El autobús atómico. 1976

                                                            

Nace El autobús atómico (The atomic bus. James Frawley. 1976) como respuesta al ramillete de películas catastrofistas que nacieron en los setenta. La premisa es atractiva: un autobús atómico que puede viajar desde Nueva York a Denver sin repostar. A la industria petrolera no le hace ninguna gracia. Toda la concepción del film está dirigido a obtener risas de los espectadores, jugando con el concepto absurdo que se convertiría en mundo paralelo en películas como Aterriza como puedas (¡Avión! Jim Abrahams. 1980), derroche de humor surrealista y paralelo, pero sin llegar al disparate conceptual de las producciones de ZAZ (Zucker, Abrahams y Zucker).

A su favor hay que decir que, el hecho de no tomarse en serio a sí misma, le añade puntos a la inanidad de la propuesta y la banalidad del pathos, únicamente buscando crear diversión escapista y  trivialidad, siendo pionera en este campo fílmico. Alrededor del autobús se suceden las tramas disparatadas. Un terrorista inepto, una piscina y una bolera, peleas con cartones de leche, multitud de referencias y parodias a clásicos de la Segunda Guerra Mundial y las películas-romance de los 60/70 y mucho cine desechable. Es obvio que la escritura del guión ha sido realizada sin ningún concepto de la vergüenza y la dirección ha asimilado el aliento del mismo sin enrojecer.

La costumbre setentera de sembrar las películas de desastres con antiguas y nuevas glorias, se mantiene en esta oferta, donde casi toda la categoría B de los casting está presente en esta estrafalaria proposición fílmica. José Ferrer y Stuart Margolin como los saboteadores de las grandes petroleras, dos conductores conflictivos (Josep Bologna y John Beck); uno caníbal y el otro narcoléptico; Richard B. Shull como un enfermo terminal al que el pianista (Murphy Dunne) le canta una canción nada apropiada para su estado de salud. Añadamos a René Auberjonois como el sacerdote sin fe, la televisiva Stockard Channing y un amplio elenco componen una comedia sardónica. El disparate conceptual llega al extremo de acompañar la salida del autobús desde el hangar con Also Sprach Zaratustra, en parodia de 2001: una odisea del espacio (2001. A Space Odisey. Stanley Kubrick. 1968), llevando la sátira a un extremo melbrooksinano o bebiendo de las fuentes de Tex Avery.

La banda sonora es apreciable (David Shire) y se publicó en 2011 (Film Score Monthly). Un guión errático deambula entre el genio cómico y la estupidez artificial. Jugando con referencias a Earthquake, The Poseidon Adventure, The Towering Inferno y The Hindenburg, compone un argumento de humor imprevisible, estridente y absurdo, con chistes que no han envejecido bien y querencia por el slapstick. Es de agradecer que la dirección no prolongue los incidentes más allá del supuesto potencial cómico. A pesar de ello, es un non sequitur lunático, ya que cada chiste está obstaculizado por una laboriosa preparación.

También introduce algunos tropos que posteriormente serían asimilados por el cine de catástrofes: la pareja en crisis que reaviva su relación con el desastre, utilizado en muchas películas de Hollywood, la bomba en el autobús que figuraría en Speed: Máxima Potencia (Speed. Jan de Bon. 1994), el autobús en el borde del precipicio que desarrollaría The Italian Job (F. Gary Gray.1969), el héroe dañado que intenta salvar su carrera y el hombre al que le queda poco tiempo de vida. El aspecto técnico, teniendo en cuenta la época, es visualmente notable. Escenas del autobús por varios paisajes de Estados Unidos y momentos como el del autobús colgado. En realidad se trataba de dos camiones International con carrocería de fibra de vidrio en dos partes, conectada por 500 pernos. Cada perno pesaba una libra, las cuatro ruedas traseras tenían cinco pies de altura y pesaban 1.100 libras. Los interiores y la vestimenta de la época están perfectamente reflejados en su concepto llamativo y chirriante.

Hizo su estreno en televisión, un sábado 24 de mayo de 1980 a las 21:30. Posiblemente en el momento de su lanzamiento resultara más divertida por sus chistes de actualidad de la época.

A día de hoy resulta una comedia de amplia extravagancia, con tantos aciertos como errores en su fragmentación argumental, donde todo lo que puede salir mal, sale aún peor. Pero eso no la destrona de ser la película iniciática de las parodias estrafalarias del cine de desastres y sus clichés, amén de una certera sátira del subgénero hoy convertida en culto para los cenáculos.

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