Entrevista a J.D. Alonso Curiel, a propósito de La noche del escaparate

J.D. Alonso Curiel (Valladolid, 1975) es Licenciado en Filología Hispánica. Es autor del poemario Es mejor el sueño, de la novela breve Las guerras han terminado, del libro de relatos eróticos Tu mejor pecado, y del conjunto de relatos cortos Yo conocí a un hombre satisfecho. En 2016 publicó Saber moverse (Ediciones Atlantis) y Reflejos en el cristal cotidiano (Playa de Ákaba). En 2017 ha visto la luz su último libro de relatos La noche del escaparate (Ediciones Atlantis).

A propósito de «La noche del escaparate»

D.A.- «La noche del escaparate», el segundo de los relatos de tu libro, el que le da título, se caracteriza por una gran claustrofobia. Cuando lo he leído, me ha recordado enseguida al cine de Buñuel y, en concreto, a su película «El ángel exterminador», donde sus personajes no pueden salir de la casa donde se está celebrando una fiesta… En tu caso, el protagonista del relato, que es perseguido por un antiguo compañero del colegio, me parece a mí que siente parecido agobio…

J.D.- Ángel, el personaje protagonista, un cuarentón en crisis o que quizá nunca ha salido en toda su vida de ella, se ve inmerso en una situación que nunca se habría imaginado. Tras salir de su trabajo en una gasolinera, en una noche soporífera de agosto, comprueba que un hombre le está persiguiendo. El agobio, la tensión y la ansiedad que sentirá le serán por momentos insoportables durante toda esa noche. Pero también a ese agobio, a esa pesadilla de sentirse perseguido, he querido añadir otros temas que el lector va descubriendo poco a poco con la peripecia del protagonista, y que creo que hacen que esa persecución resulte más claustrofóbica, asfixiante y dramática. Por ejemplo, el tema de la gravísima crisis económica que ha creado y está creando un mundo empobrecido, bipolarizado, con muchas desigualdades, con una clase rica y otra pobre, en el que la clase media ya parece un resto arqueológico. También los temas de la deshumanización total en el primer mundo, la desmoralización, el desánimo generalizado y la desconfianza en los demás y en el Poder. Han logrado que la sociedad actual sea una sociedad enferma, neurótica, muy débil, estresada hasta cotas impensables, y llena de dolor y tristeza. Lo más terrible es eso: nos hemos convertido, o nos han convertido, en seres muy tristes y desesperanzados, con muchos problemas sicológicos, sin un rumbo…. Todos estos temas los he querido mezclar con esa persecución de este pobre personaje al que la vida le va a cambiar en unas pocas horas. Y es verdad que también hay algo de ese surrealismo de mi querido Luis Buñuel, de esos acontecimientos sorprendentes cercanos a lo absurdo pero que tienen mucha intención y un motivo.

D.A.- En ese mismo relato, hay un momento en el que se sucede una escena escatológica. Obviamente, esta escena me hace que cite a Bukowski y cabe preguntarte: ¿este estilo soez es mero exhibicionismo literario o es que quieres convertirte en todo un escritor maldito?

J.D.- Pues quizá sea un poco de esos dos asuntos que apuntas. Pero también, sobre todo, por intentar lograr una cercanía con el lector, darle vida, autenticidad, humanizarlo todo lo posible, para que el lector se reconozca en él y sienta que es una persona de carne y hueso, que corre sangre por sus venas. Todo esto puede tener algo de exhibicionismo, no lo niego, que desea epatar al lector.

Sobre lo de «escritor maldito», no me desagradaría convertirme en uno. La verdad es que muchos de los autores que admiro lo son, y me gusta la idea. No me puedo olvidar de que una de las razones, entre muchas, por las que sentí atracción por la literatura y por las que decidí convertirme en escritor, es por aquellos autores bohemios de finales del XIX y principios del XX, españoles y franceses. Y hasta te puedo confesar que lo primero que escribí con 16 años, antes incluso que poesía, fue una pequeña obrita de teatro titulada «Bohemios modernos», en la que los personajes eran unos muchachos heridos por la literatura que recorrían la noche de una gran ciudad en los años 90, en un intento de hacer un homenaje a «Luces de Bohemia» del gran Valle-Inclán. Siempre he admirado a los escritores diferentes: dipsómanos, fumadores, atrabiliarios, escurridizos, conflictivos… Pero sobre todo por un asunto, y es que son autores libres, muy libres, que llevan como consigna la bandera de la libertad en todos los aspectos, y eso es lo que siempre he creído que es un artista: alguien que únicamente está comprometido con su obra y con su vocación. Por eso, en estos tiempos de lo «políticamente correcto» y de censuras comerciales o editoriales, más que nunca el autor debe gritar su libertad y su rebeldía a pleno pulmón, ya que el artista debería ser siempre esa mirada personal e insobornable y esa conciencia crítica que a todos no solo nos sorprende, sino que también inquieta e incómoda.

Y no me extiendo más, pero solo quería apuntar otro asunto por el que esos escritores siempre me han llamado la atención: por su tremenda sensibilidad, su enorme romanticismo, el altísimo grado de poesía, humanidad y autenticidad que hay en ellos. Te podría citar algunos ejemplos cercanos en el tiempo que más me interesan: los norteamericanos Charles Bukowski o J.D. Salinger, fallecidos no hace muchos años; los franceses Michel Houellebecq y Virginie Despentes, dos autores que no pasan desapercibidos y que están en activo; o el poeta y narrador español Leopoldo María Panero, fallecido en 2014. Hasta citaría a Enrique Vila-Matas, aunque no sé si realmente se le puede considerar un “maldito”.

 

D.A.- El relato titulado «Las guerras han terminado» tiene como trasfondo el tema de la crisis. Sin embargo, me parece a mí que este trasfondo se puede aplicar a todos los relatos que contiene el libro. ¿Está claro que este tema, la crisis del 2008, es un tema que particularmente te preocupa como escritor?

J.D.- Creo que la crisis económica que empezó en 2008, y que algunos dicen que ya ha terminado pero que opino que continúa, no es asunto baladí. No es una crisis económica coyuntural, una más como tantas que ha habido en la historia, que pasa y todo vuelve a ser más o menos como antes. No. Esta crisis es un cambio de época, en el que poco a poco vamos entrando o desembocando en otra situación, en otro «estado de las cosas», por decirlo así. Esta crisis va a desembocar en un mundo, lamentablemente, muy injusto, muy desigual, en el que ese llamado «estado del bienestar» va a desaparecer para dar paso a un mundo de pura supervivencia. A esto hay que añadir la progresiva automatización absoluta del trabajo y del empleo de robots y de la inteligencia artificial, por lo que desaparecerán millones de puestos de trabajo; acompañará también la falta de valores y la deshumanización total de la sociedad; y añadir también, por qué no, el que habrá un control absoluto del ciudadano por parte del Poder y de sus fuerzas de seguridad a través de las nuevas tecnologías. Todo esto va a crear un clima irrespirable, con una sociedad perdida, descreída, gris; con unos seres infantilizados, estresados hasta lo impensable, débiles, enfermos, en los que la confianza en los demás y en el Poder ha desaparecido, y en los que las enfermedades mentales se acrecentarán a velocidad de vértigo. En el futuro que nos espera, por desgracia, habrá pobreza y crispación continua, y no habrá una libertad real aunque se piense lo contrario. Viviremos en la frialdad, en la histeria, en la tristeza y en la desesperanza. Llegaremos, y ojalá que me equivoque, a esas sociedades irrespirables que nos enseña la ciencia-ficción.

D.A.- Todos los protagonistas de los relatos son hombres, salvo el titulado «Tiempos oscuros». Todos estos hombres, además, son, a mi parecer, de la misma edad y todos, de alguna manera, tienen problemas con las mujeres. ¿Por qué? ¿Acaso no crees en la posibilidad de la felicidad en pareja?

J.D.- Creo en la felicidad en las relaciones de pareja, es posible lograrlo, aunque en la obra de Bukowski se nos diga una y otra vez que es imposible. Yo animo a todos a intentarlo, porque creo que es de los asuntos más hermosos y satisfactorios que existen. El problema es que la pareja es un reflejo claro y profundo de nuestras debilidades, y de nuestras contradicciones e incapacidades como seres humanos. Todos somos imperfectos, complejos, difíciles, y en el territorio de la pareja todo esto sale a flote y se agranda hasta lo impensable. Por ello, el mundo de las relaciones sentimentales me parece muy interesante, muy rico, muy literario, y descubrimos con ello cómo el amor es un asunto que nos marca en lo más esencial de nosotros mismos. Muchos de los escritores y cineastas que me interesan reflexionan sobre ello. Autores como Raymond Carver, el propio Bukowski o F. Scott Fitzgerald, entre otros; o cineastas como Ingmar Bergman, Roberto Rossellini, Woody Allen, Dreyer o Almodóvar lo plasman con maestría. Pero lo que quería decir es que la felicidad y el entendimiento son posibles; pero para ello, hay que llegar preparado, y después trabajar hasta la extenuación para que las cosas salgan bien. Sobre todo, apostar siempre por la comprensión, la ternura y el cariño. Entender al otro y acompañarlo en su camino. Una pareja es un compañero que confía en nosotros. Todo lo que no sea esto, llevará, tarde o temprano, a la infelicidad.

D.A.- Las siete historias de tu libro están ambientadas en la noche, y como es obvio, has querido recalcar la importancia de esta, optando por un título global que hace referencia a la noche del escaparate, la puta noche del escaparate, dices en un momento. ¿Qué pasa? ¿Eres un ave nocturna? ¿Vives por la noche y escribes por el día?

J.D.- Desde hace mucho tiempo quería hacer un libro que fuera un homenaje a la noche. El territorio de la noche me parece muy interesante y está lleno de misterio. En ella estoy cómodo, me gusta, creo que es mi lugar. Pero no solo por esto quería hacer un libro en el que todas las historias estuvieran ambientadas en ella, sino porque para mí la noche tiene una importancia clave en nuestras vidas, y no nos damos cuenta. La noche tiene la cualidad, y también la desgracia, de hacer que nos reflejemos en el espejo como realmente somos. El ruido y la velocidad del día desaparecen, y entramos de lleno en el reino de la calma y de la introspección. No hay máscaras, disfraces, y vemos lo que hay: recuperamos nuestros deseos más íntimos, reflexionamos sobre lo perdido, recordamos personas que nos han marcado, personas que amamos; entramos en nuestras pesadillas, también recordamos momentos felices… Es el territorio de la literatura, de la poesía, del corazón, de lo más auténtico de nosotros mismos. Por ello es también tan peligrosa: por eso hay más enfrentamientos y crímenes en ella, más suicidios. Pero también sucede un asunto en ella que siempre me ha interesado. Y es que las cosas que nos marcan para siempre, suceden de noche. A las mujeres y hombres de nuestra vida, nos los volvemos a encontrar siempre de noche, o si las vemos durante el día, no nos impresiona de la misma manera. Esto da para reflexionar. A todos los personajes de todos los relatos les cambiará la vida algo que les sucede durante la noche. Por otro lado, yo en la noche, si puedo, hago todo: escribo, leo, vivo, paseo, veo cine, amo… Soy un ave nocturna, sí. Quizá hasta pueda decir que ella me ha moldeado, ha hecho de mí lo que soy.

D.A.- Para mí es un acierto el título del libro: la noche del escaparate. Que no es lo mismo que decir el escaparate de la noche. Desde mi punto de vista, el éxito de este título reside en que es una especie de oxímoron pero encubierto. La noche alude a oscuridad, a lo prohibido, a lo oculto, mientras que el escaparate es su contrario, alude a exhibición, a mostrarse, a contar precisamente lo que está oculto…

J.D.-Tienes mucha razón en lo que dices. Y eso mismo quise hacer entender con el título. El libro es un escaparate de todo aquello que no se quiere mostrar, que se quiere tener oculto, pero que está ahí, y que a veces no conviene enseñar ni hay incluso valor para mostrarlo. ¿No se quiere mostrar, o no queremos mostrar, realmente lo que somos, cómo somos? ¿No queremos enseñar tampoco lo que nos rodea, lo que están haciendo de nosotros? Son temas apasionantes. Es un intento de airear, y de sorprendernos por lo que descubrimos.

D.A.- El primero de los relatos, «La leyenda del corredor triste que salió del río», transcurre en la ciudad de Valladolid y nos cuenta la leyenda de un hombre que asusta a las parejas que buscan la oscuridad de las Moreras… Es uno de los relatos que más me han gustado y creo que refleja muy bien el “aire” de Valladolid… Como todos sabemos, resulta que Valladolid se está convirtiendo en un gran escenario para ambientar buenos relatos cinematográficos…

J.D.- Antes a la ciudad de Valladolid no le veía interés para ambientar mis relatos. Pero, por fortuna, he descubierto que tiene mucho potencial. Creo que algunas zonas del centro, de la zona vieja, o las partes cercanas al río Pisuerga, y también zonas más alejadas como las de los polígonos industriales, tienen su interés. Además, Valladolid tiene un invierno muy duro y un diciembre y un enero con mucha niebla que le hace un lugar idóneo para ciertos relatos. Y todo muy provechoso también para el cine. Creo que desde ahora voy a «usar» más a Valladolid en mi literatura. La he descubierto en este sentido, y puede resultar sorprendente ya que nací aquí y resido en ella.

D.A.- Como ya hemos dichos en alguna ocasión, el tuyo es un estilo realista. Hablaría incluso de neorrealismo. Y este nuevo libro tuyo incide en este estilo. A mí siempre me gusta decirle a mis compañeros que hay que salir de su zona de confort. ¿Para cuándo un libro de relatos fantásticos, por ejemplo?

J.D.- Ya he escrito algún relato fantástico y de terror. Pero es obvio que me cuesta más, o que no tengo esa inclinación ya que «lo mío» es ese realismo del que hablas y esas historias o dramas existenciales que reflexionan sobre la complejidad y las contradicciones del ser humano, sobre su desorientación, su soledad e incomunicación, y sobre las relaciones de pareja. Pero tengo que decir que siempre estoy cuestionando todo lo que hago, que mi meta es experimentar y mejorar en todos los aspectos, y que de continuo quiero probar nuevos caminos. Te puedo asegurar que voy a seguir escribiendo relatos fantásticos, y que hasta tengo ya una idea para una novela distópica de ciencia-ficción. Todo se irá viendo. Solo pido tiempo y salud, porque ganas e ilusión por seguir el camino de mi vida, que es el camino de un escritor de pura y auténtica vocación, no me faltan.

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