La Fuga de Logan. Michael Anderson. 1976

Una megalópolis con parques resplandecientes, cúpulas gigantescas y laberintos. Sus habitantes dedican sus ocios al hedonismo, a gozar del instante, que no es mal modo de pasar por la vida. Incluso pueden cambiar de aspecto físico, gracias a una cirugía plástica instantánea. Pero no es oro todo lo que reluce. Basada en la novela de William F. Nolan y George Clayton, esta parábola social se camufla bajo el aspecto de la narrativa de ciencia ficción. La Fuga de Logan (Logan´s Run. Michael Anderson. 1976), plantea un futuro donde a los 30 años la vida humana llega a su fin. Es el límite permitido a cambio del goce y el disfrute. Este film se ha convertido en un clásico de culto del subgénero de libro-película-serie.

La ascesis hacia un nivel superior, que prometen al llegar a la treintena, es común a todas las propuestas del género. Un estadio espiritual superior (suerte de Nirvana distópico) que se alcanzará en una isla, una ceremonia o una cueva, según el guión. A este parámetro hay añadir que ninguno de los que habitan en este lado, ha vuelto a ver a los que marchan hacia el otro. Toda una parábola sobre las creencias y mitos en que se sostienen las civilizaciones. La fuga de Logan (Michael York), un vigilante que no se acaba de tragar el cuento y Jessica (Jenny Agutter), les llevará hacia el lugar denominado Santuario, donde encontraran toda la verdad.

La metáfora de una Arcadia soñada que protege a sus habitantes en gigantescas ciudades, del contaminado mundo exterior es un clásico dentro de las distopías. El miedo a lo externo, al peligro que habita fuera del idílico mundo. El autoabastecimiento de ideas, creencias, formas de pensamiento, deviene parábola de los totalitarismos, que prometen ofrecer todo lo que necesitas. Dónde el padre-gobierno se encarga de la manutención a cambio de adoctrinamiento.

Los habitantes de la megalópolis deben de pasar por el ritual del Carrusel, para ascender al siguiente nivel. Esto no es más que el camuflaje de un exterminio masivo que es descubierto por Logan. Cuando la verdad aparece ante él, y descubre que la sociedad ha sido engañada durante décadas, decide que tiene que revelar la verdad. La revolución también forma parte de los arquetipos del subgénero de civilizaciones utópicas, desde los tiempos del Peplum. La Fuga de Logan es una de esas “raras avis”, cuyo ascenso a la categoría del culto es difícil de comprender. Los diálogos dejan que desear, el libreto va al alimón, y los decorados podrían ser bastante mejorados. Refleja el ambiente sensacionalista de la época, donde se presentaba un futuro en crisis, merced a la escasez de recursos vitales. En los 70 escritores y cineastas se despacharon a gusto con todo tipo de sociedades alternativas, que camuflaban críticas al sistema, los valores decadentes y el narcisismo como modo de vida.  De ahí surgieron títulos como Soy Leyenda (The Last Man on Heart. Richard Matheson. 1964), donde Vincent Price es el único superviviente de una guerra bacteriológica, El Planeta de los Simios. (Planet of the apes. Franklin J. Schaffner. 1968),  con su icónica tierra devastada y la imagen de la Estatua de la Libertad, o la siniestra Cuando el destino nos alcance. (Soylen Green. Richard Fleischer. 1973).

Podemos considerar La Fuga de Logan como el último ejemplar de una era. Un pequeño clásico de los 70, que recrea una sociedad basada en una brutal selección natural, la pérdida de la individualidad, el consumismo y la oferta de un mundo mejor, que nadie ha podido vislumbrar. Un último coletazo de esa ciencia ficción pesimista que sirvió de prefacio de La Guerra de las Galaxias. Un viaje; setentero y lisérgico; hacia los felices mundos de Huxley, vía el cardado imposible de Farrat Fawcett Mayors. La Fuga de Logan nos muestra el camino iniciático del ser-masa hacia el ser humano, con toda la carga de dolor y falta de certezas que conlleva esta aceptación. Un canto de cisne con estética chirriante, pero logros visuales que luego han sido imitados en diferentes propuestas. Una inefable fábula post-hippie donde los paraísos químicos y el sexo cibernético no parecen satisfacer a unos humanos en evolución, que prefieren enfrentarse a las inclemencias de las postrimerías y lo desconocido que plegarse a las servidumbres de una vida hedonista de estética kitsch. La música de Jerry Goldsmith es interesante y está muy por encima de la producción fílmica. Película atrevida en su tiempo, e hija de su tiempo. No cabe duda de que estas producciones han sido fuente de inspiración para los cineastas posteriores y son la estructura del fantástico contemporáneo ¿Cuantas veces habrán recordado esas chicas “neumáticas” con sus atrevidas túnicas? ¿Cuántos se habrán inspirado en ese sexo virtual? La Fuga de Logan es el mito de la caverna de Platón reestructurado en clave sementera y naif. Una obra chirriante, según los cánones actuales, pero representante de una forma de ver el mundo (y el cine). Obra clave del retrofuturismo y de toda una forma de percibir la realidad, no se puede observar con gafas modernas. Hay que dejarse llevar  por la parafernalia de sus estampas setenteras, su estructura lisérgica, sus tenues túnicas helénicas, que apenas tapan la piel de las mujeres, su desenfado conceptual  y su nostálgico concepto de la Ciencia Ficción.

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