. De hecho hoy me tomé una horchata de chufa; aquí hay una tienda donde están vendiendo un concentrado de chufa, no es exactamente igual pero es muy parecido y tiene ese sabor. La que probé hoy era una horchata que trajeron de Valencia, de un amigo con el que estuve esta mañana en su casa y que también es valenciano. Me dijo: “Oye, que me queda un poquito de horchata, toma”. Me dejó con una sonrisa de oreja a oreja.

 ¿Y los postres?

JP: Como por ejemplo, ¿dices algo así como la calabaza con miel? Pues ese postre es típico de mi pueblo. Y sí me gustan los postres y en general todo lo que son los dulces típicos de allá. Luego le preguntas a Sonia, mi esposa, porque su papá fue el Presidente del Gremio de Maestros Confiteros de Valencia y tiene mucha historia sobre todo eso.

¿Meliana?

JP: Meliana es un poco desconocido para mí, porque no está dentro de mi ruta. Pero cuando estudiaba en el Conservatorio también había gente de ahí.

En aquellos tiempos de estudios, ¿notabas algún rasgo distintivo de la gente de cada lugar?

JP: Sí, sobre todo en el idioma. Nosotros somos valenciano hablantes, pero por ejemplo, Xátiva está a 60 kilómetros de Valencia y Castellón está a otros 60 kilómetros hacia arriba, así que los vocablos son diferentes. En un lugar al agua le dicen “auia” y en otros “aigua”. Cuando escuchas hablar a alguien de otro lugar dices “Uy, seguro ese es de Xátiva o de Castellón”. Pero bueno, todos nos entendemos. En el caso de mi pueblo es distinto, porque de Valencia hasta Catarroja, que son solo 8  kilómetros, hay cinco pueblos. Me refiero a que toda esa zona es casi como la misma mancha urbana de la ciudad de Valencia. Mucha gente de hecho los utiliza como ciudad-dormitorio; es decir, que trabajan en Valencia pero duermen en el pueblo.

Juanjo, háblanos del Puerto de Gandía:

JP: Benidorm me es mucho más conocido que Gandía, pero es casi casi que lo mismo. Un lugar que en el año son 60 o 70 mil habitantes y en el verano son 200 mil, porque se llena de turistas, sobre todo de madrileños. Muy bonito, una de las mejores playas de Valencia. Tiene un playón tremendo, así como Paraíso en Tulum. Gandía es un lugar de mucho ocio, de mucha diversión, es como Acapulco o Progreso, aquí en Yucatán.

Ahora que mencionas la palabra diversión, pienso que ésta casi siempre viene acompañada de otra palabra: comida, ¿cuál es tu platillo favorito?

 JP: La paella y el all i pebre. El all i pebre es más típico de mi pueblo, pero los dos son mis favoritos. La paella estrictamente llamada “Valenciana” tiene los ingredientes de la zona, pero si te vas tres o cuatro pueblos más allá, ves que le ponen un ingrediente diferente, aunque siempre obviamente se conserva el sabor de pollo, conejo y pato; también está la paella de pescado o mariscos, que dependiendo de la zona en la que te encuentres, utilizan un tipo u otro. Y hay una paella de montaña que es más por el rumbo hacia Alicante y la preparan con costillas, col y pimiento rojo; también es una paella típica. En mi casa mis padres la preparan y ahí es donde aprendimos. La tradición es que el domingo que se cocina la paella, los hijos están muy atentos a todo lo que se hace. Mi primera paella fue como a los 14 años, en reunión de amigos. Ayer mismo cociné una paella, estilo valenciano que salió muy rica. El all i pebre son anguilas y patatas, con mucho ajo, sal, aceite y pimentón dulce (la paprika como se conoce aquí), que allá es el pimentón de la vera, el más tradicional. Se fríen un poco los ajos y el pimentón, después se agrega el agua y cuando ésta hierve, las patatas y las anguilas, junto con un chile llamado guindilla, muy parecido al chile de árbol. Unos veinticinco minutos más hirviendo y a comer.

Veo que te gusta cocinar… en ocasiones se tiene la falsa idea de que un músico no se mete mucho en los asuntos de la cocina.

 JP: Sí, me encanta y te sorprenderías si entrevistaras a mis compañeros de la Orquesta, porque son increíbles las ganas que cada quien tiene de mostrar sus dotes culinarios y sus tradiciones al comer. Para nosotros es casi tan motivante como un concierto.

Profundicemos un poco en la música, ¿qué géneros te gusta escuchar?

 JP: Me encanta casi que toda la música. Si salgo a bailar me gusta desde la música disco hasta la salsa. En casa, para escuchar algo que no sea clásico, me gusta Dire Straits; también escucho mucho Flamenco y todo lo que sea de los 60’s o 70’s. Suelo escuchar a muchos pero no tengo una preferencia absoluta por nadie, me gusta más fijarme en la gente que está a mi alrededor, por ejemplo en mi maestro de corno, que es mi guía, mi inspiración, o en compañeros de mi propia orquesta que están tocando súper bien, la verdad que ellos son mis ídolos.

Ahora te desempeñas dentro de la Orquesta como corno principal…

 JP: Sí, desde enero del año pasado. Y bueno, también está mi compañero Davide Fanchin que es co-principal y que me ayuda muchísimo en todas las labores. La verdad es que ser principal es un trabajo quizá distinto de los demás pero igual de importante, que se convierte en una complicidad con tu sección para resolver todo de la mejor manera posible. Además del estudio que se hace durante toda la carrera, estas son cosas que no se enseñan, sino que te las da la experiencia propia. En este aspecto el papel que se juega dentro de orquesta es súper importante, así como la jerarquía que se establece y se respeta para que el funcionamiento de la orquesta en su conjunto sea exitoso.

Las orquestas son un ejemplo perfecto de trabajo en equipo, ¿qué piensas?

 JP: Sí, pero siempre hay que recordar que tenemos un director. Una orquesta no es una democracia, más bien es una dictadura perfecta porque lo que dice el director no es cuestionado por nadie. Nos dedicamos a hacer y el resultado depende mucho de las órdenes del director, siempre hay un culpable. Pero en otro sentido, también una orquesta debería estudiarse como mecanismo, porque sí tiene mucha cooperación, es una familia muy grande en la cual te olvidas de todo lo que ha pasado fuera para concentrarte en tocar de la mejor manera posible y lograr que se den esos conciertos que te enchinan la piel.

Tu experiencia profesional incluye tocar en otras orquestas, ¿cómo ha sido acoplarte al estilo de otros directores y a otros compañeros?

 JP: Es diferente pero siempre muy interesante y cada vez mejor. Después de haber trabajado con varias orquestas y directores, ya tienes esa flexibilidad y entiendes mucho más el hasta dónde o incluso los gestos de cada director. Todo esto forma parte de tu experiencia como músico, que además de enriquecedor es necesario para valorar lo que tienes. Por ejemplo, yo he tocado en varias orquestas del país y todas las experiencias han sido muy, muy enriquecedoras, pero luego que regreso a Yucatán digo ¡Uy qué bien, ya estamos en casa! Tu orquesta obviamente siempre es la preferida.

En un principio, ¿qué fue lo más difícil de tu carrera profesional?

 JP: Quizás fue la tarea de maestro. Ahora ya con 40 años me siento mucho más preparado para enseñar todo lo que he aprendido hasta el momento, que con 18 o 19 años, cuando comencé mis primeras clases en escuelas de música. En ese entonces no entendía que siendo tan joven pudiera yo estar enseñando algo. Al contrario, sentía que tenía mucho por aprender, pero en realidad nunca dejas de aprender. Cada vez que toco el corno siento que aprendo algo más, ese es el espíritu. Disfrutar del camino más que pensar en todo lo que hay por aprender. La música es una cosa muy estricta, en la cual cada día que no tocas se convierten en dos días que vas hacia atrás. Aquí tenemos 3 horas diarias de ensayos, cuatro sesiones por semana, más los dos conciertos y el estudio en casa, que un día normal puede ser de una o dos horas, dependiendo un poco de la inspiración y de las necesidades.

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Si lo comparamos con el violín o la trompeta, el corno francés no es un instrumento muy “popular” dentro de la orquesta, platícanos un poco de él. ¿Cuál es la diferencia que tiene con el corno inglés?

 JP: La diferencia del corno francés con el corno inglés es total. El corno inglés es un instrumento de madera y éste (el francés), pertenece a la familia de los metales. Digamos que el corno inglés es el hermano mayor del oboe, con una campana que se abre en forma de círculo y que parece una granada. En cambio, el corno francés es hermano mayor de la trompeta y hermano menor del trombón y de la tuba. Es el instrumento con mayor profundidad, lo que se traduce en un sonido muy poderoso y lejano. Schumann dice que es “el alma de la orquesta” y se utiliza mucho para momentos de mucha gloria dentro de las sinfonías, como la “Cabalgata de las valquirias”, compuesta por Wagner.

¿Por qué te decidiste a tocar el corno francés?

 JP: Fue porque en esa época, como tú bien dices, no era un instrumento tan popular como la trompeta y no tanta gente quería tocarlo; entonces uno de los maestros de la banda me dijo, tú tienes los labios perfectos para tocar el corno (en realidad, todos teníamos los labios perfectos para tocar el corno). Pero ya una vez que lo tuve en las manos, me identifiqué con él y supe que me acompañaría por el resto de mi vida.

 ¿Qué representa la música en tu vida?, ¿qué papel juega más allá del ámbito profesional?

 JP: La música es parte de mí. Ahora mismo no puedo imaginar no escuchar una canción cada día, tocar mis notas en el corno o escuchar a los niños cantar por las mañanas. Donde nos encontramos es nuestra escuela de música, pero también tenemos nuestra casa en la parte de atrás, que justamente colinda con otra escuela. Entonces yo todo el día escucho los cantos de allá, los cantos de acá, a todas horas tengo música. Fíjate que he estado mucho tiempo pensando que sería la música para mí y sí, es como mi religión. Cuando hago música es cuando puedo pensar, reflexionar o cuando puedo idear nuevos proyectos. Es parte de mí.

¿Y cómo transmitir ese gusto por la música a otras personas?

 JP: La música la tenemos desde que nacemos, con el latido del corazón que ya es totalmente rítmico; es decir, todos somos seres musicales. Eso que dice la gente que “no tiene oído”, eso no es cierto. Lo que pasa es que no lo han explorado; la música forma parte de la vida, todas las civilizaciones tienen su música que es tocada, bailada, cantada y disfrutada por todos; ya sea para momentos tanto de gozo como de tristeza o inspiración. La música es parte del ser humano y si no la aprendemos, estamos perdiéndonos una parte de la vida. Seguro que hay un tipo de música que les gusta, es como cuando dices no me gusta la paella, pero el arroz al horno sí te gusta y finalmente es arroz. Pues en esto es igual, al fin y al cabo es música. Quizá no te guste el heavy metal, pero amas el rock o el reggae.

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Yo le digo a la gente que escuchen un concierto en vivo, porque no es lo mismo que escucharlo en otros medios. Obviamente se tienen que educar un poco en ese aspecto, no puedes llevar a alguien a escuchar por ejemplo, una Octava Sinfonía de Bruckner, porque te va a decir nunca más regreso, pues dura más de una hora. Pero si escogen un buen concierto de la temporada, la experiencia puede ser magnífica. Los conciertos de la Sinfónica de Yucatán están muy pensados para el público, se sorprenderían quienes dicen que no les gusta la música clásica. Además que estar ahí en vivo, escuchando a los músicos tocar, es súper enriquecedor.

Escuchar ese “raazzzz” del chelo o cuando el del trombón mueve la vara o toma la tuba y ¡pum!, suena; o la percusión que es súper excitante. Ver a un percusionista golpeando… “plaaam”… la manera en que suena eso, es todo un espectáculo. Definitivamente nadie se queda impasivo ante el sonido de un bombo o de unos platos. Por mucho que tengas las mejores bocinas en casa, no se sustituye por ver a la orquesta. Es la vista, el oído, el público que disfruta lo que el músico está dando; esa es la esencia de la música en vivo, es la comunión de ese momento, lo que nosotros damos y lo que toda la gente está recibiendo, ese poder. No hay cosa más bonita que un teatro lleno, es algo tan poderoso que te entregas y si ya no puedes, respiras y sigues tocando.

¿Hay conciertos más emblemáticos que otros?

 JP: Sí, depende mucho del repertorio, que siempre se programa pensando un poco en todos los públicos. Por ejemplo pienso en el Programa 2 de la temporada XXII de la Sinfónica de Yucatán, en que se interpretó “La Noche de los Mayas” de Silvestre Revueltas o el que será ahora en diciembre de “La Guerra de las Galaxias” de Williams y “Los Planetas” de Holst, que también será mágico. Hay gente mucho más purista que quiere escuchar Mozart o Beethoven, por lo que también se incluyen en el programa. Y mira cómo está el teatro, lleno siempre. Ahora ya se vendió casi toda la temporada por internet.

Sin duda la Orquesta Sinfónica de Yucatán ha evolucionado, ¿cómo has visto este cambio desde tu llegada a la fecha?

 JP: Yo veo una evolución muy positiva y de un alcance que nadie imaginaba que en diez años se pudiera tener. Es una alegría, son logros que los tomas como propios. Por ejemplo, el que la Orquesta cuente con un Fideicomiso Garante es quizá un modelo a seguir. Otro acierto también ha sido contar con el apoyo del aparato político, del gobierno, la iniciativa privada y claro, del público. Lo interesante que ha pasado aquí, es que la política ha dejado de estar de un lado. Esta Orquesta ha sobrevivido el cambio de gobierno del Partido Acción Nacional (PAN) al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y se ha visto fortalecida. Normalmente cuando hay cambio de gobierno todos se asustan porque parece que las cosas se van a detener o a paralizar, y que es lo que casi siempre pasa en la cultura, pero en este caso no fue así. La Orquesta Sinfónica de Yucatán es conocida en todo el país y la tienen como una de las más importantes. A mí eso me hace sentirme muy orgulloso, porque ha dejado de ser una orquesta de extranjeros que ahora ya cuenta con más de la mitad de mexicanos, y muestra un poco la visión de la gente de aquí, que acepta a las personas de otros lugares, los que también tomamos esta cultura como propia.

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Juanjo Pastor, además de talentoso, es una de esas personas que hacen que un lunes parezca como viernes. Un músico que utiliza su instrumento como puente para conectar con las personas en esta tierra del faisán y del venado, que siempre nos ofrece personajes muy humanos en su cotidianidad. Termina el verano, pero aún son días de sol, de viento que por las tardes nos hace un guiño y de música. Es el sonido de un corno que, incontenible, expresa la pasión de un valenciano por la vida:

A  lo largo de esta charla ha estado presente Mérida, Yucatán, ¿cómo fue tu llegada a la Ciudad Blanca?

 JP: El clima es muy parecido al de Valencia, entonces no nos costó mucho adaptarnos. Bueno, allá son casi 3 meses de calor y aquí es al revés, son casi 9 meses, pero ya nos acostumbramos a estar siempre en verano. Me acuerdo que la llegada fue un día de Carnaval, el 23 de febrero de 2004 para ser exactos. Había fiesta y ambiente por toda la ciudad y hacía mucho calor. Casi no pude dormir por los mosquitos; llegué de noche y me llevaron directo a casa de otro compañero, también valenciano, allá por la García Gineres, donde pasé mis primeras semanas. Sonia llegó a finales de marzo porque estaba terminando sus estudios de educación infantil.

El primer mes sí fue obviamente de adaptación, de ver cosas, sabores y olores muy diferentes. Me habían hablado de que era un lugar excepcional y con toda esa ilusión venía, pero he visto que es mucho más bonito de lo que yo imaginaba. El tener unas ruinas a 10 minutos de la ciudad o un cenote dentro de la propia ciudad… La naturaleza es quizá lo más poderoso, estas playas vírgenes más allá de Telchac, como San Felipe o San Crisanto. Y bueno, la gente también muy bien. El concierto al que llegué fue el primero de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, así que estaba llegando mucha gente para este evento y cuando llegas a una orquesta donde todos son nuevos, pues se hace una gran familia que hoy en día así se conserva. Se han incorporado elementos y otros se han ido por diferentes motivos, pero el equipo original se ha ido enriqueciendo.

¿Cómo fue ese volver a empezar?

 JP: En aquél momento en que decidimos venir yo estaba trabajando en un Conservatorio y Sonia en el negocio familiar, teníamos seis meses de casados y estaba todo como ya muy decidido. Teníamos igual que aquí la ilusión de abrir una escuelita, eso era por lo que Sonia estaba estudiando su carrera, ahora que hables con ella te vas a dar cuenta que es su devoción. Realmente cuando llegas, es cuando comprendes que vas a empezar de nuevo. Allá teníamos todos los muebles recién comprados, los electrodomésticos y llegando acá vimos que todo eso ya no estaba, pero fue muy bueno porque eso te une más. En especial cuando eres extranjero, es algo que te separa o te une más a tu pareja. En nuestro caso hemos vivido juntos mucho más tiempo aquí que allá, pues ya tenemos diez años en Mérida, que nos ha tratado muy bien. Y bueno, el idioma es lo que más ayuda y que hemos tenido la suerte de toparnos con gente maravillosa que hoy en día es nuestra familia acá.

 ¿Extrañas Valencia?, ¿encuentras similitudes entre ambas ciudades?

 JP: Sí, sí que se extraña, pero menos gracias a las comunicaciones que ahora tenemos, como Skype, Facebook y todas las redes sociales. Casi que estás más pendiente de lo que sucede allá que cuando vivías ahí. Todos los días me gusta leer los diarios de allá y los de aquí, es mi primera actividad en la mañana mientras desayuno. Y bueno, las ciudades no se parecen tanto. Es como te comentaba, las semejanzas las veo más en cómo es la gente. Quizá algunos edificios del centro se podrían ver allá, pero Mérida es mucho más francesa en su estilo que España. Lo que más me gusta de la ciudad es su cercanía con la playa y el nivel de cultura que la ciudad ofrece, que es altísimo en comparación con otras ciudades del sureste.

¿Vivir en México ha cambiado de alguna forma la percepción que tenías anteriormente de nuestro país?

 JP: Sí, quizá cuando vivíamos allá, México era más parecido al de las películas, al de los desiertos y la gente con pistolas y a caballo, el de Pancho Villa; sin embargo, cuando llegas acá te das cuenta de que es todo un mundo, moderno. Lo que sí que también ves, son un poco las necesidades de aquellos lugares que no están centralizados. Saliendo a los pueblos ya no existe nada de toda esta actividad que sí hay en la ciudad. El choque cultural fue un poco más en ese aspecto, cuando sales y ves la selva, esos pueblitos donde se habla en maya y todo se conserva muy de la época. Nuestro acercamiento fue a través del proyecto de EducArte, A.C., el cual diseñamos Sonia y yo. Además de tocar el corno, hace ya ocho años también emprendimos otro proyecto que fue Musicalia, que es aquí donde nos encontramos y a partir de ello, también surgió EducArte.

Musicalia es una escuela de música para niños, la cual los primeros años funcionó sólo en las tardes, como parte de las actividades extra escolares, pero la misma demanda de la sociedad nos ha hecho abrir también en las mañanas y a diario, desde el maternal. Lo más bonito que nos ha pasado es el aplicar un programa propio con el cual se experimenta el beneficio que supone para los niños y para la educación en general, la enseñanza de la música a través de distintas actividades. Durante estos años hemos sido partícipes de ese crecimiento. Como te decía, todo el mundo tiene oídos y talento, pero el talento es una pequeña parte de todo lo que viene detrás. Es más de conciencia, trabajo y de respeto, y amor por lo que haces. Y bueno, hemos escuchado desde el principio muy buenos comentarios de los papás y eso es lo que nos alienta a continuar y hacerlo mejor cada día.

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Como profesionales, la opinión de toda la gente que tenemos alrededor es muy importante. Se trata de aceptar siempre la crítica de otras personas con mucha humildad para poder beneficiarse y crecer a partir de ahí. Y pues los resultados que tiene la escuela hoy en día están a la vista. En cuanto a EducArte, A.C., la visión fue hacer lo mismo que en Musicalia pero para la gente de escasos recursos. Dentro de la ciudad uno puede ver que el norte no se parece en nada al sur. Nosotros estuvimos visitando varias colonias y vimos un poco las carencias que había; fue entonces cuando nos encontramos con un lugar que se llama “La Casa de la Alegría”, en la Colonia Roble Agrícola, justo atrás del aeropuerto, y es allí donde desarrollamos este proyecto de enseñar música a niños sin recursos. Lo más gratificante ha sido el día a día y el planear las actividades de un año para otro con objetivos que poco a poco vas concretando. Y sobre todo, lograr la aceptación de la gente del lugar, porque al principio la respuesta fue un poco como “y estos qué hacen aquí”. Mira que el segundo año pasó algo que no fue muy bonito, nos quedamos sin recursos para todas las actividades que estaban pasando, para las clases de solfeo, de instrumentos, el coro. Y fue entonces cuando sentimos el apoyo de la gente que nos seguía pidiendo que estuviéramos ahí.

Ese fue un momento clave, en el que la perspicacia de Sonia y las ganas de continuar con todo, porque no es un proyecto que tenga caducidad, sino que es más bien una cosa vocacional, es lo que más nos ha movido. Una de las cosas que siento es que día a día voy aprendiendo muchas cosas nuevas, esto no para. La curiosidad por seguir aprendiendo es el motor del por qué estás aquí. El día en que te aburras quizá sea momento de cambiar de lugar. ¡Y ni lo hemos pensado! Además de todo esto, hay una creación de proyectos anexos como el Primer Festival Internacional de Metales (MIBF) que tuvimos el año pasado en Mérida. Este año se repetirá y tendremos a los mejores metaleros del mundo. Estamos hablando de gente del Conservatorio de París o el maestro de la Universidad de Indiana, gente de la London Symphony Orchestra y de los mejores escenarios del mundo que estarán reunidos aquí en Mérida.

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Ya entre líneas nos has dicho la respuesta, hasta ahora ¿qué te ha dejado vivir en Mérida?

 JP: Pues me ha dejado madurez, mucha experiencia profesional, nuevos proyectos. Y sobre todo la gente, los amigos que ahora puedo presumir.

¿Cómo te ves dentro de unos años?

 JP: Yo creo que con más proyectos, con más volumen de actividades. Me veo con más compromiso también con toda la gente, para crecer y hacer las cosas mejor. En Musicalia, pues con todas las características que se requieren, de seguridad y eso en lo que piensas para educar a tus niños. Nosotros tenemos una hija de un año y medio, que acá nació y que es otro motivo por el que tampoco nos vamos, eso es casi, casi que seguro.

 ¿Con qué te despides?

 JP: En definitiva con lo que ya hemos comentado, que debemos crear conciencia para que la música sea parte importante de esta vida. Y si los lectores tienen ganas de seguirnos, pueden hacerlo en nuestras redes sociales y el sitio web de EducArte, A.C. La verdad que con un poquito de su apoyo, con unos cuantos “clics”, pueden ayudar mucho a iniciativas de este tipo, que lo único que buscan es el desarrollo para todos y el bienestar de la comunidad.

Muchas gracias Juanjo.

Escribió Amos Oz: “Cada uno de nosotros es una península, con una mitad unida a tierra firme y la otra mirando al océano. Una mitad conectada a la familia, a los amigos, a la cultura, a la tradición, al país, a la nación, al sexo y al lenguaje y a muchos otros vínculos. Y la otra mitad deseando que la dejen sola contemplando el océano”.

Seguramente Juanjo ha pasado más de una ocasión contemplando el océano, recordando Catarroja y los sabores de infancia que siguen siendo tan suyos, pero sin dejar de lado a esta otra península de pueblos idílicos, que parecen iguales a aquellos que describe Gabriel García Márquez en sus novelas; lugares de aguaceros diluviales y mangos enormes en los árboles. No vacilo al afirmar que esta conversación resultó en un saldo a favor, que además me deja con la suficiente paz interior para contemplar la escondida del sol pensando sólo en algo: ¡Qué bella es la luz después de la lluvia!  Nos leemos pronto…

 Sobre nuestro entrevistado:

JUANJO PASTOR LLORENS

Corno

  • Es egresado del Conservatorio Superior de Música de Valencia “Joaquín Rodrigo”, obteniendo las máximas calificaciones en Corno Francés, Solfeo y Teoría de la Música y en Piano. Durante su carrera fue galardonado 3 veces con Mención y Premio de Honor.
  • Formó parte de la Orquesta del Conservatorio Superior de Música de Valencia, en calidad de principal, desde 1987 hasta 1992.
  • Fue invitado en la JONDE (Joven Orquesta Nacional de España), en la ECYO (Joven Orquesta de la Comunidad Europea), formó parte de los “Metales Catedralicios” de Valencia y fue contratado por la Orquesta de Valencia 1990-1995
  • Ejerció como Profesor de Corno Francés  en el Conservatorio de Música “José Iturbi” de Valencia  desde 1995 hasta 1999.
  • En el año 2004 traslada su residencia a Mérida, Yucatán, donde se desempeña como cornista Co-principal en la Orquesta Sinfónica de Yucatán.
  • En el año 2007 funda junto a su esposa Sonia Galán “EducArte A.C.”, asociación que crea y ejecuta proyectos de desarrollo socio-cultural a través de las artes, enfocados a zonas de escasos recursos de la península de Yucatán.
  • Como solista con orquesta ha presentado los conciertos 2 y 3 de Mozart, el concierto de Haydn para 2 cornos, el Koncertstück de R. Schumann, el concierto nº 1 de R. Strauss y el de R.Gliere, siendo la Orquesta Sinfónica de Yucatán y la orquesta de la UADY sus acompañantes habituales.
  • Es miembro fundador del cuarteto “Puro Corno”, quienes a su vez, organizan el Mérida International Brass Festival, que se realiza anualmente en la ciudad de Mérida.
  • En la actualidad combina su labor de cornista principal de la OSY, con el dúo “Binak Paax” junto a Roberto Verástegui (piano) y la ingeniería de sonido a través del portal clicknrec.com.mx

Ligas de Interés:

 

 

 

Source: Gloria Serrano Solleiro

2 Responses to Juanjo Pastor: “La música es parte del ser humano y si no la aprendemos, estamos perdiéndonos una parte de la vida”

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