Ludwig van Beethoven (1770 – 1827). Testamento de Heiligenstadt

Por Teresa R. Hage

 

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Heiglnstadt, Octubre 6, 1802
Ludwig van Beethoven

 

A mis hermanos Carl y Johann van Beethoven:

¡Oh, hombres que me juzgáis malevolente, testarudo o misántropo! ¡Cuán equivocados estáis! Desde mi infancia, mi corazón y mi mente estuvieron inclinados hacia el tierno sentimiento de bondad, incluso me encontré voluntarioso para realizar acciones generosas, pero, reflexionad que hace ya seis años en los que me he visto atacado por una dolencia incurable, agravada por médicos insensatos, estafado año tras año con la esperanza de una recuperación, y finalmente obligado a enfrentar el futuro una enfermedad crónica (cuya cura llevará años, o tal vez sea imposible).

Nacido con un temperamento ardiente y vivo, hasta incluso susceptible a las distracciones de la sociedad, fui obligado temprano a aislarme, a vivir en soledad, cuando en algún momento traté de olvidar, ¡Oh, cuán duramente fui forzado a reconocer la entonces doblemente  realidad de mi sordera! Y aun entonces, era imposible para mí, decirle a los hombre, ¡habla más fuerte!, ¡grita!, porque estoy sordo. ¡Ah! Cómo fue posible que yo admitiera tal flaqueza en un sentido que en mi debiera ser más perfecto que en otros, un sentido que una vez poseí en la más alta perfección, una perfección tal como pocos en mi profesión disfrutan o han disfrutado.

¡Oh, no puedo hacerlo! Entonces perdonadme cuando me veáis retirarme cuando yo me mezclaría con vosotros con agrado. Mi desgracia es doblemente dolorosa porque forzosamente hace que sea incomprendido, para mí no puede existir la alegría de la compañía humana, ni los refinados diálogos, ni las mutuas confidencias, sólo me puedo mezclar con la sociedad un poco cuando las más grandes necesidades me obligan a hacerlo. Debo vivir como un exilado, si me acerco a la gente un ardiente terror se apodera de mí, un miedo de que puedo estar en peligro de que mi condición sea descubierta, así ha sido durante el año pasado que pasé en el campo, ordenado por mi inteligente médico a descansar mi oído tanto como fuera posible, en esto coincidiendo por mi natural disposición, aunque algunas veces quebré la regla, movido por mi instinto sociable, pero qué humillación, cuando alguien se paraba a mi lado y escuchaba una flauta a la distancia, y yo no escuchaba nada, o alguien escuchaba cantar a un pastor, y yo tampoco escuchaba nada, estos incidentes me llevaron al borde de la desesperación, un poco más y hubiera puesto fin a mi vida.

 

beethoven, 2

 

Sólo el arte me sostuvo, ¡ah!, parecía imposible dejar el mundo hasta haber producido todo lo que yo sentía que estaba llamado a producir, y entonces soporté esta existencia miserable, verdaderamente miserable, una naturaleza corporal hipersensible a la que un cambio inesperado puede lanzar del mejor al peor estado.

Paciencia, ésa es la palabra que ahora debo elegir para que me guíe, así lo he hecho, espero que mi determinación permanecerá firme para soportar hasta que a las inexorables parcas les plazca cortar el hilo.  tal vez mejoraré, tal vez no, estoy preparado.  Forzado ya a mis 28 años a volverme un filósofo, ¡oh, no es fácil!, y menos fácil para el artista que para otros. ¡Oh, Dios!, Tú que miras dentro de lo profundo de mi alma, Tú sabes, Tú sabes que el amor al prójimo y el deseo de hacer el bien, habitan allí. ¡Oh, hombres, cuando algún día leáis estas palabras, pensad que habéis sido injustos conmigo!, y dejad que se consuele el desventurado al descubrir que hubo alguien semejante a él, que a pesar de todos los obstáculos de la naturaleza, igualmente hizo todo lo que estuvo en sus manos para ser aceptado en la superior categoría de los artistas y los hombres buenos.

 

Testament Heiligenstadt, Beethoven

Fragmento del testamento de Heiligenstadt.

 

Vosotros, mis hermanos Carl y Johann, tan pronto como esté muerto, si el Dr. Schmidt aun vive, pídanle en mi nombre que describa mi enfermedad y guarden este documento con la historia de mi enfermedad de modo que en la medida de lo posible, al menos el mundo se reconcilie conmigo después de mi muerte. Al mismo tiempo los declaro a los dos, como herederos de mi pequeña fortuna (si puede ser llamada de esa forma), divídanla justamente, acéptense y ayúdense uno al otro, cualquier mal que me hayáis hecho, lo sabéis,  hace tiempo que fue olvidada.

A ti, hermano Carl te doy especialmente las gracias por el afecto que me has demostrado últimamente. Es mi deseo que vuestras vidas sean mejores y más libres de preocupación que la mía, recomendad la virtud a vuestros hijos, sólo ésta puede dar felicidad, no el dinero, hablo por experiencia, sólo fue la virtud la que me sostuvo en el dolor, a ésta y a mi arte solamente debo el hecho de no haber acabado mi vida con el suicidio. Adiós, y ámense el uno al otro.

Agradezco a todos mis amigos, particularmente al Príncipe Lichnowsky y al Profesor Schmidt. Deseo que los instrumentos del Principe Lichnowsky sean conservados por uno de ustedes, pero que no resulte una pelea de este hecho, si pueden serviros de mejor fin, véndanlos sin demora. Me sentiré contento si puedo serles de ayuda aun desde la tumba.  Con alegría me acerco hacia la muerte, si ésta llega antes de que tenga la oportunidad de mostrar todas mis capacidades artísticas, habrá llegado demasiado temprano, no obstante mi duro destino, y probablemente desearé que hubiera llegado más tarde, pero aun así estaré contento. ¿Acaso no me liberará de mi interminable sufrimiento?  Vengas cuando vengas, te recibiré con valor.

Adiós y no me olvidéis completamente cuando esté muerto, merezco eso de ustedes, habiendo yo pensado en vida tantas veces acerca de cómo hacerlos felices. ¡Que así sea!

 

 

 

 

 

 

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