René Rodríguez Soriano: «Ante el odio y la soberbia se torna mustio el poema, podrido, se corroe…»

Por Mónica Álvarez

 

Rene Rodriguez 2

 

Este mes Libros Medio Siglo publica Nave sorda de René Rodríguez Soriano, libro que va acompañado de una introducción escrita por Fernando Valerio-Holguín. Hablar de René es hacer hincapié en uno de los escritores más sólidos de Hispanoamérica. Nacido en Constanza, su obra es amplia y ha sido sumamente reconocida por la crítica dentro y fuera de su país. En el mundo académico, sus textos se encuentran en las mejores antologías de literatura latinoamericana, volviéndolo una voz familiar que es leída con singular deleite por jóvenes y académicos. De difícil clasificación, su obra es un bello testimonio de lo que ocurre cuando el escritor entrecruza los terrenos de la prosa y la poesía, llevado únicamente por el galope terso del lenguaje.

A continuación les presentamos la charla que nuestro escritor dominicano accedió dar para nuestros lectores.

René, empecemos por la pregunta que posiblemente más les interese a tus lectores, ¿En qué momento descubres que eres escritor?

 —Descubrir, en el sentido literal de la palabra, pienso que uno nunca descubre algo como eso; se escribe, y uno no sabe ni por qué ni el desde cuándo. Quizá, eso tampoco uno no lo descubre nunca, ni siquiera lo presiente; como decía el inmenso Manuel del Cabral, en algún tramo del camino uno advierte que desde hace tiempo trae en el pecho alojada una paloma, y la suelta a volar.

 ¿Te inclinaste desde el principio por la poesía?

 —Llevo dicho por ahí que soy, si es que vale el término, un escritor degenerado. Me descalifican los poetas y los narradores; unos y otros —con sobradas razones— se pasan la antorcha para no admitirme en sus gremios. Escribo, o mejor dicho, escriben mis dedos; son ellos los que piensan y escriben o dejan salir el pájaro o pez que me late en el pecho. Los lectores, generosos como son, son quienes ponen apellidos. Yo escribo cosas, artefactos más o menos sonoros que de vez en cuando intentan ser visuales.

 Tú has publicado en algunas de las editoriales más importantes de lengua española. Háblanos de tus primeras experiencias, cuando aún eras un escritor novel, en el mundo editorial.

 —Recuerdo una Semana Santa, todo el mundo hizo lo habitual. Unos se fueron a orillas del río a pescar o a pecar, otros a la montaña; yo me quedé clavado frente a la máquina de escribir. Ahí nacieron mis Raíces con dos comienzos y un final (1978), estaba muy de moda en Santo Domingo la Colección Mínima de Taller… ahora no recuerdo el cómo, sí recuerdo cuando vi por primera vez mis textos agrupados en un manojito de hojas. Después vendrían otros, en variados formatos y a partir de diferentes “acuerdos”, lo importante es que los distintos editores, de algún modo, ayudaron a que se completara el proceso: que los textos llegaran al lector. Lo demás, más o menos es historia conocida; uno, por más que quiera, nunca deja de ser un perfecto desconocido en ese vasto territorio del “mundo editorial”…

 ¿Cómo ha ido evolucionando tu poesía a partir de tus primeros libros?

 —Igual que no es la misma agua ni el mismo arroyo donde papá me soltó a nadar por primera vez, tampoco soy el huidizo nadador de aquellos días; escribo a toda sed, a todo temblor y nado o vuelo aire a través en las turbias aguas de este hoy. No he soltado jamás el lapicito romo al que me aferré una mañana ante la dulce mirada de la Señorita Oroliz.

 ¿Quiénes han sido tus grandes influencias literarias?

 —De niño, junto a mis hermanos, esperaba cada noche sentarnos frente a una fogata para oír las más fantásticas historias que nos contaba Manuelico; después vendría aquel hermoso volumen de la Colección Sembrador. Era el libro de lectura de mis hermanos mayores, jamás lo he vuelto a encontrar. Después, todos los libros, ese singular universo del que nunca he querido salir.

 

El nuevo libro de René Rodríguez Soriano.

El nuevo libro de René Rodríguez Soriano.

 

Los lectores siempre nos quedamos con la sensación de que la música es muy importante en tu escritura. ¿Podrías comentarnos al respecto?

 —Soy del Caribe, nada sonoro me es ajeno. A veces siento que escribo sobre los cueros de un bongó, tratando de encontrar las discontinuas sonoridades de nuestro origen multiétnico. En los Pueblos del Mar, la música es uno de los ingredientes primordiales de la dieta diaria, la llevamos en la sangre, inoculada tal vez o traída desde los más remotos lugares de la historia desde el amanecer en las plantaciones y el ingenio.

 ¿Por qué decidiste que el libro debía ir acompañado de ilustraciones?

 —No lo decidí. Nació de esa fusión que somos en el Caribe. Un día puse los textos en manos de Venus Guerrero y ocurrió el milagro; lo confirman las palabras de Valerio Holguín en la introducción del libro: Parafraseando a Simónides, ‘La pintura de Venus Guerrero es callada poesía, la poesía de René es pintura que habla’”.

 ¿Ocupa este libro un lugar especial en tu trayectoria?

 —Cada nuevo libro es un reto, cada nuevo libro me plantea la necesidad de continuar en este mar de encuentros.

 Eres una de las voces más importantes de tu país. ¿Qué papel juega tu tierra en tu escritura?

 —Uno de tantos, quizás; uno más del montón. Las voces importantes de la poesía dominicana cantan alto, muy alto. Ya quisiera yo afilarles los lápices o atarles las sandalias a Franklin Mieses Burgos, Manuel del Cabral, Aída Cartagena Portalatín o Pedro Mir, por decir algunos nombres. Mi tierra, mis muertos y mis locos mansos son la sal de mi escritura, sin ellos no sería ni sombra.

 Tú vives fuera de tu país de origen. ¿Cómo ha afectado la distancia tu literatura?

 —Uno nunca se va de ninguna parte; cambia de casa, escala riscos o badea arroyos. Desde ciertas alturas, y a distancia, se distinguen mejor sonidos y colores. Y sobre todo, uno afina la voz y definitivamente puede nombrar las cosas por sus nombres.

 ¿Cómo ves el panorama de la poesía en República Dominicana?

 —Gris, muy gris. Precisamente ahora; sobre todo ahora, en este instante puntual y artero… Puede que la poesía germine con rabia ante el oprobio y la mentira, pero ante el odio y la soberbia se torna mustio el poema, podrido, se corroe…

 ¿Qué les aconsejas a los escritores jóvenes que van empezando?

 —Leer, crear y, sobre todo, creer bien poco en recetas, manuales de autoayuda y maestros (con eme mayúscula).

 ¿Podrías adelantarnos algo sobre tus proyectos literarios inmediatos?

 —Soltar los perros, leer y escribir; caminar junto al río y leer sin olvidar, sobre todo, que las palabras son del aire.

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MONICA ÁLVAREZ es Licenciada en Comunicaciones por la Universidad de Texas-Pan Americana, donde obtuvo también una maestría en Letras Españolas, con especialidad en Creación Literaria. Es autora de una novela inédita en proceso de publicación. Actualmente se dedica a la docencia y al periodismo cultural.

 

 

 

 

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