Santa Teresa de Jesús (1515 – 1582). V Centenario. «Libro de la Vida»

Por  Teresa Hage

Santa Teresa, Velazquez, recortada

 

Libro de la Vida
[1565]
Teresa de Jesús

 

LIBRO  DE LA VIDA (fragmento)

 PRÓLOGO

 

JHS

1. Quisiera yo que, como me han mandado y dado larga licencia

para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho,

me la dieran para que muy por menudo y con claridad

dijera mis grandes pecados y ruin vida. Diérame gran consuelo.

Mas no han querido, antes atádome mucho en este caso. Y por

esto pido, por amor del Señor, tenga delante de los ojos quien este

discurso de mi vida leyere, que ha sido tan ruin que no he hallado

santo de los que se tornaron a Dios con quien me consolar. Porque

considero que, después que el Señor los llamaba, no le tornaban a

ofender. Yo no sólo tornaba a ser peor, sino que parece traía

estudio a resistir las mercedes que Su Majestad me hacía, como

quien se veía obligada a servir más y entendía de sí no podía pagar

lo menos de lo que debía.

 

  1. Sea bendito por siempre, que tanto me esperó, a quien con todo

mi corazón suplico me dé gracia para que con toda claridad y

verdad yo haga esta relación que mis confesores me mandan (y

aun el Señor sé yo lo quiere muchos días ha, sino que yo no me he

atrevido) y que sea para gloria y alabanza suya y para quede aquí

adelante, conociéndome ellos mejor, ayuden a mi flaqueza para que

pueda servir algo de lo que debo al Señor, a quien siempre alaben

todas las cosas, amén.

 

Crucifixion, carl bloch

Cristo en la cruz, 1870, Carl Heinrich Bloch.

 

 

CAPÍTULO 9

Trata por qué términos comenzó el Señor a despertar su alma y darla luz

en tan grandes tinieblas y a fortalecer sus virtudes para no ofenderle.

 

1. Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le

dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme

que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído

allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía

en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola,

toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó

por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido

aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme

cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole

me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.

 

2. Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas

veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba,

que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a

sus pies, pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas. Y no

sabía lo que decía, que harto hacía quien por sí me las consentía

derramar, pues tan presto se me olvidaba aquel sentimiento. Y

encomendábame a aquesta gloriosa Santa para que me alcanzase

perdón.

 

El luto de María Magdalena, 1504, Colijin de Coter

El luto de María Magdalena, 1504, Colijin de Coter.

 

3. Mas esta postrera vez de esta imagen que digo, me parece me

aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía

toda mi confianza en Dios. Paréceme le dije entonces que no me

había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo

cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces.

 

4. Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el

entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y

hallábame mejor –a mi parecer– de las partes adonde le veía más

solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona

necesitada me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía

muchas.

En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era

mi acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había

tenido, si podía. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor. Mas

acuérdome que jamás osaba determinarme a hacerlo, como se me

representaban mis pecados tan graves. Estábame allí lo más que

me dejaban mis pensamientos con El, porque eran muchos los que

me atormentaban. Muchos años, las más noches antes que me

durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre

pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desde

que no era monja, porque me dijeron se ganaban muchos

perdones. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma,

porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la

costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto, como el no dejar de

santiguarme para dormir.

 

Getsemaní, carl bloch

Getsemaní, 1873, Carl Heinrich Bloch.

 

5. Pues tornando a lo que decía del tormento que me daban los

pensamientos, esto tiene este modo de proceder sin discurso del

entendimiento, que el alma ha de estar muy ganada o perdida, digo

perdida la consideración. En aprovechando, aprovecha mucho,

porque es en amar. Mas para llegar aquí es muy a su costa, salvo a

personas que quiere el Señor muy en breve llegarlas a oración de

quietud, que yo conozco a algunas. Para las que van por aquí es

bueno un libro para presto recogerse. Aprovechábame a mí también

ver campo o agua, flores. En estas cosas hallaba yo memoria del

Criador, digo que me despertaban y recogían y servían de libro; y

en mi ingratitud y pecados. En cosas del cielo ni en cosas subidas,

era mi entendimiento tan grosero que jamás por jamás las pude

imaginar, hasta que por otro modo el Señor me las representó.

 

6. Tenía tan poca habilidad para con el entendimiento representar

cosas, que si no era lo que veía, no me aprovechaba nada de mi

imaginación, como hacen otras personas que pueden hacer

representaciones adonde se recogen. Yo sólo podía pensar en

Cristo como hombre. Mas es así que jamás le pude representar en

mí, por más que leía su hermosura y veía imágenes, sino como

quien está ciego o a oscuras, que aunque habla con una persona y

ve que está con ella porque sabe cierto que está allí (digo que

entiende y cree que está allí, mas no la ve), de esta manera me

acaecía a mí cuando pensaba en nuestro Señor. A esta causa era

tan amiga de imágenes. ¡Desventurados de los que por su culpa

pierden este bien! Bien parece que no aman al Señor, porque si ld

amaran, holgáranse de ver su retrato, como acá aun da contento

ver el de quien se quiere bien.

 

Confesiones de san Agustín

 

7. En este tiempo me dieron las Confesiones de San Agustín, que

parece el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré ni nunca las

había visto. Yo soy muy aficionada a San Agustín, porque el

monasterio adonde estuve seglar era de su Orden y también por

haber sido pecador, que en los santos que después de serlo el

Señor tornó a Sí hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos

había de hallar ayuda y que como los había el Señor perdonado,

podía hacer a mí; salvo que una cosa me desconsolaba, como he

dicho, que a ellos sola una vez los había el Señor llamado y no

tornaban a caer, y a mí eran ya tantas, que esto me fatigaba. Mas

considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme, que de

su misericordia jamás desconfié. De mí muchas veces.

 

8. ¡Oh, válgame Dios, cómo me espanta la reciedumbre que tuvo mi

alma, con tener tantas ayudas de Dios! Háceme estar temerosa lo

poco que podía conmigo y cuán atada me veía para no me

determinar a darme del todo a Dios.

Como comencé a leer las Confesiones, paréceme me veía yo allí.

Comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando

llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huerto, no

me parece sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi

corazón. Estuve por gran rato que toda me deshacía en lágrimas, y

entre mí misma con gran aflicción y fatiga.

¡Oh, qué sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que

había de tener de ser señora, y qué de tormentos padece! Yo me

admiro ahora cómo podía vivir en tanto tormento. Sea Dios alabado,

que me dio vida para salir de muerte tan mortal.

 

Santa Teresa de Jesus, siglo XII, Zurbaran

Santa Teresa de Jesús, 1637, Zurbarán.

 

9. Paréceme que ganó grandes fuerzas mi alma de la divina

Majestad, y que debía oír mis clamores y haber lástima de tantas

lágrimas. Comenzóme a crecer la afición de estar más tiempo con

El y a quitarme de los ojos las ocasiones, porque, quitadas, luego

me volvía a amar a Su Majestad; que bien entendía yo, a mi

parecer, le amaba, mas no entendía en qué está el amar de veras a

Dios como lo había de entender.

No me parece acababa yo de disponerme a quererle servir, cuando

Su Majestad me comenzaba a tornar a regalar. No parece sino que

lo que otros procuran con gran trabajo adquirir, granjeaba el Señor

conmigo que yo lo quisiese recibir, que era ya en estos postreros

años darme gustos y regalos. Suplicar yo me los diese, ni ternura

de devoción, jamás a ello me atreví; sólo le pedía me diese gracia

para que no le ofendiese, y me perdonase mis grandes pecados.

Como los veía tan grandes, aun desear regalos ni gustos nunca de

advertencia osaba. Harto me parece hacía su piedad, y con verdad

hacía mucha misericordia conmigo en consentirme delante de sí y

traerme a su presencia; que veía yo, si tanto El no lo procurara, no

viniera.

Sola una vez en mi vida me acuerdo pedirle gustos, estando con

mucha sequedad; y como advertí lo que hacía, quedé tan confusa

que la misma fatiga de verme tan poco humilde me dio lo que me

había atrevido a pedir. Bien sabía yo era lícito pedirla, mas

parecíame a mí que lo es a los que están dispuestos con haber

procurado lo que es verdadera devoción con todas sus fuerzas, que

es no ofender a Dios y estar dispuestos y determinados para todo

bien.

 

portrait-of-christ-carl-bloch

Cristo Salvador, 1873, Carl Bloch.

 

Parecíame que aquellas mis lágrimas eran mujeriles y sin fuerza,

pues no alcanzaba con ellas lo que deseaba. Pues con todo, creo

me valieron; porque, como digo, en especial después de estas dos

veces de tan gran compunción de ellas y fatiga de mi corazón,

comencé más a darme a oración y a tratar menos en cosas que me

dañasen, aunque aún no las dejaba del todo, sino -como digo fueme

ayudando Dios a desviarme.

Como no estaba Su Majestad esperando sino algún aparejo en mí,

fueron creciendo las mercedes espirituales de la manera que diré;

cosa no usada darlas el Señor, sino a los que están en más

limpieza de conciencia.

 

 

 

 

 

 

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