Pam

PAMELA ANDERSON

 

Por José Luis Muñoz

 

¿Alguien se acuerda de Pamela Anderson?

De la chica neumática que formaba parte de la pandilla de rescatadoras de esa serie hortera llamada Los vigilantes de la playa, poco queda. Como otros productos más consistentes, la canadiense Pamela Anderson fue hija de laboratorio en ese afán por cosificar a la mujer. La rubia de los implantes mamarios más famosos de la historia paseó su curvilínea figura como un anuncio de la industria de la silicona y de los cirujanos plásticos que vieron como sus cuentas corrientes engrosaban con un ejército de féminas de pecho plano que se desesperaban por tener esa gigantesca pechuga airbag mientras Dolly Parton daría lo que fuera por desprenderse de ella. Nadie está satisfecho con lo que tiene.

Pamela Anderson, antes de pasar por esas sesiones de cosido y descosido, era una chiquilla delgaducha y de pecho plano que pasaba desapercibida por su escasa estatura y por cuyas venas corría sangre finesa y holandesa. Los cirujanos moldearon dos gigantescas tetas de plástico bajo su piel, tan grandes como su cara, pero se olvidaron, porque eso era más difícil, de sus piernas extraordinariamente delgadas y filamentosas, que eso fue lo primero en que me fijé de la vigilante de la playa…bueno, lo segundo. Ese cuerpo no cuadraba. El devenir de Pamela Anderson, tras un decenio de relativa gloria posando desnuda en un buen montón de publicaciones (récord de desnudos en Playboy), no fue muy  glorioso. Se echó un novio muy impresentable, el rockero Tommy Lee, un tipo tatuado y maltratador, con el que se fue a vivir tras tres días de estar con él y con quien tuvo dos hijos; con él protagonizó algunos videos porno que circularon por la red en los que una Pamela Anderson efectuaba con destreza felaciones a ese sujeto. Luego se quejaron de que se había violado su intimidad. Después los vendieron y fueron los abanderados del porno casero, aquel que usted puede hacer sin tener idea de hacer cine ni ser Rocco Siffredi. Y cuando la chica neumática se quedó sin pareja, confesó en un programa de máxima audiencia que se masturbaba con las esquinas de su casa.

Hay una Pamela Anderson más desconocida que es activista de PETA, la asociación que repudia todo vestido confeccionado con piel animal; que clama contra Kentucky Fried Chicken por maltratar a sus pollos hasta el punto de pedir la retirada del busto del coronel Sanders, el fundador del KFC, de Kentucky, a quien Anthony Hopkins interpretaba en una descacharrante película de Alan Parker. Como Brigitte Bardot también protestó por la caza de focas. No se le conoce ningún activismo a favor de los seres humanos.

La Pamela Anderson de hoy en día no ha cambiado mucho con respecto a la de antes, salvo que lleva el pelo más corto y sus rasgos son más angulosos. A sus 47 años ya no sale en revistas, ya no posa desnuda, ya no interviene en programas de televisión ni le llaman para ninguna serie, y tampoco para ninguna película porque la interpretación nunca fue lo suyo. Pam, eso sí, fiel a sí misma, conserva sus espléndidos atributos mamarios falsos con los que consiguió que miraran a esa chica flacucha a la que nadie hacía caso. Pancho y Lefty se llaman, los pechos de Pam.

 

 

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