Julie, el western rural de la debutante Alba González de Molina
Por Ana María Caballero Botica
Todo debut, en este caso cinematográfico, resulta una exposición a corazón abierto tanto en el terreno técnico y como en el artístico. Bien lo sabe la cineasta grancanaria Alba González de Molina quien presentó a lo grande su ópera prima, Julie, en la pasada 19ª edición del Festival de Málaga, en la que dejó un buen sabor de boca y con la que ahora se encuentra de gira de estrenos por todo el país. El cine Capitol de Madrid acogió hace unos días al equipo y la proyección de esta película valiente, independiente, realizada de forma eco-sostenible y que ha salido adelante gracias a las aportaciones de gente que creyó en el proyecto de esta joven de 27 años mediante el sistema de crowdfunding.
Julie, interpretada por otra debutante en la interpretación, la francesa Marine Discazeaux, es la historia de una chica a la deriva que decide emprender un viaje sin brújula y con una mochila a cuestas para terminar en un pequeño pueblo hippie en las montañas del Bierzo, alejado de las convenciones sociales de otros núcleos urbanos o rurales al uso. Acogida bajo el techo de Victoria (Silvia Maya), la maestra del pueblo, Julie irrumpe en la cotidianidad de unos habitantes aparentemente aislados del mundo y de sus problemas pero que padecen los mismos fantasmas, miedos y esperanzas que cualquier otra persona.
De hecho, Julie contiene todos los elementos para considerarse un western rural, en el que su protagonista es una forastera errante, sin raíces definidas y en la búsqueda de su verdad. Julie se convierte en ese elemento extraño y distorsionador de la rutina y la calma de esta pequeña aldea que, aunque ella no pretende sacudir con su presencia, su somera interacción termina contagiando comportamientos y generando cambios en la realidad de algunos de sus habitantes.
De manera deliberada, la directora apuesta por levantar un muro en torno a su protagonista, quien, pese a representar todos los atributos de la feminidad, resulta un personaje más bien “masculino” en su comportamiento, críptico y taciturno. Esta cualidad se refuerza con la apuesta que realiza Alba González de seguir a Julie (y el espectador con ella) siempre por la espalda con cámara al hombro, como reafirmación de no querer darse a conocer y transmitir el caos que reina en la mente de su protagonista. Ese hermetismo impide pues la cercanía con ella, pero se contrarresta con el resto de personajes – en un despliegue interpretativo bastante desigual- en el que sobresale, con creces, la fantástica Silvia Maya que borda su papel de amante confidente.
En cualquier caso, Julie se trata de una propuesta fresca y arriesgada a la que si bien es cierto le hubiera faltado pulir la resolución o naturalidad en algunas escenas, – condicionadas, quizá, por unas pocas interpretaciones demasiado amateur – sus giros argumentales, en cambio, funcionan de forma muy sutil y supone un debut prometedor para una directora que, si le dan oportunidad, podrá seguir haciendo grandes cosas. Con su primer largometraje, Alba González de Molina logra que al final de la proyección nos hagamos preguntas, no ya sobre su enigmática antiheroína, sino sobre nosotros mismos y cómo nuestra forma de ser o atravesar un determinado período crucial en nuestra vida desencadena inevitablemente reacciones y cambios en nuestro entorno más cercano, aunque éste último resulte temporal.
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