«Vengadores: Infinity War»: Marvel vapulea a DC

El años pasado, DC estrenaba «Liga de la Justicia», buscando aunar a los principales personajes de su universo en una película que cerrase y abriese al mismo tiempo diversas líneas argumentales para seguir explorando sus signos de identidad. ¿El resultado? Otra obra plúmbea, pretenciosa y totalmente carente de emoción, gracias al estilo de ese gran fraude llamado Zack Snyder.
Quedaba por saber cuál sería la contestación de Marvel ante este desafío.
Ya tenemos la respuesta.
Y DC ha sido barrida sin piedad alguna.
«Vengadores: Infinity War» no puede considerarse (como muchos parecen apuntar) la mejor película sobre súper héroes estrenada hasta este momento, más que nada porque esto era una especie de «más difícil todavía», y al haber superado su propio reto, únicamente cabe esperar que la siguiente entrega sea aún mejor. Pero es tal su cúmulo de virtudes (a las que se ha llegado tras 18 títulos que se conjugan con exquisita precisión para forjar una obra muy sorprendente) que no queda más remedio que rendirse ante sus muchos aciertos. Destripar el argumento no tiene sentido alguno. Parece más justo destacar lo brillante de la propuesta. Tras un feroz prólogo (en lo que es tan solo un apunte que llevará directamente hasta el mejor final de la serie), la formula elegida funciona mejor que nunca. Y con el humor como motor principal, porque la película está llena de detalles muy divertidos y originales, que con astucia y desparpajo impiden que el espectador caiga en esos soporíferos agujeros negros tan inherentes ya en el mundo DC. A tal punto llega la precisión de su engranaje que señalar cualquier secuencia o aupar algún momento concreto sería directamente caer en el «spoiler» más sangrante. Resulta muy evidente que los hermanos Russo están mucho más preocupados en filmar una obra visualmente muy rica, sin que en momento alguno traten de perfilar (o imponer) un estilo propio que termine lastrando lo que de verdad importa: la historia que se cuenta.
Con un reparto excepcional (y mención aparte merece el trabajo de Josh Brolin, que incluso recubierto por CGI es capaz de hacer una interpretación de las que calan hondo), la singularidad de la propuesta gana en potencia hasta llegar a uno de los finales más épicos y despiadadamente brutales de este género tan en boga. Y su desenlace, ese inquietante último plano, logró que toda una sala de cine, hasta ese momento respondiendo a la película entre la estupefacción y el alborozo, se quedase en completo silencio, atados a un sobrecogimiento con el que nadie contaba (a pesar de que prestigiosas paginas como «the_excelsior_project» ya lo vinieran anunciado). Y solo cabe agradecer que, sin renunciar ni un solo segundo a ofrecer un espectáculo vertiginosamente efectivo, una sencilla imagen termine provocando un desasosiego y una tristeza que se suponían ajenas a estas obras.
Un final absolutamente brillante.
Marvel se ha lucido.
Sin paliativos y sin tener que anteponerle todo tipo de peros.
Y mientras DC debe estar buscando maneras de levantarse de la lona donde han quedado sus cada vez más vacías aproximaciones a su propia identidad, habrá que armarse de paciencia a la espera de que se ahonde en lo que ya consolida esta película: el género de súper héroes aún puede deparar películas tan emocionantes como «Vengadores: Infinity War».
Eso sí, para apaciguar impaciencias, Marvel está a punto de estrenar la segunda parte de «Deadpool», en cuyo tráiler el protagonista, adicto a la irreverencia, le increpa al villano de turno (Josh Brolin de nuevo): «eres tan oscuro… ¿estás seguro de que no perteneces al universo DC?». El comentario puede parecer jocoso, una burla nada condescendiente y cargada de verdad. Mientras los unos se dedican a intentar parecer serios y verosímiles, Marvel lo logra sin caer en lo presuntuoso, y en todo momento apostando por el humor y el espectáculo más efectivo.

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