«Stranger Things 2»: Más extraño todavía

*Sin Spoilers

Resultaba complicado aventurar cómo le sentaría el éxito a una serie relativamente modesta como «Stranger Things», que el año pasado terminó por revelarse como la gran sorpresa televisiva. De hecho, su final podía ser interpretado tanto como un cierre osado y poco tranquilizador, o como la pista a seguir en caso de que hubiera segunda temporada, misma que ya ha sido estrenada tirando de esa filigrana final.
Y sus creadores y responsables, The Duffer Brothers, lejos de apoltronarse en lo conquistado, vuelven a demostrar que su fórmula funciona. Que incluso puede ser mejorada.
Aun siendo evidente que el presupuesto es más holgado, la serie no abandona en momento alguno su aire a Serie B, a esa manera de filmar que tiene más de juego que de arte. Afianzada en su tono nostálgico por el idealizado mundo de los 80 (aunque sin caer en el pecado del continuo referente como señuelo), de nuevo nos encontramos a los mismos protagonistas atenazados por otro misterio que pondrá en jaque sus vidas. Dicho misterio no adquiere en momento alguno un protagonismo desmedido, ni viene aderezado por complejas teorías que luego no hay quien entienda, o se pierde en vericuetos narrativos en busca de una verosimilitud de segunda mano. Si se acepta la premisa, la serie entretiene. Si se buscan alardes argumentales, no los hallarán en Hawkins, el nada apacible pueblo donde se desarrolla (casi) toda la acción. Ni siquiera resulta necesario haber visto la primera temporada para engancharse sin demasiados problemas a esta.
Dividida en nueve capítulos (que al poder verse al ritmo que uno elija, y por tanto libres de la tiranía de forzar finales agónicos en cada uno de ellos para empujar al espectador a una cita para la semana siguiente), los protagonistas (un elenco perfecto, al que le debemos otra vez el privilegio de recuperar a Winona Ryder) harán lo posible y lo imposible por detener la temible amenaza que ya corroe al pueblo. Si en la primera temporada, el inseparable grupo de niños era el eje sobre el que gravitaba toda la acción, ahora los pequeños raramente aparecen juntos, lo que provoca una efectiva tensión a la espera de que todos ellos, absolutamente todos, se encuentren para salvar (en un final electrizante, y por momentos bastante más aterrador de lo que cabía esperar) a un amigo, y ya de paso al resto del pueblo, de la temible amenaza que se ciñe sobre todos ellos. Uno casi puede sentirse parte de ese grupo, pues ya han hecho nuestras sus gestas. Hay personajes nuevos, sí. Ni parecían necesarios, ni estorban, probablemente no sean más que otros flecos sobre los que poder tejer nuevas historias en caso de que haya una tercera temporada.
Y precisamente en esa incertidumbre es donde probablemente reside el gran acierto de la serie. Porque una vez terminado el último capítulo, repiten lo que hicieron al terminar la primera temporada. Cuando ya todo parece tranquilo, cuando las aguas se calman, cuando hasta el último de los personajes ha encontrado su final feliz, un repentino giro de la cámara nos deja en un plano final sumido en el horror.
Si hay tercera temporada, sabremos a qué responde esa imagen.
Si no la hay, romper la felicidad ganada con una imagen tan desoladora e inquietante, también sería un final perfecto y nada conciliador.
Ojalá que vuelvan todos esos personajes.
¡Por qué no!
Cosas más extrañas han pasado.

 

 

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