Menina, soy una puta obra de Velázquez. 42 Festival Nacional de Teatro Vegas Bajas.
Desnudar el alma, desnudar el cuerpo. Una visita al Museo del Prado acompañará a una niña; que sufre rechazo por sobrepeso; durante mucho tiempo, con el mote de Menina. Allí comienza el viaje iniciático hacia el descubrimiento del propio yo. El escenario es parco, desnudo, inmaculado. Un enorme lienzo en blanco donde podemos imaginar el cuadro de Velázquez en diversos momentos y que sirve a la actriz para hacer transiciones, ya que rueda y se puede cambiar de posición. Durante su periplo vital será acompañada por Lady Di en un desdoblamiento vital e interpretativo.
El lenguaje es cercano, el propio de una niña que narra su acoso a causa de la visión de los otros sobre su físico. La combinación de humor, quiebros e instantes de pura emoción surge con fluidez y es cercana al espectador, al que consigue atrapar proyectando las emociones con dominio del tempo, sin caer en la monotonía, espada de Damocles de los monólogos. Nuqui Fernández saca adelante esta tragicomedia con soltura, perfilando los instantes intimistas con precisión de orfebre y alternando con fluidez la vis cómica que es su punto fuerte.
Un viaje a través del sendero de la propia identidad, apoyado en una iluminación que juega con el expresionismo y el claroscuro y complementado con instantes musicales donde Nuqui saca toda su artillería interpretativa.
Navegando con la protagonista, veremos el día de su comunión, donde no le fue posible usar el vestido de su hermana, sus vicisitudes en el instituto, la falta de empatía de la sociedad y el candente tema del acoso escolar.
La actriz va desgranando la peripecia vital de convivir con nuestra fisicidad con lo que somos. Con lo que nos hace únicos e irrepetibles. El texto, de carácter contemporáneo, consigue remover y alinear al público con las vivencias de “Menina”, comprender el viaje iniciático de la protagonista, sentir empatía. Nada de esto sería posible sin el buen hacer de Nuqui Fernández. Sin su paleta de registros, capaz de habitar en la piel del personaje, de extraer diversidad de matices y sesgos o transmitir emociones tan sólo con la palabra delante de un micrófono, con un foco sobre su rostro. Pese a los instantes de humor, el desgarro del alma está presente, el conflicto, la propia identidad, el sentimiento de encarcelamiento en la propia carne. Un grito desgarrador ante la falta de empatía de una parte de la sociedad, la escasa (o nula) educación de nuestros niños y jóvenes.
Menina va desnudando su cuerpo, al tiempo que desnuda el alma. Hasta converger en el camino de senderos que se bifurcan. Ella elige su propio camino y cambia una obra velazqueña por otra, transmutada en Venus. Resurgida de sus cenizas, despojándose del vestuario barroco de Rafael Garrigós. Un texto necesario, honesto, que golpea a una sociedad construida a base de clichés emocionales y físicos, de la mano de una actriz versátil y sincera, capaz de interiorizarlo para devolverlo al espectador pleno de luz y optimismo.
Menina. Soy una puta obra de Velázquez’. Proyecto Cultura y Festival de Teatro Clásico de Cáceres. Idea original y producción: Juanma Holguera. Autores: J.P. Cañamero, Pedro Luis López Bellot y Sergio Adillo. Dirección y dramaturgia: Pedro Luis López Bellot. Intérprete: Nuqui Fernández. Voz en Off: Cecilia Lag y Nuqui Fernández. Iluminación: Pedro L. López Bellot y Jorge Rubio. Escenografía: Pedro L. López Bellot. Espacio sonoro y música: Álvaro Rodríguez Barroso. Vestuario: Rafael Garrigós.