Pío Caro-Baroja Jaureguialzo: «He tenido la suerte de convivir con unos personajes extraordinarios»

Por Teresa R. Hage

Pio Caro Baroja

El editor y fotógrafo Pío Caro-Baroja Jaureguialzo.

 

En 1917, Rafael Caro Raggio, cuñado de Pío Baroja, funda la editorial que lleva su nombre y comienza a publicar las obras del célebre escritor. La editorial se convierte en pocos años en un próspero negocio. Ya en el catálogo de 1929, con portada de Juan Basilio y caricaturas de Pío Baroja, Azorín y Eugenio D’Ors, realizadas por Bagaría, se recogen cerca de trescientos títulos. Además de la obra de Baroja, se publica la de Azorín y varias bibliotecas: la de Arte, dirigida por el hermano de don Pío, el pintor y también escritor Ricardo Baroja ; la Biblioteca de Filosofía, la Biblioteca de Medicina Popular, con obras de Pittaluga y Marañón, la Biblioteca de Ciencias Esotéricas y algunas otras colecciones consideradas auténticas joyas bibliográficas. El futuro de la floreciente editorial queda truncado por el estallido de la  Guerra Civil y la muerte posterior de su fundador. Treinta años más tarde, sus hijos, el prestigioso historiador Julio Caro-Baroja y su hermano Pío, destacado documentalista, reconstruyen la vieja editorial:

«De la vieja editorial sólo quedaba un reloj de pared, un cenicero de cristal y un par de engranajes de lo que fue una flamante impresora, pero vivía algo mucho más importante que todo esto: el esfuerzo, la obra de tres hombres. Y con las portadas de los grabados de Ricardo, los textos y las novelas de Pío Baroja y la viñeta del Erasmo de Holbein, que simbolizaba la vieja editorial de mi padre, comencé la Serie Conmemorativa del centenario del nacimiento de Pío Baroja, en 1972».  (Pío Caro-Baroja, 1987)

El timón del negocio familiar lo lleva hoy Pío Caro-Baroja Jaureguialzo, hijo del cineasta Pío Caro-Baroja. Charlamos con él sobre su ilustre familia, la editorial y su pasión por la fotografía.

¿Pesa mucho pertenecer a la familia Baroja?

Nunca me lo he planteado como una carga ni como una condición especial. He tenido la suerte de convivir con unos personajes extraordinarios, mi tío Julio y mi padre Pío, que a la vez eran portadores de una memoria rica, heterodoxa e independiente, heredada de otros personajes muy distintos entre sí, pero muy raros en aquella época: el escritor Pío Baroja, el pintor, aguafuertista y escritor  Ricardo Baroja (Premio Cervantes de Literatura) y mi abuela Carmen, que fue una mujer inquieta, culta y muy avanzada para la época. Me siento un privilegiado por haber convivido con mi tío Julio los primeros 25 años de mi vida, por haber tratado a muchos de sus amigos, no menos excepcionales, Gonzalo Menéndez Pidal, Soledad Ortega, Brenan, Valdeavellano…  Y también por vivir parte del año en Itzea, nuestra casa familiar de Vera en Navarra, que es todo un baúl de maravillosos recuerdos.

Cuénteme alguna anécdota de sus antecesores que no se haya contado…

Más que anécdotas tengo signos identificativos del carácter. Por ejemplo, mi tío Julio era de una incapacidad manifiesta para la vida de hoy: no sabía lo que era una tarjeta de crédito, ni rellenar un talón. Recuerdo en una ocasión que se encontraba solo, se preparó un café con leche en el que la leche era horchata (las botellas se parecían). En otra ocasión, con su amigo el antropólogo Julian Pitt Rivers atropellaron una vaca después de haberse despistado al volante.

¿Hay alguna obra de sus familiares que no haya leído o que no haya terminado de leer?

Muchas. Si me limitase a leer todo lo de mi familia terminaría muy mal. Y no es broma. En la vida, cada individuo tiene sus aficiones y gustos personales; mis gustos e inquietudes no necesariamente coinciden con los de otros miembros de mi familia. Sería muy dañino para mi salud mental hacer una profesión de fe barojiana (si es que esto existe). Otra cosa es que existan obras de mi tío-abuelo Pío (El laberinto de las sirenas, o Las Inquietudes de Shanti Andía) o de mi tío Julio (Los Baroja o Los moriscos del Reino de Granada) que me fascinan y a las que vuelvo con frecuencia.

 

El historiador Julio Caro-Baroja en Nápoles. Foto de Pío Caro-Baroja Jaureguialzo. Colección privada.

El historiador Julio Caro-Baroja en Nápoles. Fotografía de Pío Caro-Baroja Jaureguialzo. Colección privada.

 

¿Qué queda y en qué ha cambiado la editorial Caro Raggio desde su fundación en 1917?

La editorial es mucho más pequeña que en aquella época. En su momento fue una de las editoriales más activas y transgresoras. Su catálogo recogía lo mejor de la literatura y el pensamiento de la época. A partir de 1972, centenario de Baroja, y una vez recuperados los derechos de autor a lo que es hoy un importantísimo grupo mundial, mi padre y mi tío se dedicaron a reeditar toda la obra familiar. Yo he continuado en esa línea hasta hace bien poco, pero ahora, en paralelo voy a abrir el catálogo a otras literaturas y otras voces. Voy a hacer una colección personal, un tanto caprichosa y arbitraria, donde van a entrar autores que frecuento y libros perdidos que habría que traducir; una especie de “literatura de lugares” y “de voces”: he empezado con una edición ilustrada de El caminante de Hermann Hesse y ahora, en dos meses sale un libro “muy neorrealista”, “muy napolitano” donde estoy poniendo toda mi pasión. Y es que Italia es una de mis grandes pasiones y Nápoles la ciudad en la que me hubiera gustado haber vivido un tiempo.

¿En qué consiste el oficio de editor y qué es el libro para usted?

Hasta ahora era algo más monótono en la medida que trabajaba sobre un catálogo más o menos definido; tenía lo peor de la profesión: la distribución, la lucha con las ediciones piratas, el tratar de meter un pie en el suplemento literario de algún periódico, las devoluciones… Pero  ahora me estoy divirtiendo mucho con la nueva colección; creo que va a gustar y que me voy a divertir mucho. El libro supone el elemento fundamental sobre el que se construye la educación y la cultura de la persona; el único agente que es libre y voluntario y que siempre espera una segunda oportunidad. Es la cúspide del sistema educativo por encima de colegios, escuelas, universidades…

El negocio editorial está cambiando a paso rápido con la introducción de las nuevas tecnologías, ¿cree que el libro en papel le queda algún futuro? ¿le alarma esta idea?

La situación actual es dramática. Coinciden varios elementos que pueden ser letales para muchas editoriales y librerías: la crisis económica, la piratería electrónica masiva y la falta de protección eficiente contra el derecho de autor.

¿Se ha planteado subirse al carro de la tecnología y editar en los nuevos formatos de lectura?

Yo en Caro Raggio, no. Pretendo hacer libros cada vez más bonitos y con un valor agregado. Ahí está por ejemplo el libro de Hesse, ilustrado y en un maravilloso papel; es una experiencia sensorial tenerlo entre las manos.  Pero en mi faceta de gestor de derechos de autor sí que he llegado a acuerdos con grandes grupos para que quien quiera leer a Baroja lo pueda hacer en cualquier lugar del mundo y a bajo precio.

¿Qué opina de los libros digitales?, ¿tiene algún e-BooK?, ¿lee en dispositivos móviles o tablets?

No me gustan; no he leído nunca un libro digital. No me atrae la idea. Tengo un iPad y lo uso para leer periódicos, consultar el tiempo, ver la cuenta corriente o contactar con los amigos.

¿Cree que está en declive la costumbre de la lectura sosegada?, ¿se ha perdido el placer de la lectura con la sobrecarga de información en la Red y la irrupción de la tecnología en el sector editorial?

Quizás las viejas generaciones todavía conservan lo de la “lectura sosegada”. Creo que los niños y adolescentes de hoy en día van a tener un serio problema. Existen medios maravillosos y tecnologías inimaginables hasta hace bien poco, pero eso no quiere decir que se lea más, sino al contrario, se usan para divertimentos muy simples “matar marcianos” o para comunicarse con los amigos. A la vez va arraigando entre ellos la idea de que la lectura o el libro es algo caduco y obsoleto. No soy nada optimista. En lo positivo, las nuevas tecnologías pueden servir para intercambiar información entre profesionales, para ver cómo se saca una piedra de un riñón en Florida o para llevar las cartas de navegación en un Airbus sin ocupar espacio, pero para educar a los niños, no creo que sean suficientes.

¿Ha bajado mucho la venta de libros con la llegada de la crisis y de las nuevas tecnologías, ¿qué ha afectado más a los editores?

La situación es patética. Caen estrepitosamente las ventas en papel, invasión de piratería digital desde plataformas de otros países y un libro digital de baja calidad en su presentación que no consigue arrancar y que tiene infinidad de formas y plataformas.

¿Cuál ha sido su libro más vendido y cuál el menos?

Tengo long sellers como El árbol de la ciencia, La busca y tengo varios fracasos estrepitosos de los cuales me siento muy orgulloso porque eran libros necesarios.

¿Qué libro le gustaría editar que no haya editado?

No se lo pienso decir no me vaya a copiar nadie.

¿Cuál es su libro favorito?

Tengo varios y va por épocas. Más que libros hay voces que me gustan.

¿Sus autores favoritos?

Lampedusa,  Auster, Vargas Llosa, Cohen, Baroja, Mendoza, Aramburu…

¿Qué género literario predomina en su biblioteca personal?

Novela y literatura aeronáutica, botánica y micología. Mis aficiones.

Cuénteme algo de su nuevo blog y de su pasión por la fotografía…

El blog lo entiendo como un medio útil  de “micropublicar”; quizás vaya a sacar en él mi faceta más personal y vayan en él mis desahogos. Una especie de dietario, sincero (la mayoría que he leído son totalmente impostados) y cómico que sirva de comparsa para mis aficiones y obsesiones. Voy a hablar de viajes, de fotos, de pensamientos que se me cruzan y quiero que sirva también para que mis amigos se expresen. En el primer post ya me río un poquito al tratar el famoso asunto de “las expectativas” alrededor de uno mismo que se generaban en mi adolescencia; un poco al hilo de la primera pregunta. Con respecto al tema de la fotografía, en un primer momento me sirvió como complemento a mi trabajo como editor y comisario de exposiciones. No tuve más remedio que hacerme con la técnica y de ahí surgió el hobby. Más tarde, mi amigo, el fotógrafo argentino Aldo Sessa me cogió por banda y me llevó varias veces con él. Descubrí algunos truquillos más, y sobre todo, a visualizar la fotografía antes de hacerla, a preparar el ojo y la cabeza para captar un momento de luz. Ahora es mi gran pasión; trato de componer imágenes que aunque no sean muy espectaculares; tengan un contenido narrativo.

 

"Amor imposible", de Pío Caro-Baroja Jaureguialzo. Colección privada.

«Amor imposible», de Pío Caro-Baroja Jaureguialzo. Colección privada.

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