Que la paz (política) sea con nosotros
Ahora que en el Perú se va esfumando la oposición fundamentalista y sin fundamento de politiqueros profesionales —de las extremas derecha e izquierda— quiero rescatar las muestras de manejo responsable e inteligente de la economía, que ha recaído en posiciones de centro-izquierda (de social democracia para mi percepción). Vista así, la cosa gubernamental promete, al menos por ahora.
Una de las certezas históricas de buen gobierno que nos compete a todos, y no lleva color político, es perentoria en tiempos de crisis como el actual: Todo ciudadano con un mínimo interés por su país debe colaborar en la eliminación de la incertidumbre política que se ha enquistado en las democracias occidentales por acción del ansia de poder de los extremismos políticos; el Perú no es excepción, especialmente desde el año 2016. Esta obligación está escrita en ninguna ley, pero es la solución al libertinaje en el que ha devenido la libertad de expresión de unos pocos interesados en pescar en río revuelto. El punto es que el río lo han llenado de mierda política. Quienquiera que guste beber de ese río—incluyendo parientes y amigos— no pertenece a nuestra especie Homo Sapiens, sino que ha involucionado a Homo Coprofagus.
¿Cómo colaborar? Pues haciendo oídos sordos a la bulla irracional y sus cajas de resonancia mediática y red-sociálica de quienes buscan mantener vivo el statu quo político y legal en constante zozobra. Y es que en ese estado de cosas ingobernable es que pueden seguir sembrando y cosechando dineros sucios de la droga, de la trata sexual, del contrabando de oro, de la tala indiscriminada de la Amazonía, de la depredación del mar, del asesinato endémico de activistas ecológicos, de la extinción premeditada de la fauna oceánica, del sicariato homicida. Colaboramos también en limpiar la basura digital (fake news y posverdades) al comprobar con pensamiento crítico la veracidad de los memes viralizados en nuestras conversaciones, digitales o no, de cada día. Y es que el verdaderamente viralizado problema con el que debemos lidiar en el mundo es la ramificación imprevisible de la pandemia del covid-19, que ha llegado para quedarse durante un tiempo todavía indefinido.
Incluso una pequeña reducción de la incertidumbre política nos permite ver que el actual gobierno de izquierdas del Perú, prematuramente condenado al fracaso por sus antagonistas políticos, muestra virtudes al mantener el interés nacional en las inversiones privadas y públicas que, en su gran mayoría, se iniciaron antes de la presente administración gubernamental. Dichas inversiones pintan interesantes, de llegar a culminarse en el lustro que ya estamos viviendo, período que no sabemos si será interrumpido por alguna aventurera vacancia presidencial o un inútil cierre del Congreso.
De culminarse los proyectos de infraestructura que el gobierno peruano actual ha puesto en su propaganda, entraría en operación el primer tren metropolitano subterráneo del país en 13 distritos de Lima, el aeropuerto internacional capitalino duplicaría su capacidad, el puerto privado de Chancay sería el hub portuario de Sudamérica, la Autopista del Sol reduciría los tiempos de transporte en 30% en la costa norte, el tren del Cusco a la costa sur movería más producción minera, y etcétera. Es claro que, con voluntad política, estos proyectos terminados empezarían a cerrar la larga brecha que tiene el país en infraestructura. Si seguimos invirtiendo racionalmente, sin mirarle la cara a los caudillajes políticos de moda, otra será la historia, y otra sería la historia. Queda todavía mucho por hacer en lo tributario, laboral, judicial, cultural, ecológico y todo lo demás de la cosa pública para buscar el desarrollo sostenible que todo país está obligado a lograr por mandato de su propia Constitución.
Redundo y cierro: Sólo un ambiente de paz social y tranquilidad ciudadana —ambas en su versión democrática de satisfacción, no de opresión o dominio—, permiten soñar en un mejor futuro. Vamos, que hasta para sobrevivir en estado de coma se necesita tranquilidad y sosiego. La bronca política —la violencia como medio de vida— sólo lleva a la destrucción, desaparición y muerte. Entonces, que la paz sea con nosotros.