Alberto García-Alix: fotógrafo

Por: Gloria Serrano

Alberto_Garcia_Alix

 

Advertencia: Si prefieres la leche descremada a la entera, no leas esto.

«No era para menos. La mejor foto, el retrato que nunca, ni aun queriéndolo, hubiese podido hacer de mi abuela, estaba al alcance de mi mano…y también una de sus tetas. Qué gran momento. Excepcional. Si no lo veo, no lo creo. Todo encajaba. La luz, el decorado, ella y… ¡música, maestro!, su bata de raso rosa, sin que ella se apercibiese, se había abierto y uno de sus pechos colgaba fuera… Y allí estaba yo, fuera de juego, fuera de juego me sentía yo, teniendo la certeza de que en segundos, esa imagen única y extraordinaria desaparecería para siempre. Se volatilizaría en la nada».

Moriremos mirando. Lo afirma contundente el escritor y lo pone en práctica el fotógrafo. «Moriremos mirando», es el título de la obra que reúne alrededor de 50 textos entre reflexiones, ensayos y colaboraciones del español Alberto García-Alix (1956), el hombre del pacto inquebrantable con la palabra y la imagen que resultó en una suerte de complicidad maquiavélica para condensar historias. Comenzó fotografiando su propio mundo: motocicletas en blanco y negro con la Leica que tiempo después cambió por una Canon FTB. Luego vinieron los encuadres de tatuajes, las noches intensas, los desnudos sin pudor, la Movida madrileña y de ahí saltó vertiginosamente a capturar la crudeza de lo humano y la magnificencia de lo divino. Hagamos un breve recorrido historiográfico por los múltiples cuadriláteros de este elocuente boxeador, que en cada round narrativo golpea macizo con el mejor de los puños, el de la poesía visual.

»Lo más cerca que estuve del paraíso« es el trabajo que engloba su tranquilo mirar por las Islas Baleares. Siempre tatuajes, cuerpos imperfectos desprovistos de cualquier prenda que impida disfrutarlos como se goza una playa, pura y al natural; rostros taciturnos que en silencio lo gritan todo y simples paisajes que definen un instante crucial. Así es el edén, ausente de colorido, de García-Alix:

«Una melodía de sonidos se hace oír cuando desde la distancia recuerdo las Baleares. Si cierro los ojos, el sol del verano, su luz, es la primera nota visible. La segunda el mar. Azul infinito, verdoso, una caricia, luego otras notas en crescendo. Sobre ellas cabalga mi juventud. La Libertad. El Placer».

La voz tarda de Daniel Melingo, el músico que entona tangos, documenta y clarifica »De carne y hueso«, la pieza audiovisual compuesta por una destemplada secuencia de imágenes tan verdaderas, que rayan en lo satírico: una cama desarreglada, más tatuajes, un condón hecho nudo simbolizando los restos de una pequeña historia de amor, el mar en reposo y los rostros chocantes de la «sifilización» del siglo XX buscando cama. Los claroscuros de la sociedad contemporánea en la que estamos todos atrapados. Le siguen un avestruz, un cristo crucificado que es resguardado por una iguana y objetos personales que remiten a una presencia ausente. En fin, las tenebrosidades del alma en estos días, como recita el canto superpuesto de Melingo.

»De donde no se vuelve« es un viaje por la memoria de su autor, ese lado B de la vida tapizado de semblantes que construyen el pasado y determinan el presente:

«La fotografía encadena mi memoria, no solo la constriñe a lo visto.

La melancolía, emoción de lo irrecusable se hace visible.

El alma de la fotografía es el encuentro.

Si ayer fotografiaba silencios hoy fotografío mi propia voz.

Este viaje tejido sobre una memoria de luces, destellos, ilusiones ópticas,

persigue una revelación.

Un puente sobre el abismo.

La escenografía visible de un sentimiento al compás de mis emociones.

Hoy tengo la conciencia de que una forma de ver es una forma de ser.

La fotografía es un poderoso médium.

Nos lleva al otro lado de la vida.

Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras,

siendo solo presencia también vivimos.

Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados.

Por fin domesticados… Congelados.

Al otro lado de la vida, de donde no se vuelve.

¿Qué afluente desbordado de cosas pueden suceder, sucedernos en diez años? ¿Cuántas miradas se toparían con la nuestra? No me refiero a la escena ni al momento, sino al ingenuo encuentro y su terco sentir. Al tránsito de una década que inicia en 1976, al fin de la juventud y el inicio de la madurez y, en ambas, al caminar del eterno vagabundo, ansioso, expectante, presto, urgido de testimoniar la subjetividad del ser. Eso es «No me sigas estoy perdido», el proyecto que expone los pasos de García-Alix sobre su compañero irrenunciable, García-Alix:

»Ahora sé que sus imágenes son el consuelo que me recompensa por haberle seguido, y que ellas son, sin palabras, quienes hablan por mí con Alberto«.

GARCÍA ALIX 1

Más que posiciones en el acto sexual, «El paraíso de los creyentes» son posturas ante la subsistencia potenciadas por la imaginación de quien las fotografía. Sí, también son más tatuajes y más fisonomías que se erigen como un todo tremendamente onírico y erótico. Cuerpos tendidos, alzados, mórbidos; mujeres en el punto más alto de la libido; cuerpos concretos, sometidos; pieles tan humanas como los lunares o las estrías y, todos, un sueño autorreferencial imposible de abarcar, cuyo narrador -apasionado y firme- es el propio García-Alix:

Imagen 1:

»No se dejen engañar, desafiando a su rabia. Isa es así, así es Isa hipnotizando lo que prometen sus ojos. Con ella no se juega. Un arma letal lleva en su cuello«.

Imagen 2:

«Un ojo de cristal y un gato posee. Estatua de dulce es Francis. Hombre-mujer, mujer-hombre, mujer al fin. Es su derecho. Silencio. Francis sueña, mide y ve como cíclope la sombra del tiempo, el tiempo que a todos nos alcanza».

»Tres videos tristes« es una trilogía, es un obligarse a deglutir pedazos de sí y también es París que sale ardiendo de dentro, del intestino de su autor. Paris con la mirada fija en la lente o clavada en la pantalla de la computadora buscando las palabras. «Mi alma de cazador en juego» (2003) sirve para prologar la instantánea que el creador toma de su propia existencia. Le sigue »Extranjero de mí mismo« (2004), una etapa de mayor complejidad, de abandono y de huida, pero también de más lirismo en su fotografía. Con «Tres moscas negras» (2006) nos queda el retrato de cuerpo entero del ser humano, del profesional de la imagen y del fanático de la crónica en primera persona: »Nací desorientado, para qué negarlo. […] Mentiría si dijera que sé cómo llegué hasta aquí«.

«Mi alma de cazador en juego.

Los transeúntes pasan y se van.

Nada que nos una y un sonido que ellos no perciben

por un momento nos ata»

Nos falta mencionar algo. Los títulos elegidos, que para algunos artistas son como el bautizo del primogénito o esa primera piedra sobre la que se cimienta toda gran obra. En el caso de García-Alix son bastante sugerentes: Para la foto de una mujer desnuda, La muñeca 2006; Los modelos 2008 son dos niños y África 2001, una niña. Gordita de barrio 1983, es una chica y Autorretrato con el cuerpo herido 1981, la imagen de él mismo.

Esquizoide, alucinante, una perpetua reescritura, el rugir constante del alma, un a veces quedarse quieto, una putada, pues. Eso es el catálogo que nos ofrece este fotógrafo al que le gusta la vida en cueros, sin celofán y con todas sus imperfecciones. Alberto, el artífice que mira al pasado y se pregunta si es él al que observa. Alberto, el ciudadano que asume la indignación de una España con los bolsillos vacíos y el alma saturada de indignación. Urbano, marginal, excesivo. Alberto, el que en sus clases y charlas »procura pasar la pasión de amar la fotografía«. Aire, luz y sombra, tiempo y espacio. Alberto, el que está a solas con el mundo. Una Harley-Davidson y sus indispensables tatuajes como metáforas de la aventura. Él es Alberto García-Alix, fotógrafo. Después de disfrutar, padecer y finalmente apreciar sus creaciones, suceden dos cosas. La primera, dan ganas de salir corriendo a comprar una cámara para repetir la proeza. La segunda, escuchas una voz que te deja temblando cuando murmura, cuando susurra una frase lapidaria: Si estás intentando tomar fotografías como cualquier otro, olvídalo.

Está en lo cierto. De una u otra manera, moriremos mirando.

@gloriaserranos

* Fotografías de Internet

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