Mirar a otra persona a los ojos puede inducir un estado alterado de conciencia


Un inquietante experimento mostró los efectos de mirar fijamente a una persona e incluso la propia mirada, los cuales semejan a los que producen ciertas sustancias psicoactivas


 

 

Los ojos, se dice, son la ventana del alma, metáfora que muchos hemos escuchado y quizá incluso empleado y que por ello mismo podría parecernos gastada pero, curiosamente, ocurre justo lo contrario: no ha perdido sentido. La mirada es una especie de portal tanto del yo como del otro, una vía de dos direcciones por la que transmitimos lo que somos pero también por la cual el otro puede adentrarse a eso mismo. “En su mirada insolente veo escrita mi ruina”, dice un verso de Fedra de Racine que ha sido glosado por Slavoj Zizek y el cual, dejando un poco de lado su tono trágico, da cuenta de esa condición dialéctica de la mirada, cómo ésta es el punto de encuentro del yo y el otro, del acto y el pensamiento, de lo real y lo imaginado: miramos y alguien nos mira, siempre, y en ese campo intermedio que surge ocurren muchas cosas.

En uno de los estudios psicológicos más sorprendentes con respecto a la mirada, hace un tiempo el investigador italiano Giovanni B. Caputo, de la Universidad de Urbino, encontró que mirar a otra persona continuamente a los ojos puede inducir un estado alterado de conciencia, similar a lo que sucede cuando se consumen ciertas sustancias psicoactivas.

Caputo reunió a 50 voluntarios para realizar dos experimentos. En uno, tomó a 30 personas para formar 15 parejas, cada una de las cuales fue conducida a una habitación en donde sus dos integrantes se sentaron frente a frente con una separación de 1m. Aparte, a manera de grupo de control, los 20 individuos restantes estuvieron también en una habitación pero mirando únicamente hacia la pared. El otro experimento consistió en que los 50 participantes miraran fijamente su propio rostro en un espejo, enfocándose en sus ojos. En ambas pruebas, el tiempo de cada sesión fue de 10 minutos de observación sostenida y, por otro lado, los resultado se recabaron por medio de un cuestionario con preguntas a propósito de la experiencia.

Entre lo más sorprendente, Caputo y su equipo encontraron que varios voluntarios comenzaron a alucinar, 90% de ellos con la deformación del rostro que tenían enfrente (propio o ajeno) y 75% con figuras monstruosas que parecían surgir de la nada y enfrente suyo. Muchos también dijeron sentirse “desconectados” de la realidad o abandonados en una especie de vacío.

Estos resultados son sin duda inquietantes y de algún modo, entre otras cosas, nos hacen preguntarnos qué hay en la mirada del otro que puede ser tan perturbador –y aun en la propia mirada, que en cierta medida no es sólo nuestra, sino también del otro.

Para cerrar compartimos este video de The Artist Is Present, una retrospectiva de la obra de la artista Marina Abramovic presentada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 2010. Como parte de esta exhibición, Abramovic realizó un performance en el que se sentó de un lado de una mesa para mirar a otra persona en el lado opuesto; muchos de ellos fueron desconocidos, visitantes azarosos a la muestra, quienes por alguna razón (que, curiosamente, no se sugieren en el estudio que reseñamos) terminaron llorando en casi todos los casos. El punto culminante del performance fue el encuentro entre la artista y Ulay, su pareja sentimental durante 20 años y con quien también emprendió muchos proyectos creativos. También casi 20 años después de su separación, los artistas se encontraron. O dicho de otro modo, sus miradas se encontraron.

 

 

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