Mary Ellen Mark y la magia que convence

 

MEM OK

Por: Gloria Serrano

“Sin preocupación, sin sospechas.

 Tus ojos se entregan a lo que ven:

Son vistos porque ellos miran”

Paul Éluard

Hoy es distinto, pero hubo un tiempo en que la mirada, del que observa, no estaba bloqueada ni agitada, ni enchufada, ni turbia. Eran los días del que escudriñaba como sabueso, con pausado frenesí; del que hacía un alto para observar noches como esta, de luna llena; del que, en una plaza, veía algo más que cuerpos caminando alrededor de ella. Eran los días del que, mirando, aprendía a reconocer besos, amores, niños, mujeres, símbolos, recuerdos, olvidos, confusión, ratos de vida. Hubo un tiempo en que alguien sí miraba esas cosas y así, mirando, se enteraba de que el mundo es un lugar más grande de lo que nos dicen por televisión o en Internet.

Eran los días –en palabras del cronista Alberto Salcedo Ramos- de los curiosos, de los genuinamente curiosos, de los que no buscaban la existencia solo en Wikipedia o en Google para luego colocarla en Instagram. Eran los días de aquellos que se acercaban a los cuernos del toro y de los que pretendían abarcar la totalidad del iceberg. Los días de mujeres como la sureña Martha Gellhorn (1908-1998). Pero no la esposa de Ernest Hemingway, sino la reportera de guerra que hacía del periodismo literatura, la que recorrió nuestro orbe procurando decodificar, casi molecularmente, dónde radica la esencia de una historia. Y eran también los días de la pensilvana Mary Ellen Mark (1940-2015). Pero no la mujer pequeña de trenzas largas, sino la fotógrafa que supo mirar su entorno sin filtros.

El trabajo fotográfico de Mary Ellen Mark siempre navegó entre lo testimonial y lo narrativo, proporcionando, en una instantánea, las claves para interpretar el momento histórico, el hecho concreto, la circunstancia precisa y el fondo del asunto; todo, desde su particular punto de vista. Quizás será más recordada por las fabulosas imágenes que dejó de laureadas celebridades como Federico Fellini, Marlon Brando, Luis Buñuel, Denis Hopper o Jack Nicholson; sin embargo, su verdadera voluntad no fue tanto estética y de sets de rodaje como humanista y vagabunda. Por ello rescató del anonimato el espíritu indómito de niños de la calle, prostitutas, drogadictos, activistas y figuras circenses; en fin, la gente con la que solo es posible toparse al explorar y caminar los territorios de la no ficción.

‘Rat’ and Mike with a Gun, Seattle, Washington 1983 ‘Rat’ and Mike with a Gun, Seattle, Washington 1983 Streetwise.  300E-027-18A Rat and Mike.  Seattle, Washington, USA  1983 ÔRatÕ and Mike with a Gun, Seattle, Washington, 1983

El de ella fue un otear semiótico, desacelerado en la observación, ladrón del gesto, familiar pero camuflado, intuitivo y, siempre, siempre, personalísimo e intenso. Gracias a estos atributos las ciudades y las personas se le regalaron enteras. Es la que supo estar en el medio, en el punto exacto donde se tocan dos universos, el interior y el exterior. Es la que, al fotografiar, se embarcó y cruzó los mares de la realidad sin los remos de la tecnología, la que salió a la conquista de la esperanza escondida y regresó con imágenes estupendas, precisas y profundas de la cultura contemporánea en países como la India y México. En suma, la fotoperiodista que prefirió la belleza difícil a la fácil. Los datos duros están en la red. Numerosos libros, copiosas exhibiciones y nutridos ensayos fotográficos que encontramos en publicaciones como LIFE, Rolling Stone y Vanity Affair, son parte de su potente legado. Poseedora de múltiples reconocimientos por su trayectoria, entre ellos el Cornell Capa Award del International Center of Photography, en 2014 agregó el Lifetime Achievement in Photography Award que otorga el museo George Eastman House.

Pienso en entrañables nombres como el de Mary Ellen Mark, nacida en el noreste de Estados Unidos pero pobladora de paisajes incontables, cuando necesito una dosis de fe para resistir al asfalto sin latidos, al tóxico aire de la política diseminado por las calles, a quien asesina jóvenes y, con perversa crueldad, sonríe. Y con una tinta agridulce, escribo de centelleantes mujeres como Mary Ellen Mark para recordar no el día de su partida, sino la autenticidad con la que hicieron explotar nuestros sentidos. Profesionales que con insistencia perfeccionaron el modo, la manera de transformar su obra en magia, de esa que te deja temblando y absolutamente convencido.

@gloriaserranos

 

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