¿Drácula o Frankestein?

La competencia entre los partidos políticos, en los regímenes parlamentarios, no se alimenta sólo de ideologías y programas, sino de latiguillos y eslóganes, más o menos exitosos. Es frecuente oír, si no ver arraigados en el imaginario colectivo, lugares comunes del tipo: «entrar en el siglo XXI», «enfrentarse a quienes quieren romper España», «denunciar a los amigos de las dictaduras de Venezuela o Irán». Como si el siglo XXI fuese una estancia luminosa, España un precioso y frágil pliego de papel, y Venezuela e Irán, sendos camorristas de carne y hueso. Tal práctica común forma parte ya de la propaganda política que, al igual que la publicidad comercial, perdura en función del éxito de su arraigo entre el público.

La reciente y exitosa moción de censura en España ha reavivado si cabe, el uso y el abuso de tales latiguillos, al romper el cómodo escenario en el que partidos como Ciudadanos prosperaban, a nivel de encuestas. La llamada Derecha en España siempre fue, en un sentido, popular y populista, siempre supo encauzar una porción notable de las emociones de la gente de abajo y de en medio a favor de su causa, y siempre empleó para ello, con inigualable habilidad este recurso al mote, el chiste y la etiqueta («el coletas», «Pedrito el ambicioso», «sosomán», y un largo etcétera). «Qué no habrán dado a cambio de su voto, a los cesesionistas que quieren romper España», «se vende España a cambio del gobierno», bla, bla, bla, bla.

Cada vez que aparece un líder de Ciudadanos en las últimas horas, sale de su boca en un sentido peyorativo, la expresión «gobierno Frankenstein». Pues bien: Frankenstein, a diferencia del conde Drácula, es un personaje profundamente positivo; no es un villano sino una víctima; recuérdese la escena inmortal en que arranca y ofrece una margarita a una niña pequeña que, lejos de huir, la acepta entre temerosa y maravillada.

Desde las dos últimas elecciones generales, Ciudadanos ha vivido y prosperado de la descomposición imparable del Partido Popular, en un exitoso ejercicio de vampirismo político. Ahora, tras el éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez y el PSOE, ciertamente, se le ha acabado el festín. Pasamos de los días felices del conde Drácula en la sombra, a los días inciertos de Frankenstein desorientado, en busca de su margarita.

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