El hábito de dormir la siesta, más que un descanso

1037355_53585515Foto: Freepik

 

Dormir la siesta es una tradición completamente establecida y tolerada en las culturas española e iberoamericanas. Pero no sólo es cosa de nosotros, los latinos, o de zonas con un clima o filosofía de vida específicos. A lo largo de la historia, grandes personajes como Winston Churchill o Edison han disfrutado de este tiempo de descanso y son ejemplo de que hacer la siesta no supone ser un holgazán. Muchas voces se escandalizan por creer que es una pérdida de tiempo pero, en realidad, es un momento de reposo con probados beneficios. Tiene gran influencia en nuestro metabolismo y constituye un factor determinante para nuestra calidad de vida y nuestra salud. Y es que, cuando estamos cansados, nos vemos tentados a consumir ciertos alimentos –grasa y azúcares- que fomentan el sobrepeso y los trastornos asociados a él como es, por ejemplo, la diabetes.

 

Beneficios

Hacer un hueco durante la jornada laboral y desconectar la mente, aunque sea por unos minutos, ayuda a mantener una actitud positiva, incentiva la creatividad, puede implicar un mejor rendimiento y es bueno para nuestra salud.

  • Recuperar la energía: la siesta, a media jornada, recarga las pilas.
  • Mejora en el sistema cardiovascular: reduce el riesgo de infartos
  • Evita estados depresivos.
  • Tonifica el ánimo.
  • Favorece la creatividad.
  • Disminuye el estrés.
  • Fomenta una actitud atenta y productiva: aumenta la productividad en el trabajo y consigue que prestemos una mayor atención a lo que hacemos. La mente siente un efecto de “refresco” y está más despierta.
  • Cambios positivos en la vida sexual.

Aunque queda claro que dormir la siesta es bueno para la salud y nuestro bienestar, social y laboralmente no está siempre bien visto. El hecho de reconocer que se necesitan unos minutos para reponer fuerzas y llegar a tope al fin de la jornada no es algo que todo el mundo se atreva a hacer. Sin embargo, cada vez se impone más como posibilidad y va adquiriendo naturalidad como hábito cotidiano. El problema es cómo hacerlo. En el entorno  laboral y dentro del horario establecido hay que agudizar el ingenio para buscar la manera más cómoda de dormir una siesta. De hecho, conscientes de que esta práctica ya es algo común para muchas personas, en determinadas zonas de algunas ciudades del mundo se han instalado “cabinas de sueño” para alquilar por minutos y descansar sin tener que ir a casa. Pero hay otras formas:

 

  • Encima de la mesa de trabajo: con discreción, durante la hora de comida, se puede acomodar la cabeza encima del escritorio -con un jersey, libros apilados o una pequeña almohada- para reposar unos minutos.
  • En el coche: si no se puede hacer en la mesa, utilizar el coche para dormir una pequeña siesta colocando el asiento en una posición cómoda.
  • En el café: establecimientos como Starbucks han apostado por ponérselo fácil a aquellos amantes de la siesta y en sus cafés ofrecen la posibilidad de sentarse en cómodos sofás o sillones para “dar una cabezadita” después de comer. Además, algunos especialistas recomiendan dormirse antes de que haga efecto la cafeína porque al despertar uno se siente especialmente despejado.
  • Al aire libre: en primavera, verano y si el clima es agradable, hacer uso de las zonas verdes para recostarse un rato es una buena opción.

 

 

¿Cuánto tiempo?

Tener la posibilidad de dormir la siesta no está al alance de todos y muchos desearían poder practicarla a diario

Lo estudios especializados en materia de sueño señalan, a la hora de determinar las horas y/o minutos que son recomendables para dedicar a la siesta, la importancia de conocer las necesidades de cada persona. Para algunos una hora o más es excesivo y para otros 30 minutos es igual que nada. Somos muy distintos en cuanto a nuestra forma de ser, nuestro ritmo de vida, nuestra salud…. Todo ello influye pero, de cualquier manera, los especialistas establecen tres tipos de siesta según el tiempo de sueño.

Entre 5 y 20 minutos: escasa, apenas para cerrar los ojos en el peor de los casos, pero suficiente para vigorizar la mente, mejorando la atención y la capacidad motora. Especialmente indicada para los que, lógicamente, tienen menos tiempo a su disposición.

Entre 30 y 60 minutos: En función del descanso de mitad de jornada para comer, algunas personas necesitan más de media hora para sentir los beneficios de una siesta reparadora.

Entre 60 y 90 minutos: considerada como la siesta clásica, es de larga duración e incluye la fase REM del sueño, relajando cuerpo y mente plenamente. Sin  embargo, no a todo el mundo le sienta bien estar tanto tiempo durmiendo y se levantan “atontados” costándoles mucho “ponerse en marcha” de nuevo.

Tener la posibilidad de dormir la siesta no está al alance de todos y muchos desearían poder practicarla a diario. Es una costumbre que aporta beneficios,  echando por tierra a los que la consideran un hábito de vagos. Buscar el momento y el lugar adecuados puede suponer un aumento en la calidad de vida y en el rendimiento laboral.

 

María Font Oliver/ZoomNews

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