Europa. Lars Von Trier

Europa (Zentropa. Lars Von Trier. 1991), es a día de hoy, la más refrescante y personal de las propuestas del director danés. Tercera entrega de su trilogía sórdida y moderna dedicada al continente europeo tras la onírica y atmosférica (Forbrydelsens element. El elemento del crimen 1984) y Epidemic (1988) A partir de ésta, Lars rompería con su estructura formal para comenzar sus incursiones en el Dogma y demás parafernalia, hasta desembocar en desvaríos y experimentos diversos. Drama psicológico en el contexto de la Alemania de posguerra mostrado en tono alucinatorio y ensoñador. Recibió varios premios en Cannes y le lanzó a la fama internacional. Esta trilogía es la más críptica de las etapas del director con voces en off, recursos cromáticos en sepia, barroquismo estético, manierismo y la visión del viejo continente como espacio corrompido donde la decadencia campa a sus anchas. En Europa aún permanece la preocupación estética, en constante diálogo con el agobiante mensaje. Este guión, oculta multitud de análisis sobre la época que devienen universales.

Temas como la lealtad, la traición, el espionaje, el colaboracionismo, además de tocar un fondo apenas abordado en el cine: la guerrilla de los Wehrwolf. La resistencia nacionalsocialista en las sombras, tras la derrota.  La fotografía juega con un post-expresionismo poético con insertos en color, la narración valora el fuera de campo y la óptica juega con el travelling y panorámicas, con gran trabajo en la profundidad de campo. Trier utiliza una paleta de claroscuros wellesianos con influencias de El Tercer Hombre (The Third Man. Carol Reed. 1949), juega con las transiciones, sobreimpresiones y un amplio rango de efectos, nada gratuitos, que añaden extrañeidad y tensión al conjunto dramático. Con la excusa de un guión detectivesco, el guión se introduce en las cloacas de una Alemania arrasada.

 

En una postguerra, un tanto surrealista, donde el montaje paralelo y planos cortos, sirven para crear tensión y avanzar en una trama estructurada clásicamente: introducción, nudo y desenlace. Una voz en off, como un demiurgo ajeno a la trama. Lo simbólico y lo teatral en la puesta en escena, construyen un mundo cerrado, sin planos generales, un viaje a ninguna parte. Europa es una pesadilla esquizofrénica donde confluyen las distintas visiones del mundo. El país se ha quedado sin referentes, las diferentes ideologías pugnan por someter al país a sus cadenas, los acérrimos del régimen caído siguen sobreviviendo en las sombras y los que miran al futuro, quieren olvidar el luctuoso pasado. En cierto modo el personaje de Leopold Kessler (Jean-Marc Barr) es un outsider en su país de origen. Hijo de emigrantes, que encuentra una nación completamente distinta a la que imaginara.

De hecho la conformación fílmica del país adquiere tonos irreales y de extrañamiento espacial y temporal, lejanísimo a la Alemania neorrealista de Alemania año cero, (Germania Anno Zero, Rossellini, 1948)  por la que vagabundeaba el joven Edmund. Entre bloques derruidos, estraperlo y ruinas. Un país tutelado por potencias vencedoras, que no desean sino la supremacía de sus diferentes modos de vida, ignorando que la población civil también ha sido una victima inocente del derrocado y monstruoso y fanático régimen político. Lars Von Trier recrea en su paleta una atmósfera kafkiana, pesadillesca, turbadora, para mostrarnos la fractura moral de una sociedad. Ese trauma irresoluto en el corazón de Europa, sin privarse de efectuar un cameo como judío en la escena de la casa del dueño de Zentropa. Con Europa, Trier dejaba claro su interés por no contar historias con medios consensuales, su escaso interés por la narrativa al uso, su huida del convencionalismo. Como muestra, baste ese demiurgo (Max Von Sydow), omnipresente y determinista. O el simbólico uso del color cuando el protagonista está con Katharina Hartmann (Barbara Sukowa), lúcida metáfora de su realidad frente al blanco y negro que les oprime. El plano cenital también forma parte de la tesis de este trance visual. Como ya lo hiciera en El elemento del crimen, sin eludir la poética enfermiza en la escena del cadáver flotando en el agua. La propuesta de Lars Von Trier en Europa, es arrebatadoramente visual, conceptualmente manierista, humanamente incontenible. Deliciosamente decadente. Hay un enorme trabajo de story-board tras una puesta en escena de estas características. También está el trabajo de un gran iluminador (H. Bendtsen) con amplio despliegue de tonalidades, lentes y efectos visuales. La banda sonora de Joaquim Holbek, es hipnótica, subyugante y Es cierto que aquí el “enfant terrible” del cine europeo todavía está a años luz de sus facturas más vanguardistas. Pese a tratarse de una rareza, Europa es una rareza subyugante y estoica. Un fascinante e hipnótico neo-noir. Un febril, angustioso y sórdido paseo por una postguerra en blanco y negro con escusa de thriller  hitchcockiano. En su dicotomía narrativa, se conjugan los estilemas del mélo (vía Douglas Sirk) y el noir de los 50 con la vanguardia. Pese a esta negritud, son  la grisura y lo laberíntico las características más certeras de sus personajes. Unos personajes que son metáfora de la humanidad, constreñidos en el reducido espacio de las ruinas germanas de postguerra. Seres humanos observados como en el estudio de un entomólogo. En un universo visual de múltiples niveles. Atrapados en ámbar o expuestos en cristal para ser diseccionados.

“Cuando llegue a diez, estará en Europa: 1. Su respiración se hace más profunda y pausada”

(Max Von Sydow) Demiurgo en Europa.

 

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