Los que anduvieron sobre las aguas

Antonio Carrillo Alonso nos ofrece un episodio histórico ignorado en cuanto a su trascendencia para la civilización y cultura mediterránea. Su sobresaliente investigación nos detalla esta hazaña protagonizada y jalonada a golpe de audacia silenciosa y tenaz.

 

EMBATES DE MAR INSOMNE. El ser humano en su ideario de supervivencia distingue diversos mundos. Esa capacidad intuitiva le permite abordar con decisión y convicción el camino que emprende en cada uno de ellos. En la motivación que alienta aceptar ese envite, el inconformismo se alía con la perspectiva de una salida hacia otros horizontes de esperanza. Esta actitud viene impelida no precisamente por esa épica mal entendida donde la heroicidad se fabula e idealiza para ser soflama de intereses espurios. Existen epopeyas de silencio donde las hazañas no se cantan, se sufren, y lo sobrenatural o maravilloso se desvanece ante la fragilidad y el desfallecimiento que provocan el esfuerzo titánico y denodado. Es ahí, en esos lugares insondables, infinitos, en la latitud del aislamiento, arracimados hombro con hombro, en cubierta sobre el sexto continente marino y donde la jerarquía del hogar y la familia en tierra es coronada de paciente y corajuda feminidad. Hombres y mujeres danzan con la muerte y la vida en un corro cuyos pasos les lleva a destino incierto. Los antiguos pescadores eran estirpe apátrida. La fraternal soledad les acompañaba en sus periplos. Quizás por esa misma razón que expresara Juan Ramón Jiménez en su obra Diario de un poeta recién casado, escrito en 1916, y que más tarde tituló Diario de poeta y mar: “En ti estás todo, mar, y sin embargo, / ¡qué sin ti estás, qué solo, / qué lejos, siempre, de ti mismo!”

 

LA PESCA EN ALMERIA (1900-1976). Importancia de las familias marineras de Carboneras. Estepona e Isla Cristina como puntos migratorios –Arráez Editores, 2017. Volumen 10, colección Clio Ama la Historia- es una obra que debe catalogarse de ciclópea. A la incorporación de datos históricos y estadísticos que fundamenta su enfoque, tras un riguroso trabajo de investigación, esclarecimiento, constatación y verificación que se reflejan en sus páginas, adiciona el aporte biográfico, testimonial, vivencial y humano de los pescadores, las condiciones y vicisitudes extremas de su trabajo y  el conjunto de bienes inmateriales que en el límite de la subsistencia forjaron tradición y herencia. De ahí el profundo agradecimiento que el autor expresa relacionando extensamente a las personas que dependientes de organismos o entidades públicas ha facilitado su labor y la de los pescadores –algunos de los cuales no han podido conocer esta edición por fallecimiento al límite de la misma debido a su avanzada edad- cuya memoria compartida a través de la oralidad ha permitido desentrañar aspectos novedosos y desconocidos. El grado de relevancia se acentúa por el riquísimo complemento visual de las fotografías y documentos que ilustran su contenido. Imágenes que son fedatarias de la cronología de hechos por los que discurre la línea del tiempo y la derrota marina en la que se circunscribe: la pesca en el distrito marítimo de Almería y la evolución histórica desde los primeros documentos hasta finales de la década de los años setenta del siglo XX. Indefectiblemente haciendo especial hincapié de este acontecer en la determinación de las familias pescadoras de Carboneras. Sin olvidar los flujos migratorios a puertos como Almería y Estepona, y la estancia temporal en las almadrabas de Isla Cristina, que propiciaría la fundación, junto a descendientes de catalanes y valencianos, de Punta del Moral.

 

ANTONIO CARRILLO ALONSO nos presenta un “trabajo histórico y social” como él mismo así lo define en el apartado de Aclaraciones previas, que “tiene como principal finalidad reivindicar el mundo de los pescadores antiguos pertenecientes a la provincia marítima de Almería durante parte del siglo XX”. A esta concreción en los términos en los que encauza su atención, no podemos obviar la significativa aportación etnográfica que supone su laborioso trabajo. Con un pliegue y doblez caracterizado por el compromiso con los rostros anónimos de aquellos que protagonizaron este episodio olvidado que ahora gracias a su empeño tenaz sale a la luz: marineros, armadores, rederos, carpinteros de ribera, patrones y pescadores. A los que ha logrado nominar en muchísimos casos, a pesar que la gran mayoría ha fallecido, para apostillar el calado humano con el que ha querido impregnar el texto de principio a fin. Con esa premisa ha dotado de relieve y veracidad esta aproximación certera y honda que sobresale como farallón en la mar. El Índice onomástico es un recorrido emocional por ese reconocimiento y la prueba evidente de la perspicacia con la que conjuga la interpretación puramente científica con el pálpito de los que convirtieron estos hechos localizados en el levante andaluz en una de las teselas que ha fraguado el gran mosaico de la cultura y civilización del Mediterráneo desde tiempo inmemorial.

 

GRANDEZA Y PUNTO DE PARTIDA. Como en toda obra que se precie cuando acomete una labor titánica como es esta, concurren ciertas circunstancias del todo excepcionales. El carácter inédito, la visión histórica y social contextualizada, la contigüidad, dentro del mismo universo de los pescadores, de rasgos comunes como el temperamento, la personalidad, el habla, las tradiciones, las devociones, los usos y las costumbres, a los que se unen los psicológicos para enfrentarse estoicamente a la incertidumbre de su día a día. Todo ello moldea la idiosincrasia de este linaje de trabajadores de la mar que entroncan con la percepción de la vida al límite sin la pérdida de templanza. En ese equilibrio de fuerzas el tesón y la integridad de quien se sabe desprendido de cualquier fortuna que no sea regresar a tierra con los suyos, condensa una semblanza sencillamente admirable. El vasto análisis al que accedemos con su lectura constituye el sólido basamento de otras futuras investigaciones a las que esta obra indica la ruta a seguir. Eso sí, con la seria y subliminal advertencia que, cómo no, manifiesta la sabiduría popular en el refrán, “Ponte en guardia marinero, lo que al otro le pesa, a ti te espera”. La alta cota de exigencia del autor en su confección, determina que cualquier abundamiento posterior alcance y se equipare, al menos, a ese nivel de esfuerzo intelectual honesto y cabal que se ha invertido en esta para que pueda incluirse como bibliografía especializada sobre el asunto. Esta afirmación no es baladí. La temática de los 24 capítulos, estructurados en tres partes diferenciadas,  que integra su corpus resulta abrumadoramente atractivo. Arrancando desde los antecedentes históricos, socioculturales y económicos de Carboneras y comprendiendo, a modo de anillos concéntricos de árbol centenario, las sucesivas etapas y acontecimientos por los que pasaron estas familias de pescadores. Y con ellos descripción de los más antiguos artes –forma tradicional  en masculino plural usado por los pescadores andaluces. Observancia de su autor que coincide  con los Diccionarios de Sáñez Reguart y Rodríguez Santamaría-, innovaciones técnicas y tecnológicas, apreciaciones medioambientales, la relación con Marruecos o el desarrollo del sector pesquero que comparten con el tránsito y puntos de  migración, el urbanismo, los salarios, las costumbres, incluso las peculiaridades lingüísticas y los conflictos laborales junto a noticias históricas, curiosas, naufragios y personajes que por su impronta humana y profesional quedaron prendidos en los anales orales de la crónica popular.

 

PESCADORES DEL SUR. ORILLAS DE CARBONERAS es el título de la novela publicada el año 2013 que, como cerilla al rascar su cabecita de fósforo, ha suministrado a su autor la llama para complementar al texto narrativo el aditamento científico. El profesor Antonio Carrillo Alonso no se exime en estas dos obras de la fidelidad y loor a su origen. Perteneciente a una familia de pescadores, su infancia y juventud le hizo conocer el alma y la carne de aquellos con los que compartió faenas pesqueras. Este hecho es trascendental para entender la concepción, el proceso y el resultado final, fruto de tan descomunal trabajo, apegado a las reminiscencias de un mundo perdido y ahora justamente recuperado. Ceñido al sentimiento y pensamiento machadiano, le hace ser esquivo con la autocomplacencia y los artificios literarios. Prefiere la cadencia rumorosa del silencio creador que bulle en la introspección y el estudio concienzudo, intensificado en el amor por la vida y las cosas sencillas. Entre ellas, la mar. Horizonte al que siempre retorna desde Sevilla, ciudad en la que reside desde hace años y en la que ejerció durante varios decenios la actividad docente como profesor de literatura. Y junto a él, su esposa Dominique Grard, compañera inseparable también profesora y notable investigadora. No podemos obviar el señalamiento de títulos de su autoría que son Piedra de Rosetta en la interpretación de la lírica tradicional, el flamenco y la relación de poesía culta y popular. A saber: El cante flamenco como expresión y liberación; La poesía tradicional en el cante andaluz; La huella del romancero y refranero en la lírica del flamenco; De las jarchas al cantar; Gustavo Adolfo Bécquer y los cantares de Andalucía y Fernando de Herrera y Soto de Rojas: su relación con la lírica arabigoandaluza.

 

CASI DESNUDO,  COMO HIJOS DE LA MAR. Y en ese avatar donde dignidad del humilde se distingue por la propia reformulación del concepto ético en otro más popular, conocido como amor propio, en el caso de los antiguos pescadores de Almería existe un principio no menos importante: la fe. No les arredró la pugna desigual que mantuvieron con la naturaleza. La creencia en sus limitadas posibilidades a embarcarse tuvo en el hambre y la pobreza como principales lugartenientes para acometer la lid de la supervivencia. En su obra El viejo y el mar, el escritor estadounidense Ernest Hemingway describe la jornada de un viejo pescador, Santiago, en la soledad del océano tratando de cambiar su suerte tras 84 días sin obtener pesca. En uno de sus hermosos fragmentos, invoca el espíritu aleccionador de quien pudiera ser su alter ego andaluz, “(…) sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces. Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto. Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos”. En la comparativa social y política actual donde el fraude y el latrocinio son moneda de uso común, y arraigan en la esfera pública con desahogo e impunidad. El desprendimiento en el esfuerzo y la abnegación de estos héroes anónimos posee profunda afinidad con ese testamento poético que escribió Don Antonio Machado cuando aún no había cumplido los 30 años, titulado Retrato, e incluido en su obra Campos de Castilla, Y cuando llegue el día del último viaje, / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis a bordo ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar”. Esos hijos de la mar que anduvieron sobre las aguas.

 

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