Gerontofobia y Ecototalitarismo
Sé que son dos palabrejas retorcidas, pero reflejan la triste realidad de una parte de nuestra sociedad, llena de odio, desprecio y vacía de los valores fundamentales del ser humano. La última felonía ha sido perpetrada por uno/una/une de esos zascandiles/las/los a los que la servidumbre de la libertad y la democracia, permiten trepar a cargos para los que no están capacitados.
Al parecer la naturaleza “nos está avisando de que estamos llenado la tierra de muchas personas mayores y no de jóvenes”. El ecototalitarismo es una doctrina muy extendida en determinados sectores ideológicos. Lo manifiestan sin ningún rubor y las hemerotecas están llenas de pruebas indiscutibles. Pero cuando la felonía parte de alguien que se está llevando muerto el dinero de los contribuyentes, es el momento de comenzar a analizar detenidamente hacia donde escora esta sociedad.
Mire usted, los ancianos no son paquetes, luego no se está llenando nada con ellos. Están ahí porque lucharon, sufrieron y sacaron adelante una sociedad mejor. Para que tarados como los que ahora los desdeñan puedan vomitar su bilis totalitaria y su genocidio camuflado. Mucho afecto no debe de profesar esta persona hacia sus mayores con los que está “llenando el mundo”. La empatía no es el fuerte de estos personajes esperpénticos. En su día, las redes se llenaron de mensajes de odiadores profesionales, que soñaban con extender su totalitarismo al resto de la sociedad y se estrellaron miserablemente en las urnas. Estos peligrosos extremistas comenzaron a defecar sus consignas en las redes con lindezas del nivel intelectual de una lombriz de tierra. Alegaban que todos los que no les habían votado eran tontos, gente de pueblo, y los escasos adjetivos que acostumbra a utilizar este desecho de tienta cuando las cosas no se acomodan a su pestífera visión del mundo.
El mensaje era que se murieran los viejos, que eran los culpables de que su maravillosa forma de ver el mundo no hubiera salido adelante. Eran los subnormales, los malnacidos, los que tenían defectos genéticos. Daba la sensación de que se estaban mirando en un espejo.
Otros solicitaban un asteroide para destruir el país de mierda que había desdeñado su extraordinaria oferta. Sin duda habían sido los viejos. El surrealismo más atroz se apoderó de las redes, llegando a solicitar que se perdiera el derecho al voto con la jubilación. El concepto de democracia y libertad estaría en una peligrosa encrucijada en poder de estos fulanos.
Incluso uno de ello, con rostro de monaguillo renegado, cobrando de todos nuestros bolsillos hizo su particular aportación al ecototalitarismo y la gerontofobia diciendo que “vosotros acabaréis en las urnas y nosotros en la urna”. Sin entrar en lo absurdo e improbable de que se realiza algún día esa situación electoral, la frase genocida no tiene desperdicio.
“Que vivan si quieren, pero que no voten”, clamaba la voz de otro tarado. El psicópata de turno alegaba que les quitaran las pensiones para ver “si la iban cascando”. Otro de estos neonazis iba directamente al grano: “Hay que matar a los viejos para que no voten”.
La extensión de estas doctrinas en nuestra sociedad es un peligroso precedente. El hecho de que no se tomen medidas judiciales contra este tipo de declaraciones deja claro por dónde van los tiros y quien corta la pana. El genocidio que, durante la pandemia, ha asolado las residencias, el abandono cuando pedían medicinas y mandaban morfina, el olvido por parte de quienes tenían a su cargo a nuestros mayores, nos dice claramente hacia donde escora un sector de nuestra sociedad. Desafortunadamente para ellos, nos van a encontrar enfrente durante mucho tiempo. Mucho, mucho tiempo.